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03/05/2020

Mentir, mentir y mentir

Mentir, mentir y mentir | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Está suficientemente demostrado que la prensa concentrada es en última instancia incompatible con la democracia. Y no se trata de buenos, regulares o malos modales de los presidentes, los medios hegemónicos siempre ofrecen lo mismo: rendición incondicional o guerra.

Héctor Mauriño

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Esta semana los medios monopólicos y las redes antisociales fogonearon la mentira de la liberación masiva de presos por parte del gobierno. El invento no resiste el menor análisis, en Argentina son los jueces y los tribunales los que deciden sobre la excarcelación o la prisión domiciliaria de los reclusos, pero no importa. De poco valió que desde el Presidente para abajo una docena de fuentes autorizadas, entre ellas la del macrista procurador de la provincia de Buenos Aires, aclarara que esas decisiones no son de resorte del Ejecutivo sino del Poder Judicial y que no hubo nada masivo sino apenas con cuentagotas.

Tampoco importó demasiado la noticia de que decisiones similares a las tomadas por jueces argentinos fueron adoptadas en países tan insospechados de “garantistas” como Chile, Brasil o Estados Unidos. Ni menos aún importó la explicación racional de que las cárceles, como los geriátricos y las escuelas son un caldo de cultivo para cualquier virus que, después, termina replicando los contagios en toda la sociedad. La campaña continuó en los diarios y en los informativos tóxicos de 24 horas como Todo Noticias. 

Antes fue la campaña contra el impuesto a las grandes fortunas evasoras (que aún no ha concluido pero se tomó apenas un respiro), al que se intentó confundir adrede con la modalidad de funcionamiento del Poder Legislativo. Y paralelamente vino la reacción xenófoba, vergonzosa, contra los médicos cubanos dispuestos a venir al país a ayudar en estas circunstancias tan penosas. 

En todos los casos el fin es el mismo, condicionar a Alberto Fernández, un presidente con un altísimo grado de consenso por su forma de conducir el país frente a la más grave pandemia de todos los tiempos. Impedirle que tome decisiones en beneficio de las mayorías que puedan afectar los intereses de una burguesía de espaldas a las necesidades del país.

Esa burguesía, que es también la dueña de los medios, está atada a los intereses del capitalismo internacional y se desentiende de las necesidades de la Argentina. Cuando a esa clase social le tocó gobernar con Macri a la cabeza, fundió al Estado y empobreció a la gente, mientras esos medios cubrían bajo un manto de impunidad todos los desmanes.

Cuando actúan de esta forma, y lo hacen casi a diario, los medios se ponen en la vereda de enfrente de los intereses nacionales, y eso vale tanto para el impuesto a los ricos como para la renegociación de la deuda, para el tema de los médicos cubanos o cuando se trata de frenar la pandemia en las cárceles. Defienden intereses diferentes y muchas veces opuestos a los de los trabajadores, la clase media, las pymes y desde luego los pobres.

Saben cómo tocar con mentiras, ocultaciones o planteos tramposos los resortes más oscuros de un sector de la población, allí donde se alojan los miedos y los prejuicios y se despiertan las reacciones más irracionales y violentas. Lo demás lo hacen sus cómplices políticos, entre ellos los radicales que han abandonado definitivamente sus principios.

No quieren renegociación de la deuda en términos beneficiosos para el país porque son tenedores de bonos externos, los compraron con las superganancias obtenidas en el país y evadidas a paraísos fiscales. No quieren aportar un esfuerzo extraordinario en esta situación tan grave del país no sólo porque son los dueños de esas grandes fortunas sino porque quieren que quede claro quién manda.

Lo mismo hicieron durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, ganaron fortunas porque la economía crecía a tasas chinas pero ponían palos en la rueda porque no eran ellos los que tenían la sartén por el mango.

Impidieron que el Estado, con un amplísimo consenso, en defensa de la ciudadanía y la democracia, implementara una ley para ponerle un freno a sus monopolios mediáticos.

En este país, está suficientemente demostrado que la prensa concentrada es en última instancia incompatible con la democracia. Y no se trata de buenos, regulares o malos modales de los presidentes, la reacción a corto o mediano plazo de los medios es exigir siempre lo mismo: rendición incondicional o guerra.

Se dirá que lo que el capitalismo llama canallescamente “prensa libre” es igual en todos lados. Y es cierto, en los países centrales como en los periféricos los medios están casi siempre con el bloque dominante. Sólo que en Argentina esa burguesía tiene intereses contrarios a los de la Nación, porque en buena medida responde a poderes extranjeros, ajenos a la conveniencia de las mayorías nacionales.

¿Hasta cuándo?

29/07/2016

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