El gobierno de Javier Milei se acaba de autoinfligir una nueva derrota. La brutal represión del miércoles a los jubilados y los hinchas de fútbol que fueron a solidarizarse con ellos y el disparo a matar con una pistola lanza gases que ha puesto entre la vida y la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, se suma al escándalo internacional por la estafa con la criptomoneda $Libra y cada vez está más claro que el presidente es un sujeto mentiroso y lleno de odio, con una ministra de Seguridad a su medida, motivos por los cuales las imágenes de ambos caen fuertemente en la consideración pública.

A esto se suma una inflación que además de mentirosa vuelve a subir, una paridad cambiaria que además de fundir a la industria y aumentar la desocupación le ha costado al país más de 21 mil millones de dólares en lo que va de este gobierno; escándalos en el Congreso provocados por el oficialismo y sus aliados que revuelcan el Poder Legislativo por el lodo; nombramiento de jueces de la Corte Suprema por decreto -y desfachatados que aceptan ser nombrados- echando por tierra la Constitución; en fin, la gente que empieza a darse cuenta y el gobierno comienza a hacer agua por todos lados.

La historia de las pistolas lanza gases es bien conocida por los neuquinos. El asesinato del maestro Carlos Fuentealba durante el gobierno de Jorge Sobisch, puso en evidencia los costos de azuzar a las fuerzas de seguridad para que repriman violentamente cualquier protesta. También, que el uso indebido de esas armas puede resultar letal para las personas.

El 4 de abril de 2007, la policía recibió la orden de Sobisch -por entonces además de todo candidato presidencial- de reprimir a los docentes que se manifestaban sobre la ruta 22 a la altura de Arroyito. Luego de que los manifestantes fueran desalojados con balas de goma y gases lacrimógenos, cuando se retiraban en dirección a Neuquén, Fuentealba recibió el impacto de una granada de gas en la nuca disparado por el cabo de la policía Darío Poblete.

El hecho desencadenó una ola de rechazo en todo el país, y en Neuquén los docentes rodearon durante días la Casa de Gobierno; el entonces gobernador, en completa soledad, comenzó a contar el tiempo de descuento.

La trágica muerte de Fuentealba fue uno de los principales motivos para que la pistola lanza gases fueran considerada peligrosa y retirada del equipamiento de los cuerpos de seguridad. Fue la actual ministra Patricia Bullrich quien la volvió a introducir con su nefasto protocolo de seguridad y ahora se viven nuevamente las consecuencias.

Milei y Bullrich mienten y tergiversan la verdad, y la prensa canalla les hace el juego. El proyectil que impactó en la frente de Grillo no rebotó sino que el miembro de la fuerza de seguridad que lo disparó apuntó a matar, como demuestra una pericia que tomó estado público el jueves.

Una anciana de 82 años no agredió a un uniformado sino que éste la golpeó brutalmente con un bastón y no la mató de casualidad. Los que acudieron a solidarizarse con los jubilados -a quienes el gobierno les recortó los salarios y les quitó los medicamentos- no eran barrabravas como dijo Bullrich ni “zurdos hijos de puta” como escupió el presidente, eran jóvenes hinchas de fútbol solidarios, algunos de los cuales seguramente habrán votado al actual gobierno y el miércoles hicieron, sin pensarlo, un curso intensivo de conciencia política.

Milei ha violentado las leyes y la Constitución, ha estafado a desprevenidos; maneja el presupuesto a su antojo, se ha dado permiso a sí mismo para volver a endeudar al país, y le ha hecho saber a quienes protesten contra sus ataques al estado de derecho que los reprimirá violentamente.

Hay motivos más que suficientes para someterlo a juicio político y destituirlo. La democracia argentina, que no nació de un zapallo sino de las luchas del pueblo contra las dictaduras, está amenazada seriamente por un gobierno autoritario y violento. El poder económico, los medios que le pertenecen, una parte del Poder Judicial y otra del Poder legislativo son cómplices. ¿Hasta cuándo?