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09/03/2025

Memoria

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Lo que está ocurriendo con el plan económico del gobierno nacional se parece mucho a los signos de descomposición de la convertibilidad, no se trata de solazarse en el dolor vivido sino de no volverlo a sufrir.

Héctor Mauriño

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En diciembre de 2001 cuando se terminó de derrumbar la convertibilidad el país vivió horas dramáticas y Neuquén no fue la excepción. Lamentablemente, pareciera que los argentinos son capaces de tropezar una vez más con la misma piedra.

La convertibilidad de Carlos Menem y Domingo Cavallo sostuvo la paridad peso-dólar primero con la privatización de activos públicos a precio vil y luego con un feroz endeudamiento, hasta que la inflación en dólares hizo de la Argentina uno de los países más caros del mundo.

Todo esto ocurrió mientras cerraban las industrias, la desocupación trepaba al 23 o 25 por ciento (en Cutral Co llegó al 26), hasta que finalmente en 2001 Cavallo implantó el corralito y el país se detuvo como una vieja locomotora oxidada. Fue la etapa de “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola”, con la gente que salió a las calles para exigir “que se vayan todos”. Es preciso tenerlo en cuenta porque así culminó una experiencia económica muy similar a la actual.

Tal vez muchos no lo recuerden porque no habían nacido o eran muy pequeños, otros porque por razones ideológicas prefieren no recordar e insistir en el error, pero aquello fue una hecatombe que dejó palmariamente demostrada la inviabilidad del modelo neoliberal, del que Milei es hoy una expresión exacerbada y brutal.

Quienes vivieron esa etapa en la edad adulta pueden atestiguar que Neuquén no fue una “isla” en medio de un país desordenado, como reiteradamente proponen explícita o implícitamente sus gobernantes, sino que a pesar de su riqueza en petróleo, gas e hidroelectricidad, apoyó muchas de las medidas de aquel gobierno nacional y terminó pagando un enorme costo social y económico.

Fue en ese período que surgieron los “planes sociales” para contener la desbordante desocupación; las tomas y los cortes de ruta, un modelo de resistencia que Neuquén le dio al país de la mano de los piqueteros, más tarde llamados también fogoneros, y que tuvo su máxima expresión en las dos puebladas de Cutral Co y Plaza Huincul, consecuencia directa de las privatizaciones de YPF y de Gas de Estado, que el gobierno neuquino de entonces apoyó en el Congreso.

En el verano de 2002 los presupuestos del estado provincial y de los municipios, en particular de la municipalidad de Neuquén se licuaron. Este cronista todavía recuerda la confesión que le hizo entonces el intendente Horacio Quiroga: “se acabó todo, no hay más presupuesto, mi proyecto está acabado, no puedo seguir gobernando”.

Este recuerdo amargo viene a colación de lo que está ocurriendo ahora, que se parece mucho a los primeros tiempos de la descomposición de la convertibilidad, no se trata de solazarse en el dolor vivido sino de no volverlo a sufrir.

Y esto viene a cuento de que si bien la provincia -parte de cuyos ingresos está referenciada en el valor del dólar- goza de una mejor situación económica que muchas de sus pares por la enorme riqueza de Vaca Muerta, lo que se traduce en mejores salarios, mejor contención social y mayor consumo, está siendo severamente afectada por una paridad cambiaria que la perjudica enormemente.

Si hasta ahora no se han sentido en toda su magnitud los efectos de este cuadro de situación, se debe a que la merma de los ingresos que la provincia recibe producto de un atraso cambiario del orden de entre el 20 y el 30 por ciento, han sido suplidos hasta ahora con un aumento de la producción, cuestión que podría no sostenerse indefinidamente. De hecho en los últimos días el barril de petróleo comienza a experimentar una tendencia a la baja producto de una combinación de factores que Neuquén no maneja ni puede manejar.

El gobernador Figueroa admitió en su discurso del inicio de sesiones ordinarias de la Legislatura que “a Neuquén le afecta mucho el tipo de cambio” y que en 2024 mientras el dólar se quedó quieto “los gastos subieron tres veces más”.

También dijo que durante este año “la inflación está prevista (en) el doble de lo que va a ser la devaluación, con lo cual va a agravar aún más este tema” . Y reveló que como el precio de los recursos locales no lo fija Neuquén sino el mercado internacional “tenemos que ajustar las cantidades”.

En un contacto posterior con la prensa, Figueroa tomó distancia de Javier Milei al aclarar que el modelo del gobierno nacional no es el suyo:“pienso diferente en varios conceptos que hoy expuse, la obra pública y la presencia del Estado”, dijo y agregó: “en los temas que beneficien a Neuquén lo vamos a respaldar y en los que perjudiquen a la provincia, nos vamos a oponer".

Si Neuquén no es una isla -y está claro que no lo es- no alcanza con hacer todo lo que le convenga a Neuquén y votar en contra de lo que no le convenga, hace falta una postura crítica más contundente a un modelo que ya se ha demostrado que puede parecer beneficioso en el corto plazo pero a mediano y largo plazo es penoso para el país y lo terminará siendo para la provincia.

El gobierno de Milei dice que está logrando estabilidad macroeconómica y una baja de la inflación, pero una y otra cosa son engañosas, porque el equilibrio fiscal lo alcanzó dejando de cumplir las obligaciones primarias del Estado y la inflación -además de ser mayor que la del IPC porque este utiliza parámetros desactualizados para medirla- se ha sostenido con un fuerte atraso cambiario y echando a la hoguera 21 millones de dólares para mantener el actual tipo de cambio.

Milei está destruyendo las bases productivas del país y el sistema de convivencia de los argentinos, y es preciso oponerse a ello con todas las fuerzas; no se trata de que mientras el país no estalle a nosotros nos va bien o cualquier otra evaluación cortoplacista, está demostrado que cuando al país le va mal más temprano que tarde a Neuquén, a pesar de su riqueza y de que su modelo político es en muchos aspectos opuesto al nacional, también le va a ir mal.

29/07/2016

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