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Columnistas
26/10/2025

Triunfo de la derecha en Bolivia: ¿Es el final del MAS?

Triunfo de la derecha en Bolivia: ¿Es el final del MAS? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Veinte años después del ascenso de Evo Morales, Bolivia despierta en otro país. El colapso del Movimiento al Socialismo no sólo expresa una derrota electoral, sino el cierre al menos momentáneo de un proceso que transformó a millones y ahora debe buscar reinventarse en medio del desencanto.

Leandro Etchichury

La victoria de Rodrigo Paz Pereiraen las elecciones presidenciales de Bolivia, bajo la sigla del Partido Demócrata Cristiano (PDC), no es sólo el resultado de una contienda electoral, sino el epílogo de un ciclo político que ha definido al país durante dos décadas. Con este triunfo se cierra -de momento-la hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), un periodo de profundas transformaciones que, en su fase final, se vio ahogado por una severa crisis marcada por un quiebre del modelo económico, una escasez de combustibles que dificultó la vida cotidiana, y un conflicto político que devoró al principal instrumento político de transformación social.

El triunfo de Paz Pereira es mucho más que el éxito de un candidato; es el punto de inflexión de un ciclo. Su ascenso solo puede explicarse dentro del contexto de una debacle política, y su estrategia supo aprovechar el vacío. “Dios, la familia y la patria son la base de todo nuestro compromiso”, afirmó como presidente electo, resaltando una narrativa diseñada para capturar el llamado “voto de despecho”, en palabras del exvicepresidente Álvaro García Linera -caído también víctima de la feroz interna-, para referenciar a viejos simpatizantes del MAS desilusionados.

A sus 58 años, Paz Pereira, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, ostenta una formación técnica y una trayectoria política extensa: alcalde, diputado y senador. Analistas lo definen como una figura híbrida: socialdemócrata en lo social, conservador en valores y pro mercado en economía.

Su discurso moderado, centrado en un “capitalismo cercano a la gente”, lo diferenció del neoliberalismo duro de Jorge “Tuto” Quiroga y atrajo sectores populares y de centro-derecha, sin forzar un cambio ideológico brusco. El éxito de su campaña se apoyó en la figura viral de Edman Lara, excapitán de policía y candidato a vicepresidente, que en actos públicos apeló contra el regionalismo y el racismo, recuperando la narrativa de unidad nacional. Tanto que Evo Morales se ha referido a él en buenos términos.

Para algunos observadores la relación entre Paz y Lara no será sencilla, dado el alto protagonismo público del excapitán.

El bloque de votantes nulos, principalmente rural y campesino, transfirió su apoyo competitivo a Paz en la segunda vuelta, manifestando el rechazo a la gestión del oficialismo e inclinando la balanza a la oposición moderada. Morales, dominando la lucha interna del MAS, fracturó la base electoral de la izquierda y abrió el paso a la centro-derecha. Tras denunciar la proscripción, impulsó el voto nulo estratégico en la primera vuelta: para medir su fuerza y para debilitar rivales internos, logrando un histórico 19%. La jugada, aunque exitosa para consolidar su liderazgo, dejó al bloque de izquierda con una representación parlamentaria casi simbólica: diez diputados de ciento treinta y ningún escaño en la Cámara de Senadores.

Mientras Paz perfilaba su victoria en el voto presidencial, la Asamblea Legislativa quedó altamente fragmentada, sin mayorías absolutas. Esto impone un primer desafío para la nueva gestión: tejer alianzas y negociar de manera constante, ya que el Congreso es hoy el principal contrapeso de cualquier impulso reformista.

Repercusiones Internacionales

El triunfo de Paz redefine la política externa boliviana, marcando el fin de alianzas con el espectro progresista latinoamericano y el comienzo de un alineamiento estratégico con Estados Unidos.

La sintonía entre el nuevo gobierno boliviano y Argentina fue inmediata y contundente. El respaldo de la comunidad boliviana residente en el país a Paz fue abrumador: de los 56.500 ciudadanos que votaron, un 81% lo hizo por el PDC.

Más allá del apoyo electoral, los contactos de alto nivel comenzaron de inmediato. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, confirmó haber mantenido conversaciones con el equipo de Rodrigo Paz. En estas discusiones se abordaron dos puntos estratégicos clave: la terminación del acuerdo de seguridad que Bolivia mantenía con Irán y el desarrollo de un nuevo proyecto de seguridad regional conjunto.

Para Estados Unidos, el resultado electoral en Bolivia representa una clara victoria geopolítica. El gobierno estadounidense fue uno de los primeros en felicitar al presidente electo, y figuras políticas de ese país enmarcaron el resultado como un "retorno a la institucionalización" para Bolivia. Un dato revelador, señalado por la exsenadora Adriana Salvatierra, es que ambos candidatos que llegaron a la segunda vuelta, tanto Paz como Jorge Quiroga, ya se habían reunido previamente con el Departamento de Estado de EE.UU. Esto sugiere que, independientemente de quién ganara, el realineamiento con Washington era una conclusión preacordada por las principales fuerzas de la oposición.

El ascenso del MAS y la refundación de Bolivia

La llegada al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) en 2006, con Evo Morales como el primer presidente indígena del país, representó un punto de inflexión en la historia de Bolivia. Ese momento no fue simplemente un cambio de gobierno, sino el inicio de un período de profundas transformaciones económicas, sociales y políticas que reconfiguraron la nación de manera estructural. Durante casi dos décadas, el MAS impulsó un proyecto que alteró las relaciones de poder, redefinió la identidad nacional e implementó un modelo económico centrado en el Estado que produjo resultados sin precedentes.

Esemodelo económico implementado por el MAS se sustentó en un pilar estratégico: la recuperación del control estatal sobre los recursos naturales. Esta decisión política no solo tuvo un profundo calado simbólico, sino que se convirtió en la piedra angular que financió la ambiciosa agenda de transformaciones sociales del gobierno. Al asegurar para el Estado una porción sin precedentes de la riqueza generada por sus recursos, el MAS logró una capacidad de inversión y redistribución que cambió el paradigma económico del país.

Los resultados de esta gestión se reflejaron en indicadores clave que posicionaron a Bolivia como un caso de éxito en la región: crecimiento sostenido del PIB, acumulación histórica de reservas monetarias, lo que proporcionó una sólida base de estabilidad macroeconómica y cambiaria, y control de la inflación.

Sin embargo, este modelo, si bien exitoso en la redistribución, se basó en la riqueza extractiva heredada más que en la creación de una nueva matriz productiva, una característica que definiría sus límites a futuro.

Posiblemente el logro más reconocido fue la drástica reducción de la pobreza y la desigualdad. Este hito no fue un resultado colateral del crecimiento, sino el objetivo central de una robusta política de redistribución de la riqueza. Los ingresos extraordinarios generados por la nacionalización de los recursos naturales se canalizaron directamente hacia programas de inversión social y transferencias directas que impactaron de manera tangible en la vida de millones de bolivianos.

Esta transformación fue impulsada por un conjunto de programas de transferencia directa que se convirtieron en emblemas de la política social del MAS: Bono Juancito Pinto -destinado a incentivar la permanencia escolar de niños y jóvenes-, Renta Dignidad -una pensión universal para las personas de la tercera edad-, y el Bono Juana Azurduy -un apoyo económico para madres gestantes y niños menores de dos años-.

Más allá de las cifras económicas y los indicadores sociales, otro de los legados más perdurables del MAS fue la refundación política de Bolivia. Este proceso redefinió la identidad misma del Estado, otorgando por primera vez un lugar central a las naciones y pueblos indígenas que habían sido sistemáticamente marginados durante siglos. Fue una transformación que buscó saldar una deuda histórica y construir un pacto social más inclusivo y representativo.

El hito fundamental de esta refundación fue la aprobación de la Nueva Constitución Política del Estado en 2009. Con la creación del "Estado Plurinacional", una redefinición que otorgó un reconocimiento constitucional sin precedentes a las 36 naciones y pueblos indígena originario campesinos de Bolivia, se rompó con el modelo republicano postcolonial.

El impacto de este cambio fue profundo y trascendió lo meramente político. Como señaló Álvaro García Linera, con este nuevo Estado, los pueblos indígenas "adquirieron ciudadanía y adquirieron poder".

Sin embargo, la fortaleza del modelo fue también su debilidad. Dependiente de la renta extractiva, el proyecto no logró diversificar la economía ni adaptarse a los nuevos desafíos sociales que él mismo generó. Como explicó el intelectual Carlos Macusaya, el MAS no pudo crear un discurso capaz de interpelar a una generación que había dejado atrás la precariedad y aspiraba a más. La pérdida de contacto con sus bases, las pugnas internas entre Evo Morales y Luis Arce, y el agotamiento del modelo económico marcaron el ocaso del ciclo hegemónico. Susana Bejarano, politóloga cercana al joven líder cocalero Andrónico Rodríguez, sumó otro dato que apuntaló la crisis del MAS: “faltas morales dentro del proyecto, las cuales no recibieron el suficiente rechazo interno”.

La encrucijada del movimiento popular-indígena

La caída del MAS está rodeada de un sentimiento de tragedia histórica. Representa la frustración de un proyecto que encarnó la promesa de inclusión para las mayorías indígenas y populares históricamente marginadas, y que lideró profundas transformaciones sociales y económicas. La sensación de una oportunidad histórica desperdiciada es palpable, un final doloroso para quienes fueron testigos y protagonistas de su ascenso.

“...es un declive sin gloria, duro... Y lloro por eso... haber visto el ascenso y tener que narrar el declive no debía eso, no es justo”, señaló García Linera.

El MAS perdió más de la mitad de su electorado histórico, pero el llamado al voto nulo de Evo Morales consiguió un margen significativo,llegando casi al veinte por ciento en la primera vuelta. Este voto nulo, que ganó en 137 municipios (el 40% del país), demostró que Moralessigue siendo el líder de la izquierda, aunque disminuido.

El "caos social y económico" generado por las disputas internas es visto por el vicepresidente David Choquehuanca (con quien Evo mantiene una posición de ruptura total y abierta hostilidad) como una fractura inaceptable, y ha solicitado a los nuevos gobernantes no "dividir más a nuestro pueblo" y priorizar el diálogo.

La experiencia encabezada por el movimiento social-indígena, a través del “instrumento político” MAS, necesita superar sus divisiones y ofrecer a sus bases una alternativa de futuro. La urgencia de la recomposición y la renovación programática tiene un desafío en el próximo campo de batalla democrático: las elecciones subnacionales previstas para marzo de 2026.

El espacio político del “evismo” (denominado “Evo Pueblo”), tiene el objetivo de convertir el voto nulo en gobernadores y alcaldes. La incidencia del voto nulo en la primera vuelta fue histórica y se demostró un importante poder territorial.

La intención de “Evo Pueblo” es asegurar las gobernaciones donde la estructura orgánica es sólida, como Cochabamba, Oruro y Potosí, además de recuperar la mayor cantidad de municipios posibles. La elección de 2026 será una prueba de fuego para demostrar si el MAS, o el espacio popular que lo conformaba, es capaz de levantarse y seguir adelante con mayor fuerza y aprendizaje después de esta "dura lección". Uno tiende a pensar que sólo la unidad interna en torno a un programa que resuelva los problemas concretos de un presente que ha cambiado,podrá remontar el declive. La historia dirá.

De momento, el futuro gobierno parece no desafiar radicalmente el modelo económico masista. Se abren caminos para el diálogo, pero también para la protesta social en la disputa por la nueva hegemonía.

La historia no está cerrada. Aunque hoy la situación parezca amarga, se mantiene viva la posibilidad de futuro, porque al final, citando el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, "veinte años no es nada".

29/07/2016

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