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La palabra “mejicanear” tiene una connotación negativa. Viene del lunfardo que significa traicionar la confianza de los cómplices, robarse entre ladrones. Su origen es de principios del siglo XX y se utiliza, casi exclusivamente, en nuestro país. Se desconoce la razón de la semántica, aunque se especula que nada tiene que ver con el país lindante con EE.UU., sino con la significación del botín, algo incomprobable. Esa connotación negativa de la palabra “mejicanear”, poco tiene que ver con la actitud del gobierno mexicano. La actual presidenta está dando ejemplo de transparencia de cómo y para quién gobernar.
Claudia Sheinbaum, la primera mujer a cargo del poder ejecutivo, que ganó las elecciones con el 62% de los votos, en octubre del pasado año recibió la banda presidencial de parte de su viejo compañero y amigo López Obrador y el Bastón de Mando le fue entregado por 79 Pueblos Originarios que habitan en México. Este acto cargado de simbolismo marca su compromiso con los Pueblos Originarios. Como si eso no bastase para demostrar su posición anticolonial, puso en su lugar al Rey Felipe VI de España, quien no fue invitado a su asunción por no pedir disculpas por las atrocidades hechas en América por la corona española. Así comenzó su mandato.
Hace exactamente una semana, la presidenta convocó a una Asamblea Informativa al Zócalo (plaza central de la ciudad de México) para difundir las medidas que tomaría si Trump, el Presidente de los EE.UU., impusiera el 25% de arancelamiento a la importación de productos mexicanos. A último momento, el país del norte desistió de cobrar tal arancel, lo cual se festejó en la Asamblea Informativa. Allí anunció Sheinbaum que el primer mandatario estadounidense le había comunicado telefónicamente, que su país no cobraría aranceles a productos importados provenientes de países que tengan la misma actitud con los productos norteamericanos. Entre ambas naciones no existen fronteras para la comercialización de productos hace más de 30 años. En el discurso pronunciado en el Zócalo, la Presidenta azteca dio algunos números que sorprendieron a más de uno. Dijo que viven más de 35 millones de mexicanos en EE.UU., producto de las políticas neoliberales implementadas con mayor fuerza desde la década de los 90, que produjeron un masivo exilio económico. Hoy, esos paisanos y paisanas – dijo la primer mandataria- envían al país una remesa anual de 64 mil millones de dólares”.
En sólo seis años de gobierno, el movimiento político “Morena” fundado por Manuel López Obrador (AMLO), redujo notablemente la pobreza, industrializando el país, haciendo fuertes inversiones desde el Estado en obras públicas, ejemplo de ello es el Tren Maya, que recorre la península de Yucatán a través de dos vías. Democratizó la información, pero también las decisiones gubernamentales. En ese camino, durante casi seis años, seguirá su sucesora con la política de industrialización, invirtiendo desde el Estado en Ciencia y Tecnología, en Educación y Salud Pública, apostando a financiar a medianos y pequeños productores, construyendo un millón de viviendas, profundizando el Plan Habitacional empezado por su predecesor. Los programas de bienestar que desarrolló AMLO, seguirán ampliándose en pensiones, becas y apoyo a personas con discapacidad. Y como si esto fuera poco, en unos días más las y los mexicanos elegirán a jueces/juezas y otros funcionarios judiciales, cumpliendo con la reforma judicial comenzada en la gestión anterior, transformando de esa manera al Poder de la balanza y la señora con los ojos vendados, viciado de favoritismos, acomodos y corrupción, a imagen y semejanza de casi todos los Poderes judiciales aristocráticos, elitistas y clasistas latinoamericanos.
Mientras México se desarrolla económicamente y se cohesiona socialmente, su país lindante al norte enfrenta serios problemas. Donald Trump representa el desenlace de una sociedad fragmentada y decadente, al borde de una guerra civil, como lo plantea el analista político español, Manuel Monereo. El “mandamás” norteamericano navega en una contradicción. Por un lado, debe fortalecer una Nación debilitada, y con esa Nación debilitada debe mantener un imperio, que como todo imperio debe mostrar fortaleza para no perecer. Todo indica que el mundo está cambiando y, que la hegemonía norteamericana ha llegado a su fin. Está dando sus últimos coletazos, que serán aún más violentos.
Por estos lares, seguimos con un gobierno que idolatra al imperio y está dispuesto a inmolarnos con él. Pero también tenemos un pueblo que parece estar reaccionando ante tanta ignominia, tanto maltrato y entrega del patrimonio nacional. Estaría bueno que empecemos a mejicanearnos.
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