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"Europa se ha acorralado a sí misma, volviéndose sumisa a Estados Unidos y subordinando cuestiones de política exterior, económicas, comerciales y diplomáticas, con un alto costo en estancamiento económico y un riesgo creciente de conflicto a gran escala". Quien ésto nos comenta es Jeffrey Sachs en una reciente publicación para la revista Horizons, donde desarrolla un análisis que, a pesar de la distancia, debería ser de interés para nuestra región en momentos en que la amenaza de guerra golpea a las puertas de Sudamérica, con el despliegue militar de Estados Unidos frente a Venezuela y las recientes declaraciones de la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, quien amenazó con "utilizar medios militares” contra Brasil, en nombre de la defensa de la “libertad de expresión”, aludiendo al juzgamiento del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro por intento de golpe.
Durante la década de 1990, el economista estadounidense Jeffrey Sachs se convirtió en una de las figuras más influyentes y controvertidas en la implementación de políticas económicas neoliberales, especialmente en América Latina y Europa del Este, en su transición hacia sistemas de “libre mercado”. Su papel principal fue el de arquitecto y promotor de la "terapia de shock", un enfoque radical para la reforma económica que abogaba por una liberalización rápida y a gran escala de la economía. Sin embargo, ha modificado sus puntos de vista a lo largo de los años, y en su actual faceta como crítico del orden global, dirige duros cuestionamientos tanto a las políticas de Estados Unidos como a las de la Unión Europea. La crítica de Sachs hacia Estados Unidos es profunda y se centra en lo que él considera una peligrosa política exterior basada en la búsqueda de la hegemonía unipolar.
El peligro de la subordinación a intereses externos
En un análisis incisivo y provocador, el reconocido economista y profesor universitario (actual director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, y Presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU), presenta una visión crítica de la política exterior actual de la Unión Europea. Su ensayo, titulado "Una Nueva Política Exterior para Europa", no solo desmonta las narrativas dominantes sobre el conflicto en Ucrania y las relaciones con Rusia y China, sino que también ofrece una advertencia resonante sobre los peligros de la subordinación a intereses externos y la necesidad urgente de una diplomacia basada en el derecho internacional y la multipolaridad. Este mensaje, aunque centrado en Europa, tiene profundas implicaciones para la comprensión del orden mundial y las decisiones estratégicas de naciones como las nuestras.
Sachs sostiene que la Unión Europea se encuentra en una "trampa económica y de seguridad creada por ella misma". Esta trampa se caracteriza por una "peligrosa hostilidad con Rusia", una "mutua desconfianza con China", y una "extrema vulnerabilidad frente a Estados Unidos". La política exterior europea, según el autor, está "casi totalmente impulsada por el miedo a Rusia y China", lo cual ha resultado en una peligrosa "dependencia de seguridad de Estados Unidos”. Dicha dependencia persiste incluso cuando el propio Estados Unidos se ha vuelto "más débil, inestable, errático, irracional y peligroso en su propia política exterior".
Uno de los puntos centrales del análisis de Sachs es su refutación de la idea de que Rusia es intrínsecamente expansionista. Para Europa, esta creencia es el pilar de su política exterior, que subordina cuestiones económicas, comerciales y diplomáticas a Washington. Sin embargo, Sachs argumenta que esta narrativa es "ingenua, ahistórica y propagandística".
El autor recuerda que Rusia ha sido invadida repetidamente por potencias occidentales (Francia, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos) en los últimos dos siglos, y que su búsqueda de seguridad a través de "zonas de amortiguamiento" es una constante histórica. Las acciones rusas, a menudo presentadas en Occidente como pruebas de expansionismo (como la invasión de Finlandia en 1939, el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939 o la invasión de Ucrania en 2022), son interpretadas por Sachs como respuestas a amenazas percibidas a su seguridad nacional, no como un fin expansionista en sí mismo. Por ejemplo, el acuerdo soviético con la Alemania nazi para dividir Polonia y anexar los estados bálticos en 1939, se explica como un intento de Stalin de ganar tiempo y crear una barrera defensiva ante la inminente invasión alemana, tras ser rechazado por Gran Bretaña y Francia para una alianza defensiva.
Los altos costos de una política fallida
Sachs detalla cómo la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 fue "tan profundamente provocada por Occidente que uno sospecha que fue, de hecho, un plan estadounidense para atraerlos a la guerra y así derrotar o debilitar a Rusia". Esta afirmación se basa en una larga lista de "provocaciones occidentales" que ignoraron las "preocupaciones de seguridad nacional de Rusia":
• Expansión de la OTAN hacia el este: A pesar de las promesas de 1990, la OTAN incorporó sucesivamente a Polonia, Hungría, la República Checa (1999) y luego a países bálticos y del Mar Negro (2004).
• Abandono de tratados de control de armas nucleares: Estados Unidos se retiró unilateralmente del Tratado sobre Misiles Antibalísticos en 2002 y del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en 2019, desplegando sistemas de misiles en Polonia y Rumanía.
• Injerencia en la política interna de Ucrania: Estados Unidos gastó miles de millones para influir en la opinión pública y la política ucraniana, apoyando la "revolución naranja" de 2004-2005 y un "violento golpe de Estado" en el Maidan en 2014, que derrocó al presidente Víktor Yanukóvich.
• Impulso de la adhesión de Ucrania y Georgia a la OTAN.
• Sabotaje de la diplomacia de paz: Tras la invasión de 2022, Ucrania y Rusia avanzaron hacia un acuerdo de paz en Estambul en marzo de 2022 basado en la neutralidad de Ucrania. Sin embargo, "Estados Unidos intervino y comunicó a los ucranianos que no apoyaría el acuerdo de paz, sino que respaldaba a Ucrania para que continuara luchando".
Las consecuencias para Europa han sido enormes. La ruptura con Rusia ha provocado una caída drástica de las exportaciones europeas y un disparo en los costes energéticos, ya que Europa ha pasado del gasoducto ruso de bajo coste al gas natural licuado (GNL) estadounidense, "varias veces más caro". Esto ha llevado a un declive industrial en Alemania y una proyección de crecimiento económico anémico para la UE. Sachs subraya que Estados Unidos se ha opuesto "durante mucho tiempo a los crecientes lazos comerciales entre Europa y Rusia" para mantener su "preeminencia política y económica en Europa occidental".
El paralelo con China y la hipocresía de Occidente
El enfoque hacia China es un "espejo" de su postura hacia Rusia. Sachs apunta que la estrategia estadounidense es la hegemonía, y el ascenso económico de China se percibe como una amenaza a esta supremacía. Esto ha llevado a una "guerra mediática para desacreditar a estos supuestos enemigos de Occidente".
En un pasaje particularmente contundente, Sachs critica la doble vara moral: "Esta acusación absurda y exagerada [el supuesto genocidio en Xinjiang contra la población uigur] se hizo sin ningún intento serio de aportar pruebas, mientras que Occidente generalmente hace la vista gorda ante el genocidio real y en curso de decenas de miles de palestinos en Gaza a manos de su aliado, Israel". De la misma manera, la iniciativa china de la Franja y la Ruta, que financia infraestructuras en países en desarrollo, es tildada de "trampa de deuda", y su capacidad en tecnologías verdes como los módulos solares es descalificada como "sobreproducción".
Hacia un Nuevo Orden Mundial: lecciones para Sudamérica
Aunque el artículo propone diez pasos específicos para una nueva política exterior europea, su esencia reside en la necesidad de que Europa reevalúe sus verdaderos intereses de seguridad, restablezca la diplomacia directa con Rusia y China, y construya una capacidad militar independiente de Estados Unidos, a un costo mucho menor que el exigido por el presidente Donald Trump, y con un enfoque en la sostenibilidad.
Para Sachs, "la UE y los BRICS deberían decirle a Estados Unidos de manera firme y clara que el futuro orden mundial no se basa en la hegemonía sino en el estado de derecho según la Carta de las Naciones Unidas". La "dependencia de Estados Unidos y la OTAN es una cruel ilusión, especialmente dada la inestabilidad de los propios Estados Unidos".
Sachs enfatiza que la "reafirmación de la Carta de la ONU puede poner fin a las guerras", citando explícitamente la posibilidad de "poner fin a la impunidad de Israel y haciendo cumplir los fallos [de la Corte Internacional de Justicia] para la solución de dos estados y prevenir futuros conflictos".
El artículo de Jeffrey Sachs es, en última instancia, un llamado a la autonomía y la soberanía en la política exterior. Su análisis sobre los costos de la dependencia, la manipulación de narrativas y la necesidad de un orden mundial multipolar basado en el derecho internacional, ofrece una perspectiva esencial para las naciones latinoamericanas, que necesitan consolidar su propia posición en un escenario global cada vez más complejo y volátil. Es una invitación a la reflexión crítica sobre cómo conducir los intereses nacionales, los vínculos entre estados y el camino hacia una paz duradera. Una lección urgente para evitar los costos de alineamientos ciegos y conflictos impuestos.
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