En su último gobierno, del ’95 al ‘99, Felipe Sapag tuvo que afrontar -entre otros desbarajustes- la difícil situación creada por la caída del precio del petróleo, primero a 20 dólares el barril y en algún momento a 9. Fue entonces cuando el veterano gobernador tomó la decisión -entre otros ajustes- de bajar los sueldos de los empleados públicos reduciendo el plus por zona desfavorable del 40 al 20 por ciento del básico.

“En aquella oportunidad la variable que se había caído era una sola y el marco era de estabilidad, ahora la incertidumbre alcanza todos los aspectos y proyectar es inviable”, sintetizó una alta fuente del gobierno cuando se le preguntó sobre la posibilidad de que la provincia se vea obligada a efectuar un ajuste como aquel ante la fuerte caída de recursos provocada por el coronavirus.

“La idea no es ajustar sino distribuir justa y equitativamente los recursos disponibles. No al ajuste; sí a administrar los recursos equitativamente”, apuntó.

Lo cierto es que los dos principales motores de la economía provincial, los hidrocarburos y el turismo, están por el suelo. El petróleo afectado por una lucha geopolítica internacional. El turismo, frenado por la ausencia de transporte acarreada por las posibilidades de contagio. Lo mismo con los espectáculos públicos y las fiestas populares. No se puede concentrar gente.

Entre abril y mayo la recaudación cayó más de 8.000 millones, las regalías ya se sabe, también se derrumbaron porque el precio del petróleo está muy bajo.

-¿Y el barril criollo?

-El decreto está a la firma del presidente. Pero la solución no llegará rápido, el consumo de combustibles cayó entre un 80 y un 90 por ciento, explica la fuente.

-¿El gas?

-Sí, el alto consumo en invierno traerá un alivio.

-¿Con tantas dificultades, hay sintonía con la postura del gobierno nacional, con defender la vida por sobre la economía o se trata de intereses, de que no se pare la máquina como plantean Macri, Trump o Bolsonaro?

El encumbrado interlocutor aclara: “No es que diga que está bien lo que ha hecho el presidente, es que el único antídoto que existe en las actuales circunstancias es el aislamiento. Miles de muertos en Brasil, 47.000 en Estados Unidos y solo 165 en la Argentina... El aislamiento es la vacuna actual”.

El hombre refiere la necesidad de lograr una suerte de “anormalidad mejorada”, de reabrir otras actividades, como ocurre con el flamante protocolo para las construcciones privadas y el ejercicio de las profesiones liberales.

El cronista vuelve a la carga: “¿es posible entonces, en el marco de esa distribución equitativa de lo que hay, que se terminen pagando los salarios en cuotas, que proveedores y contratistas cobren diferido?

-“No se puede decir qué va a pasar de aquí al 5 del mes que viene. No lo sabemos. Es una situación excepcional”.

La expectativa, confía, es convencer al gobierno nacional de que replique con los empleados públicos el programa de ayuda en el pago de los salarios del sector privado.

“Los gremios –agrega por las dudas- son conscientes de que esto que está ocurriendo no pasó nunca”.

Otra fuente, con dilatada trayectoria en el MPN, pintó la situación de la siguiente manera: “ni ajustes ni reajustes. Simplemente se pagarán las obligaciones con lo que haya en la Tesorería. Economía de guerra en todos los niveles del Estado. La prioridad es que no falten alimentos ni atención médica ni calor en invierno. Las necesidades básicas.

Recordó el operativo para paliar la catástrofe de Villa La Angostura cuando ocurrió la erupción del volcán Puyehue. “Esto es un millón de veces peor -admitió-, pero hay que salir adelante y ganar esta guerra. Al final esto va a pasar”.

¿Exageran? ¿Sobreactúan para cubrirse las espaldas? En todo caso la situación es lo suficientemente seria a simple vista.