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La ministra de Seguridad Patricia Bullrich salió averiada de su aventura represiva del miércoles negro, una jornada que por fortuna no terminó con un muerto aunque dejó el saldo del fotógrafo Pablo Grillo gravemente herido y todavía luchando por su vida. Pero la ministra no fue la única golpeada, el principal dañado fue el propio gobierno.
El costo político de la brutal represión desnudó ante muchos desprevenidos la verdadera cara del gobierno de Milei y contribuyó a derrumbar su imagen en todos los sondeos, lo que provocó que internamente llovieran las críticas hacia los “excesos” de Bullrich.
Si bien la ministra que “puso bombas en los jardines de infantes” (Milei dixit) salvó por ahora la cabeza, fue apartada del dispositivo de seguridad de este último miércoles, que se limitó a poner el Congreso bajo siete llaves para que nadie pudiera acercarse, pero se cuidó de practicar otra cacería sangrienta como la del 13.
El gobierno tocó un límite. En su programa de exterminio de los viejos y los enfermos, que con su hambre y su salud financiaron el 30 por ciento del ajuste, algunas desmesuras pueden resultar un búmeran -de hecho resultan- y el violento ataque a los jubilados y a los hinchas de fútbol que se solidarizaron con ellos, sin duda lo fue.
Otra muestra de un gobierno en situación cada vez más insostenible, fue el mamarracho jurídico que Milei le hizo votar a los diputados para volver a endeudar al país ante el FMI.
Se trata de un gesto desesperado frente a la evaporación de las reservas, de las que sólo en la última semana se quemaron 1.000 millones de dólares, todo para mantener una relación del peso con el dólar totalmente artificial, que resulta tan buena para Caputo y sus amigos bicicleteros -o para los salames que viajan contentos a Miami- como calamitosa para el país, pero que es el único anclaje a mano del gobierno para sostener el espejismo de la baja de la inflación.
El DNU por el que el presidente se autoriza a sí mismo a aceptar las imposiciones del Fondo. No tiene monto, ni plazo ni tasa y es una verdadera rendición incondicional que, sin embargo, 129 diputados le aprobaron, violando la ley y la Constitución, y traicionando el mandato de los argentinos a los que teóricamente deberían representar.
Peores que Milei son sus cómplices, todos ellos: el Pro, los radicales con peluca, el “peronismo” cordobés, Pichetto, Carrió; los gobernadores que se quieren salvar aunque el país se hunda; los legisladores que ayudan al presidente a gobernar por decreto; la clase media gorila que ve en los pobres una amenaza; la clase dominante que lo apoya porque tiene un proyecto de saqueo pero no de país; los tibios que dicen por lo bajo “está loco, pero alguien lo tenía que hacer”... todos.
Con la imagen que cae a pique en las encuestas y su único, relativo logro en peligro de derrumbe, porque para aflojar dólares el Fondo exige un tipo de cambio a 1600 por peso y con ello el costo de vida se volvería a disparar, el gobierno comienza a barajar soluciones desesperadas como adelantar las elecciones.
Como los barriletes, el país manejado con rienda corta que quiere Milei está cada vez más tenso y comienza a colear.
Continuará.
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