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Por estos días, Hernán Ingelmo está presentando su libro “Vida con sabor a Evangelio”, que cuenta la actividad pastoral de Jaime Francisco De Nevares, el primer obispo de Neuquén y figura insigne en la lucha por los derechos humanos en la Argentina de cuya muerte se cumplen mañana, lunes 19, 30 años.
Ingelmo conoció a De Nevares desde pequeño, fue sacerdote en la diócesis de Neuquén y actualmente se desempeña como consultor en materia de problemas sociales. Su libro recoge 4.800 textos originales del obispo escritos entre 1971 y 1994.
En charla con sobre la vida y la obra de don Jaime, Ingelmo se refirió a lo que teológicamente en Alemán se traduce como el “contexto vital en el que se dicen y suceden las cosas”. Y que se puede resumir en que “un texto sin contexto, es un pretexto”. “La palabra de Jaime sin la vida de Jaime no tiene ningún sentido”, destacó.
El libro tiene prólogo del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva y contiene miles de escritos, algunos inéditos, que Jaime escribió para sus homilías.
-¿Qué aspectos de la vida de Jaime De Nevares resalta en el libro “Vida con sabor a evangelio” próximo a salir?
-Este libro fue realizado en base a manuscritos que encontré en la casa de don Jaime cuando me pidieron que ordenara su archivo. Y don Jaime, para las prédicas que hacía por LU5 los domingos por la mañana, se levantaba y escribía un borrador manuscrito y allí encontré 4.800 manuscritos que escaneamos en 1997, que tipeamos cada uno y en base a ellos fue que realicé mi tesis de licenciatura en Barcelona. Con lo cual “Vida con Sabor a Evangelio” tiene dos partes: una primera que es de los núcleos teológicos de la predicación de don Jaime entre 1971 y 1991, y la segunda con la misma cantidad de páginas, que son una selección de textos inéditos de Don Jaime. A cada acápite de mi libro le encontré un texto de don Jaime. Los núcleos están su predicación y en su centralidad; por un lado que todo su pensamiento está enraizado en un amor a un Jesús vivo. Aunque esto suene a muy católicocéntrico, esto explica desde dónde don Jaime entiende la política y lo social. No es lo mismo entender la justicia social desde Rerum Novarum que desde otro tipo de pensamiento como la Teología de la Liberación con una raíz más marxista. Desde lo personal he estudiado y he compartido la línea de la Teología de la Liberación y de hecho mi tesis la hice en Barcelona con jesuitas de esa línea, pero don Jaime no estaba en esa línea, como Francisco tampoco, sino más bien en la Teología del Pueblo. Pero estas son disquisiciones internas propias de la teología de un mundillo muy chiquito como el nuestro. Jaime abreva básicamente en Rerum Novarum, una encíclica sobre la justicia social, y la constitución del Concilio Vaticano II (convocado por el papa Juan XXIII) donde don Jaime dice que ese fue su escuela de obispo. Y luego, como eso se tradujo en los documentos latinoamericanos de Medellín y Puebla, don Jaime hizo una versión popular del documento de Puebla de 1969 donde se habla de las estructuras de poder, de pecado, de las inequidades del sistema capitalista, y en función de esa escuela es donde él va entendiendo cómo leer la realidad. Un punto clave me lo marcó Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz), quien me dijo “don Jaime tenía una lucidez para poder leer la realidad; podía ver donde otros no veían”.
Foto familiar del autor
Relacionada con esa consideración de Pérez Esquivel sobre la lectura de la realidad que Jaime tenía, Ingelmo contó a esta anécdota.
El 2 de abril de 1982, mis padres nos fueron a buscar al colegio Don Bosco y en casa estaba Jaime, sentado en un sillón, mirando la televisión. Era el día dela ocupación de las Islas Malvinas. Estaba la señora que nos ayudaba en casa, Ana. El clima de esa época era de felicidad. Y pocas veces lo vi a Jaime tan enojado como esa vez, que siempre fue amabilísimo con Ana, diciéndole “usted no sabe lo que está diciendo y el dolor que esto le va a causar a nuestro país”. Estaba realmente consternado y muy enojado.
Donde otros veían fiesta con la recuperación de las Malvinas, él veía dolor y lo que eso iba a impactar. Tanto es así que a Jaime, por esta actitud, le abren un juicio por traición a la Patria en Bahía Blanca y mi papá tuvo que actuar como abogado defensor. Al poco tiempo, tras haberse perdido la guerra, finalmente eso no prosperó.
-¿Qué significó para la feligresía neuquina la llegada de Jaime al Obispado en 1961?
-Como escribe Jaime en su libro “del barrio Norte a la Patagonia”, llega un obispo que cumple con todas las formalidades que en esos momentos tenían los obispos. Ahora, si hay algo que también vinculan a Francisco y a Don Jaime, es que son dos obispos que anduvieron sin impermeable. Son dos tipos que se dejaron transformar por el dolor de la gente. Y eso fue lo que Jaime vivió y lo transformó, en su viaje al norte neuquino que lo describió en una carta sobre la situación de pobreza y marginación que vivía en el norte, y que después termina de volcar, como se conoce en el Nuevo Testamento como Pablo de Tarso que cae del caballo. Con El Chocón, Don Jaime cae del caballo a la realidad de los pobres y del contexto de la realidad latinoamericana. Así como a Francisco un cardenal le dijo, cuando lo nombran papa, “no te olvides de los pobres”, y no se olvidó y marcó su pontificado. Antes que don Jaime decidiera ser cura iba a los conventillos como abogado, y un canillita que lo vio enojado porque le estaban haciendo la despedida, se acerca y le dice “lo que pasa es que la sotana lo va a alejar de la gente”, y Jaime contaba que esa frase de ese canillita fue una espina que siempre llevó y por la que siempre permaneció despierto para no alejarse de la gente.
Foto familiar del autor
-¿Es escindible la vida personal de Jaime con su labor pastoral?
-Eso tiene que ver con que la gente más pobre te transforma la vida. Eso es algo evangélico. No todos creemos en el mismo Jesús y Francisco y Jaime creen en el Jesús que refleja el Evangelio de Mateo en el capítulo 25 que dice: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba preso y me visitaste, estaba enfermo y me viniste a visitar”. Esa mirada de encontrar en el otro a Jesús, es lo que evidentemente marca la diferencia. En su último cumpleaños, el 29 de enero de 1995, don Jaime se preguntaba ¿por qué había tenido tanta repercusión en la comunidad? Esa mañana con el padre Juan (Juan San Sebastián) nos íbamos a Chos Malal. Tuvimos una charla y él nos decía “vayan afuera, no se queden en la iglesia”, y a la tarde, ya finalizado el agasajo en el patio de su casa en el Parque Industrial, me decía “no me lo explico, pero trato de buscar los motivos sin mandarme la parte, pero creo que todo ha sido porque como obispo no he trabajado solo para la gente de mi diócesis, sino que he dado espacio a toda la gente que me ha necesitado de donde fuera, sin preguntar de sus ideas o ideologías”. Por eso en el libro incluí un capítulo en el que hablo del macro ecumenismo de don Jaime, porque trabajó con rabinos, evangélicos, metodistas, no le importaban si eran marxistas. Sólo le importaba si trabajaban por la gente que sufría. Inclusive con Felipe Sapag, con quien ha tenido muchos contrapuntos, cuando fue la hiperinflación se pusieron a trabajar en armar comités conjuntos para levantar comedores en Neuquén. Cuando ocurrió el alzamiento militar fue a casa de gobierno. Hacía lo que había que hacer en pos del bien común, y es algo que tienen en común Jaime y Francisco que es la política como el grado más alto de la caridad, que es una frase de Pío XI.
Don Jaime bautizando en Ruca Choroi. Foto familiar del autor
-¿Cómo fue su relación con otros obispos que no pensaban como él y con Enrique Angelelli, Jorge Novak o Esteban Hesayne?
-Fue una relación tensa, pero don Jaime sabía moverse en los ámbitos sociales altos. Su abuelo materno era el intendente (Carlos) Casares, el de la calle; la hija de Juárez Celman fue su madrina de bautismo y la familia Roca le regaló el escritorio que lo tuvo en el obispado y hoy está en el Museo de Neuquén. Jaime viene de ese contexto, entonces hablar con los altos eclesiásticos no era una dificultad. Sí tenía claro que no iba a cambiar su manera de ser, tenía mucha fortaleza. Jaime se ordenó en un tiempo cercano al de Angelelli, entonces en las reuniones anuales episcopales se iban sentando de acuerdo a cómo iban siendo ordenados como obispos. Ellos se sentaban juntos y podían charlar cosas extras. Con Novak, con Hesayne y con Angelelli tenía una relación muy especial. Con el resto, le ha llegado a decir a quien era obispo castrense durante la huelga de El Chocón, donde hubo un gran enfrentamiento, en la discusión sobre quién bendecía la hermosa capilla en El Chocón, y don Jaime le dijo que no se iba a bendecir en tanto y en cuanto las medidas de seguridad y las condiciones de justicia social de los obreros no se solucionaran. El obispo castrense vino a bendecir y Jaime le escribe una carta en la que le dijo “esa bendición será de usted, pero no es de Dios”. Ese trato tenía con sus hermanos obispos. Ese trato también lo tuvo cuando decide ser Congresal Constituyente -que gana la primera elección que pierde el MPN-, y hace la disquisición entre Política y política, considerando a la política con mayúscula aquella que atiende a las cuestiones de Estado, como lo es una Constitución, y por eso se ve compelido a participar de esa Constituyente. Finalmente termina no conformando a nadie porque es fiel a su profetismo, porque por un lado sus hermanos obispos no entienden que él tiene que trabajar por el bien común y ponerse en la política como el grado más alto de la caridad, y a los políticos tampoco los conforma porque renuncia porque al no abrirse el Pacto de Olivos no se podía generar la discusión sobre el centralismo porteño. Lo que lo hace renunciar en la Constituyente es que consideraba que el federalismo no iba a poder desarrollarse y que iba a seguir vigente el federalismo porteño. Hoy lo vemos con el tema de las represas y las bases militares. Eso hizo que dijera “no quiero participar de los funerales de la Nación”.
-Una frase que lo marca como un hombre político, además de religioso…
-Hay que entender que don Jaime en su juventud, además era abogado, fue militar como subteniente de reserva porque decidió voluntariamente hacer Caballería. Actualmente conservo sus botas que me regaló y lejos de lo que la gente pueda pensar, sobre un pensamiento antimilitarista por todo lo que hizo en la defensa de los Derechos Humanos, su enojo con los militares de la dictadura fue porque ellos deshonraban lo que significaban las Fuerzas Armadas, de las que tenía una altísima consideración. Él tenía un tío general, por eso a diferencia de Angelelli, a él no lo mataron.
Una anécdota que demuestra la relación de Jaime De Nevares con la dictadura militar:
Cierta vez sonó el teléfono del obispado y atendió Jaime. Levantó el tubo y dijo “¡qué bueno, así mañana salimos en los diarios!”, y colgó. Cuando le preguntaron quién era, respondió: “dijeron que habían puesto una bomba en el obispado”.
Foto familiar del autor
-¿Con Angelelli tenía una relación especial?
-Jaime siempre tuvo claro que a Angelelli lo asesinaron. Sus hermanos obispos decían que había sido un accidente. Tanto es así que, siendo yo seminarista en 1993, un obispo encargado de la Pastoral Social (Ángel Casaretto), en una biblioteca me desautorizó delante de todos mis compañeros cuando le dije que a Angelelli lo habían asesinado y él me dijo que había sido un accidente.
Jaime las madres y Perez Esquivel. Foto familiar del autor
Jaime, todos los 4 de agosto, hacía una misa recordando el martirio de Angelelli, aún en tiempo de dictadura. A esas mismas venían Hesayne y Pérez Esquivel. Un día el diario Río negro le hace una entrevista donde mi madre me cuenta que el título de esa nota decía “Si hubiera un fiscal que acuse”. Y esa nota hablaba justamente de que la causa Angelelli estaba como accidente. Ello coincidió que mi mamá (la ex jueza federal María del Carmen de la Barrera de Ingelmo) que era Defensora en el Tribunal Superior de Justicia, en esos días estaba de subrogante fiscal. Cuando vio el título del Río Negro se enojó y se fue al obispado con esa nota. Entró al despacho y estuvo dos horas con Jaime a solas. Ella le dijo “¿cómo va a estar usted diciendo estas barbaridades?, soy fiscal, cómo que no voy a acusar”. Tras ello mi madre tomó ese artículo, elaboró un escrito y envió ese escrito al juzgado de La Rioja diciendo que un obispo de la ciudad de Neuquén denunciaba que a Angelelli lo habían asesinado. Con ese escrito, se caratuló la causa como asesinato en La Rioja.
Hay una carpeta que una persona había guardado y me la entregó cuando yo ya era cura y la dejé en el obispado. Luego sirvió para la canonización.
-Jaime dejó la vara muy alta en el obispado, así como Francisco la dejó en el Vaticano. Los obispos que lo sucedieron ¿dieron continuidad a su trabajo pastoral?
-La realidad es que cada obispo puede tomar los legados o no. A Jaime no fueron otros obispos los que lo transformaron. Lo transformó la gente. La pregunta es si cada uno de los obispos que siguió a Jaime se dejó transformar por el dolor de la gente. Los desafíos que tuvo Francisco no son los mismos que tuvo Jaime, porque Jaime no habló de medio ambiente, pero Francisco la leyó y la tuvo clara. No dudo que en la época de Jaime hubiera personas trans o cuestiones de género, pero Francisco se ocupó de esos temas porque en este tiempo la sociedad está reclamando. Cada uno fue fiel a su tiempo y lo que hizo fue decodificar al modo de Jesús servidor lo que le parecía que tenía que transformar de esta realidad. Tomar el legado de Jaime o Francisco, inspirarse en ellos, está bueno. Pero lo que uno debe preguntarse en este tiempo es ¿cómo habrían actuado ellos?
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