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“Compinchas”, entre el cielo y el infierno no hay nada

Marcia Schvartz y Guadalupe Fernández presentaron en un espacio inusual, una ex joyería, un trabajo conjunto que no admite matices, una especie de Divina Comedia criolla que condena al fuego a todos los exponentes del neoliberalismo más crudo y cínico.

Pepe Mateos

En momentos que se discuten internas, alianzas, roscas varias, maquiavélicos juegos de la política, Marcia Schvartz y Guadalupe Fernández arman una muestra ¨Compinchas¨ donde se permiten “hablar” de la política nacional sin ningún matiz.

Todo empezó hace unos años con “Oda”, un cuadro sobre chapa que pintaron juntas. Cristina con un fondo celeste, con la bandera nacional, con Francisco, un papa peronista sonriente, haciendo la V con la mano derecha y un gesto en la izquierda que está entre “cuernitos” y un mudra, posición de yoga para generar energía. Por debajo de ella, un infierno en el que arden sonrientes Macri, Magnetto, Bullrich, Rodríguez Larreta, no tanto como castigo sino como ejecutores de ese infierno que remite a una Divina Comedia criolla. Ninguna sutileza. La idea original era incorporar esa pintura a las movilizaciones callejeras, luego vino la pandemia y quedó como tantas cosas esperando otro momento.

Eneas Capalbo, un curador de arte y generador de proyectos desde su galería “The National Exemplar Gallery” en EE. UU., vio “Oda” y pensó: “hay que hacer algo con esto ya”.Apelando a sus contactos consiguió un espacio nada habitual para muestras de arte: el local donde estaba una emblemática joyería, Ricciardi, en el no menos emblemático edificio Kavanagh y les propuso a Schvartz y Fernández hacer una muestra conjunta a partir de la pintura de Cristina. Así surge ¨Compinchas¨.

El resultado es lo que Marcia denominó una especie de catarsis, un “art brut” donde queda expuesto sin ningún tipo de matices lo que sienten y piensan respecto a personajes de la política que provocan y merecen el infierno. La idea no era exponer obra ya realizada sino a partir de “Oda” armar un espacio que ampliará el significado.

Así es como “Oda” quedó rodeada por las llamas a las que son arrojados Macri, Milei, Bullrich, Bolsonaro, Rodríguez Larreta, Morales. Una declaración explícita.

“Las facturas no me dejan pintar”, el autorretrato de Marcia Schvartz atosigada por un cúmulo de facturas ilegibles, una especie de “El grito” de Munch, donde las angustias adquieren una forma concreta, la otra pintura que no fue realizada especialmente para la muestra pero da marco conceptual, como si fuera uno de los capítulos de esta comedia no tan divina.

Entre tanto fuego, “El árbol del amor o de Judea” de Guadalupe Fernández, la otra obra de las tres que fueron hechas con anterioridad al planteo de esta muestra que aparece como una instalación urgente, es una especie de remanso, un factor de equilibrio, una forma de hacer asociaciones de sentido entre todo lo expuesto.

“No se cuanto puede durar esto acá” dice Marcia refiriéndose al lugar geográfico y social donde está expuesta la muestra que funciona como un manifiesto explícito. La algarabía que provoca toda inauguración hace perder la perspectiva del significado de las imágenes y todo lo que está implícito en ese fuego que rodea los rostros sarcásticos de personajes que gozan de reconocimiento y son aceptados y votados por amplios sectores de la sociedad porteña y en especial en el barrio donde está ubicado el local. Las contradicciones quedan flotando.

Delicias del mundo del arte, se podría decir.

29/07/2016

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