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18/11/2018

No habrá ninguna

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En su discurso en el Senado contra el presupuesto del FMI, Cristina Kirchner reveló una vez más una estatura política difícil de igualar entre las figuras del oficialismo y la oposición, y unas dotes de estadista que la distinguen en la historia nacional.

Héctor Mauriño

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La intervención de Cristina Fernández de Kirchner en el debate del presupuesto realizado esta semana en el Senado, es una pieza oratoria que retrata acabadamente lo que sucede en la Argentina de hoy y cuestiona profundamente los ejes de una política económica que está llevando el país a la ruina.

Una vez más, Cristina reveló una estatura política difícil de igualar entre las figuras del oficialismo y de la oposición, y unas dotes de estadista que la distinguen en la historia nacional.

Es bueno repasar los puntos más importantes de su intervención porque la complicidad de los medios y el lavado de cerebro practicado por la convergencia entre ellos y la manipulación de las redes sociales, amenaza con dejar oculta la verdad de esta época en un pliegue de la historia.

La revolución tecnológica que ha transformado la comunicación y la información y el paralelo reacomodamiento geopolítico global, con el fin de la hegemonía exclusiva de Estados Unidos y el surgimiento del eje China – Rusia, pueden dejar a nuestro país una vez más, como ocurrió en el siglo XIX, al margen de una oportunidad histórica para alcanzar el desarrollo.

En su intervención ante la Cámara Baja, Cristina explicó que lo que se discutía no era una ley de presupuesto sino “planillas diseñadas para alcanzar el déficit cero (…) un dibujo destinado al pago de la deuda” y a cumplir con los compromisos con el FMI.

 Mencionó 7 u 8 intentos, en distintos países del mundo, entre ellos dos previos en el país, por alcanzar el déficit cero y mostró con datos concretos como todos ellos fracasaron acarreando mayor caída del salario y del empleo, aumento de la deuda y mayor inflación.

Luego recordó que de los países del G 20, que se reunirán en unos días en Buenos Aires, sólo dos no tienen déficit fiscal y Estados Unidos, la primera economía del planeta, el más voluminoso del Mundo.

Reclamó como contrapartida, la introducción de políticas proactivas por parte del Estado destinadas a incentivar el consumo.

“Tienen un mal diagnóstico” de lo que ocurre en el país, sentenció, para precisar a continuación que el verdadero problema del país “es la restricción externa, la falta de dólares” para mantener el nivel de crecimiento y desarrollo.

Mencionó también “la falta de un modelo de inserción en el mundo”, en el contexto de lo que denominó “la cuarta revolución industrial”. Y fulminó las recetas que plantean una salida a través de la primarización de la economía través de los recursos naturales.

Los senadores de la derecha gobernante y de la oposición complaciente la escucharon entre el asombro y la perplejidad, conscientes de que la estatura de la ex mandataria hace más pobres sus propios argumentos.

Esta mujer es un problema para la derecha local y para el hegemonismo continental de Estados Unidos. No por nada insisten, ahora de nuevo, con quitarle los fueros para meterla presa.

Con todo, en su discurso Cristina eludió las descalificaciones y las condenas. Lo suyo fue sereno y sólo recurrió a datos difíciles de rebatir. Se diría que a esta altura de los acontecimientos habla para sus seguidores y para la historia, como diría Walsh sin mayor esperanza de ser escuchada por sus detractores y con la certeza de que seguirá siendo perseguida.

La ex presidenta hasta se permitió la autocrítica cuando habló de los errores de su gobierno y reconoció sus ‘malos modos’, pero dejó sentado a continuación que quienes se los endilgaban cuando eran oposición, ahora que son gobierno no han conseguido nada con los “buenos”.

Hasta hizo gala de humor cuando recordó que el Perón del ’76 gustaba presentarse como un “león herbívoro” y reflexionó que al cabo ella, “la yegua”, como la bautizaron sus detractores, resulta ser también un animal herbívoro.

Hablaba del “otro gran problema nacional” que es la inflación. Y la mención de Perón estaba referida a un documento de esa época en el que el viejo líder demuele prolijamente el mito de que la falta de emisión y la restricción de la demanda resuelven el problema inflacionario.

De paso, Cristina cacheteó aunque sin demasiada pasión a la derecha peronista: “Me criticaban porque lo mencionaba poco a Perón, pero a mí más que los que hablan de Perón me gustan los que hacen como hacía Perón”, apuntó.

Cuando habló del desequilibrio externo Cristina mencionó, como al pasar, que “el otro gran problema” nacional es “la mentalidad de algunos sectores del empresariado, que no se mueven a partir de pautas económicas sino ideológicas, políticas y culturales”.

Se refería a los “prejuicios”, que los hacen temer el pleno empleo y a los sindicatos organizados, y apoyar a este gobierno aunque pierdan plata.

Advirtió también sobre las nuevas derechas en el mundo, al señalar que el nazismo hizo responsables a los judíos de la crisis alemana posterior a la Primera Guerra y hoy las nuevas derechas hacen algo parecido con los inmigrantes.

“No estamos yendo por el buen camino; estamos yendo por el peor”, sentenció la ex presidenta, para rematar crucificando el acuerdo con el FMI. “¿Alguien cree, después de las experiencias que hemos tenido, que la solución va a salir de ahí?”, se preguntó.

Luego pulverizó la muletilla de la “pesada herencia”. “Se la pasaron hablando del pasado y nadie sabe cómo se va a hacer para pagar la deuda que ustedes contrajeron” afirmó, para rematar señalando que “ni siquiera se sabe dónde está”.

Cristina tiene un alto grado de conciencia de lo que pasa en nuestra época, abonado por su dilatada experiencia como militante, parlamentaria y gobernante. Todos aquellos testigos críticos de la Argentina de hoy deberían tener muy en cuenta sus reflexiones. Después de todo, es probable que un día, como en el tango, ya no haya ninguna igual.

29/07/2016

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