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Columnistas
04/04/2017

Las calles en democracia

Las calles en democracia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“Aquella aventura –de Sobisch- conservadora y la idea de mostrar al país la dureza frente a los reclamos de los trabajadores, sobre todo los de la educación, y sus organizaciones, dejó sin vida a Carlos Fuentealba. Esa fue la dolorosa consecuencia y este recuerdo debe animar al rechazo rotundo de esas políticas” afirma el autor.

Francisco Camino Vela *

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Este fin de semana acabamos de asistir a la primera marcha en la calle de apoyo al gobierno. Los medios oficialistas pero, incluso e increíblemente, varios medios opositores, han comunicado insistentemente esta reunión de personas en Buenos Aires como un encuentro de auto convocados en defensa de la democracia, con carácter apolítico y en el que el pueblo ha expresado su libre parecer.

En honor a la realidad, hay que desmontar cada una de estas afirmaciones y darle a esta manifestación un carácter plenamente político y oficialista. De hecho, los propios medios que abonaron la “auto convocatoria” rasgan hoy sus vestiduras por el inoportuno festejo de Cambiemos y la capitalización demasiado explícita que el propio presidente ha hecho de esta concentración. Dicho sea de paso, denigrando a los cientos de miles de personas que se manifestaron en varias oportunidades durante el pasado mes de marzo.

Empecemos por el principio. A la mayoría de los miles de manifestantes porteños bien vestidos y alimentados que decidieron concentrarse el sábado, no les cabe el carácter de auto convocados. Primero porque si algo maneja este gobierno son las redes sociales y las ongs correspondientes para este tipo de realizaciones. No olvidemos que el Pro nació de hecho de la matriz de una fundación de este tipo y que son especialistas en ocultar la debilísima frontera que separan del gobierno algunas de estas organizaciones, así como  su control de las redes sociales. El mundo conservador ha aprendido mucho de la tecnología, entre otras cuestiones, que es más fácil el entorno cibernético que la calle para comunicar sus consignas y que la realidad puede ahí ser manipulada, sobre todo aprovechando cierto e ingenuo cariz de verdad que hoy se deposita en ellas. La propia felicidad del gobierno desde el domingo pone en tensión, cuando no desnuda directamente, su ingerencia real, aunque no discursiva, en esta “movilización”.

Tan satisfechos están que se atreven a unir libertad ciudadana y auto convocatoria,  contraponiéndola a las marchas convocadas por organizaciones de trabajadores y de otro tipo, que ahora parecen no merecer ese carácter democrático y en consecuencia, por un silogismo, convierten a los otros manifestantes, los de marzo, en peones de la oposición o en soldados de la década pasada. Pero esto tiene otras connotaciones, no menos interesantes.

Los integrantes de la plaza del sábado pasado portaron banderas argentinas en lugar de partidarias, en una antítesis construida que excluye a la política para que sea el “pueblo” el que se exprese, y en consecuencia excluye al pueblo cuando aparece la política. De esta manera, los cientos de miles que se manifestaron en defensa de los derechos de la mujer, de los derechos de las víctimas de la dictadura militar, de los derechos de los trabajadores, y de los derechos de la víctimas socioeconómicas de las políticas de ajuste y exclusión de la actual administración, pasan a ser no ciudadanos contenidos en la bandera de la patria, sino agentes políticos de una oposición destituyente, y en la mayoría de los casos rentados para esa actividad. Esta insólita operación de calificación-descalificación hace carne la antipolítica que recubre discursivamente este gobierno y que tan buenos resultados da aquí y en otras latitudes.

Así pudimos escuchar a ese “pueblo” urbano vociferar contra los paros y apoyar a un gobierno contra no sabemos bien cuales amenazas. Lejos queda la autocrítica de parte de estos mismos manifestantes cuando hace menos de dos años gritaban sin ambages que se fuera la anterior presidenta. Pero lo importante, además de marcar el claro signo político de esta marcha, es contraponerla al mundo de derechos y de reclamos para todos y todas que sí estuvo presente en los cientos de miles que poblaron las calles en marzo, la calles de todo el país y no solo de la ciudad capital.

La democracia no está en peligro y esto lo sabe cualquier estudioso mínimo de estos temas, lo que sí peligran son algunos formatos en relación a otros, o si se quiere modelos divergentes para esta convivencia colectiva que llamamos democracia. Tras un año y medio de pésima gestión pública que no puede ocultarse, es fácil seguir recalando en el cada vez más vaporoso puerto de la herencia recibida y del tiempo que se necesita para mejorar. Claro, fue sencillo y rápido beneficiar a los sectores concentrados de la economía y el poder, pero largo, lento y por ahora infructuoso, tomar medidas para favorecer a la mayoría de la población, sobre todo a una clase trabajadora golpeada en su materialidad y en sus aspiraciones. Una clase trabajadora privada de horizonte y a la que se le niegan hasta sus organizaciones, en un retorno a políticas antisindicales propias de todo conservadurismo. No olvidemos que fueron los conservadores del siglo XIX los que lograron combinar nacionalismo con imperialismo y “administración” sin ideología. Pues bien, la historia muestra que el pueblo se manifiesta para crear más pueblo, que la bandera nos pertenece a todos, y la democracia, bien entendida, la que busca el bienestar de la mayoría, también.

Hace diez años un gobernador neuquino neoliberal, Jorge Omar Sobisch, pretendía ser presidente de la Nación aliado con el candidato a la jefatura porteña, Mauricio Macri. Aquella aventura conservadora y la idea de mostrar al país la dureza frente a los reclamos de los trabajadores, sobre todo los de la educación, y sus organizaciones, dejó sin vida a Carlos Fuentealba. Esa fue la dolorosa consecuencia y este recuerdo debe animar al rechazo rotundo de esas políticas y las ideologías que las albergan. 



(*) Dr. en Historia. Profesor e investigador de FAHU-UNC. Profesor UNRN. Codirector de la Red de Estudios Socio-Históricos sobre la Democracia (Reshide).
29/07/2016

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