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Columnistas
16/03/2025

La invisible marca de la muerte en tu celular: la interminable guerra del Congo

La invisible marca de la muerte en tu celular: la interminable guerra del Congo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

¿Por qué no sabemos nada de esta guerra atroz? ¿Por qué no hay sanciones contra Ruanda, el evidente impulsor del conflicto? ¿Por qué nadie pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU?

Gustavo Crisafulli *

El 28 de enero de 2025 las fuerzas del rebelde M23 tomaron Goma, la segunda ciudad de la República Democrática del Congo, de dos millones de habitantes.

En el ataque murió un soldado uruguayo y otros tres fueron gravemente heridos, sumándose a las ya más de 3.000 bajas de la MONUSCO, la Misión de la ONU en el país, que protege los campos de refugiados y desplazados.

Con la abierta participación militar de Ruanda, a mediados de febrero ocuparon Bukavu y el 9 de marzo Walikale, la mayor mina estatal, controlando la casi totalidad de las provincias de Kivu del Norte y del Sur, en una guerra civil cada vez más internacionalizada, ante la pasividad de las naciones occidentales y la impotencia de la ONU.

El Congo es el segundo país africano en extensión, después de Argelia, y el cuarto más poblado, con unos 102 millones de habitantes. Conviven allí más de 250 grupos étnicos cuya lengua compartida es el francés, herencia de su violento pasado colonial a manos de los belgas, que se retiraron en 1960.

Las raíces del conflicto actual se remontan a los años 90 del siglo XX con el genocidio en Ruanda, que se extendió al este del Congo, en una guerra que duró hasta 2003, con la participación de nueve naciones africanas y un saldo de más de 5 millones de muertos.

En 2012 la guerra civil congoleña volvió a activarse desde Ruanda con el movimiento M23 que desde 2022, junto a tropas ruandesas, inició una invasión en gran escala, desplazando de sus hogares a unos 4 millones de personas y produciendo un número indeterminado de muertos y heridos, que se estima en decenas de miles.

El M23 (Movimiento 23 de Marzo) fue formado por antiguos guerrilleros congoleños de la etnia tutsi y muchos creen que es un mero instrumento creado y financiado por la élite tutsi que domina Ruanda desde el fin de su guerra civil.

El ejército congoleño es una mezcla de soldados regulares, milicias locales y mercenarios extranjeros que en buena medida se apoya en las tropas enviadas por Burundi, Tanzania y Sudáfrica.

De hecho, el retiro de las fuerzas burundíes en enero pasado, para proteger su propia frontera con Ruanda, ha facilitado el profundo avance del M23 y los ruandeses.

¿Por qué no sabemos nada de esta guerra atroz? ¿Por qué no hay sanciones contra Ruanda, el evidente impulsor del conflicto? ¿Por qué nadie pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU?

La respuesta está escondida en tu celular, tu computadora, tu smart tv u otros dispositivos electrónicos.

La cuenca congoleña y particularmente la región este del país, además de su producción de oro, es depósito del 75% del Coltán y el 50% del Cobalto en el mundo, junto a otras “tierras raras”, cuyo mayor productor y comercializador es China.

Son una familia de 17 metales, “raros” por sus propiedades más que por su escasez (varios de ellos son más abundantes que el oro) cuya demanda mundial para usos civiles y militares creció exponencialmente en lo que va del siglo, desde las comunicaciones (celulares, cables de fibra óptica, redes satelitales) hasta los nuevos desarrollos tecnológicos industriales y médicos y son esenciales para los vehículos eléctricos y los dispositivos e infraestructuras de energías solar y eólica.

El presidente ruandés Paul Kagame, que gobierna con mano de hierro el país desde el 2000, ha estrechado las relaciones económicas y militares con Europa.

Desde 2021 envió más de 2000 soldados a Cabo Delgado, en Mozambique, para enfrentar a las guerrillas locales y proteger al enorme complejo gasífero de la francesa Total, con el acuerdo del gobierno de Maputo y el financiamiento galo.

En diciembre de 2023, firmó un acuerdo con Gran Bretaña por el cual Londres deportaría a Kigali, capital de Ruanda, a los inmigrantes que ingresaran ilegalmente a su territorio, sin importar su origen. El acuerdo fue finalmente rechazado por la Justicia británica.

Por estas cosas y por otras más inconfesables como la compra de “minerales sangrientos”, que saben que provienen del este del Congo, ni Francia ni Gran Bretaña han hecho el menor gesto de censura a la guerra.

Por otro lado, el mayor inversor individual en Ruanda es Alemania (fue su colonia entre 1884 y 1916) que en 2022 destinó unos 1000 millones de euros a lo que llamó “Cooperación Financiera para la Inversión” (léase: extracción de minerales) y que tampoco ha hecho ningún esfuerzo diplomático.

Y la Unión Europea, mediante la Comisión Europea, firmó con Ruanda el 19 de febrero de 2024 un Acuerdo para el Fortalecimiento Sustentable de las Cadenas de Valor de Tierras Raras.

Bajo el paraguas de la preocupación medioambiental la UE financiará el desarrollo e integración de las infraestructuras de explotación minera y la provisión de esos recursos a las empresas europeas.

La invasión al este de la República Democrática del Congo es parte de la política ruandesa de apoderarse de los recursos naturales para aprovisionar al mercado mundial y el interés de la UE es competir en mejores condiciones con China en África y depender menos de las cadenas de comercialización dominadas por el gigante oriental.

Cuánta sangre inocente cueste no importa (mientras no sea la propia), aunque sus manchas invisibles y los gritos ahogados habiten para siempre en nuestros aparatos.



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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