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Columnistas
16/07/2017

De imágenes y palabras

De imágenes y palabras | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Desde el 2003 al 2015 el aumento de salarios nominales estuvo por encima de la inflación, pero a partir del año 2015 el porcentual del aumento cae violentamente en relación a una inflación creciente: hay una transferencia de ingresos desde los asalariados a favor del capital.

Humberto Zambon

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Dice el saber popular que una imagen vale más que mil palabras. Y es cierto.

Lo prueba el siguiente gráfico, que fue preparado por Carina Elissetche en base a los datos oficiales recogidos por Fernando Lisse y por ella, que sintetiza mejor que cualquier texto la existencia de dos proyectos económico-políticos antagónicos para nuestro país. Le voy a solicitar al lector que lo mire atentamente.

 

Si bien el gráfico se refiere concretamente a la provincia del Neuquén, es una muestra de lo que ocurre en todo territorio nacional, ya que nuestra provincia no es la isla que muchos suponen.

Decíamos que el gráfico muestra dos modelos antagónicos. En efecto, desde el año 2003 al 2015 el aumento de salarios nominales estuvo por encima de la inflación; es decir, los salarios reales fueron claros ganadores de la puja distributiva. Se ve también que a partir del año 2015 el porcentual del aumento monetario de los salarios cae violentamente en relación a una inflación creciente: hay una transferencia de ingresos desde los asalariados a favor del capital que para el año 2016 ha sido calculada en 16 mil millones de dólares, drenaje que continúa en el presente año.

El período 2003-2015 corresponde a un proyecto nacional y popular o “populista”, como gusta denominarlo la derecha ideológica (como si fuera un término descalificador, cuando significa al servicio del pueblo, que tendría que ser el objetivo de todo gobierno y de toda actividad política), proyecto que apuntó al consumo y al mercado interno como fuente del crecimiento económico con equidad distributiva. Consiguió tasas de crecimiento económico muy altas, inclusive a pesar de la crisis internacional iniciada en el 2008, el producto siguió creciendo (2,65% en el 2015, según cifras del actual gobierno); hubo crecimiento inédito de las inversiones productivas, impulsadas por la demanda creciente; cayó la desocupación laboral y hubo un claro proceso de desendeudamiento externo.

El año 2016 corresponde al segundo modelo, el de la restauración conservadora iniciada en diciembre del 2015. Ahora se prioriza la posición del país en la división internacional del trabajo, con apertura económica y liberación de la economía a las decisiones del mercado. Los salarios se han convertido en un costo para las empresas que hay que disminuir y no se ve el papel que cumple como impulsor del consumo y, por lo tanto, de la demanda global; el salario real siempre debería estar en crecimiento para lograr el desarrollo económico con equidad social.

El modelo conservador lleva a la primarización de la economía nacional, es decir, al crecimiento del agro y la minería en desmedro del resto de las actividades, cuando aquellas son cada vez más mecanizadas y automatizadas por lo que no generan empleo; por ello cierran industrias, se funden empresas y se pierden puestos de trabajo. Por otra parte, la liberación de los mercados permite y generaliza la dolarización de ahorros, fuga de capitales y remesa de utilidades al exterior, que se cubren con deuda externa, deuda en crecimiento exponencial que va a terminar inexorablemente en una crisis similar a la del año 2001.

Es sabido que destruir es mucho más fácil y rápido que construir. Bastó un año y medio para que se desarmaran muchísimas de las conquistas sociales logradas en el período anterior. En cambio, revertir la situación, poner en marcha empresas cerradas, recuperar el retraso social e, inclusive, las deficiencias de alimentación de niños y jóvenes, llevará tiempo y esfuerzo.

Pero, por suerte, estamos en democracia. El pueblo, con su voto, es el que decide cómo va a continuar esta historia.

Cada uno de los ciudadanos, con independencia de cómo hayamos votado o de lo que digan los medios que pretenden pensar por nosotros, deberíamos reflexionar sobre dos cuestiones: 1- ¿Con cuál de los dos modelos nos fue mejor? y, más importante, 2- ¿Qué futuro nos aguarda, a nosotros, nuestros hijos y nietos, con cada uno de ellos?

Y votar en consecuencia, con responsabilidad.  

29/07/2016

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