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Javier Milei protagoniza el ataque más profundo contra la democracia argentina desde las dictaduras militares del siglo pasado. El sistema de convivencia reinstalado en 1983, sufre día a día una mayor degradación de la mano de un gobierno que avanza hacia el autoritarismo, demuele instituciones, viola el equilibrio de poderes y pasa por encima de la Constitución y de las leyes.
En los últimos días el presidente participó de una estafa con una criptomoneda ante los ojos de todo el planeta, violó la Constitución al nombrar dos jueces de la Corte Suprema por decreto y en otro arrebato dictatorial amenazó con intervenir la provincia de Buenos Aires, que reúne el 40 por ciento de la población del país y cuyo gobernador fue elegido y reelegido por voluntad popular.
Lo del presidente se parece a una huida hacia adelante: debilitado por la cripto-estafa de $Libra cada día produce un hecho más irritativo y sorprendente en un intento por tapar el escándalo internacional que ya llegó a la primera plana de The New York Times. Para el discurso de ayer desplazó a la prensa del recinto legislativo cuestión de que sólo exista una versión oficial de los hechos. Cómo en una cámara ligera todo se acelera hacia un final que nadie conoce pero todos intuyen cercano.
Por otra parte, su único logro relativo, cierta estabilidad producto de esconder las verdaderas cifras de la inflación, la desocupación y la pobreza, amenaza con derrumbarse en cualquier momento, porque no termina de conseguir los dólares necesarios para seguir sosteniendo la paridad cambiaria. Una relación peso-dólar que ha convertido a la Argentina en uno de los países más caros del mundo y está terminando con la industria y afectando severamente al campo, hasta ahora aliado del presidente en su cruzada antinacional y antipopular.
Lo más preocupante es que este avance de Milei hacia la suma del poder público, es que este personaje estrafalario devenido presidente cuenta con la complicidad del establishment económico y su aparato de comunicación, y buena parte de la superestructura política y de los estamentos clave del Poder Judicial.
También, fuerza reconocerlo, con una parte importante del electorado de la clase media que, como dijimos desde este mismo espacio en noviembre de 2023 entregó su alma al diablo, porque al votar a Milei sabiendo que era una figura desquiciada y violenta con el innoble objetivo de evitar que gane el peronismo, empujó la democracia al abismo.
Y también, y más preocupante aún, tiene todavía el apoyo de una parte del electorado inmerso en las infinitas variantes de la economía informal, que se rebeló ofuscado contra la superestructura política, a la que con cierta miopía y falta de conciencia de clase hace responsable de todos sus males.
Como todas las calamidades, esta que se abate hoy sobre la Argentina y su pueblo alguna vez quedará atrás, pero dejará un país destruido económicamente, empobrecido social y culturalmente, menos soberano y devastado en el plano institucional.
La pregunta no es solamente cuánto esfuerzo demandará al pueblo argentino la reconstrucción sino también cómo, sobre qué bases programáticas e institucionales se podrá lograr, porque Milei es un claro exponente de la verdadera “casta”, la que está hundiendo al país, y como un relámpago en medio de la oscuridad la aventura libertaria ha dejado demostrado que el sistema democrático argentino ya no funciona ni convence.
Para abonar este aspecto baste con recordar que el Poder Judicial lejos de ser independiente reporta al poder político y sobre todo al poder económico y su superestructura política. Buena parte de los miembros del Poder Legislativo no responden a su cometido, porque muchos de los diputados elegidos para hacer oposición se allanan a ser cooptados o comprados por el Ejecutivo.
Una cantidad importante de los senadores no representan a las provincias sino a los gobernadores, y buena parte de los gobernadores han dejado de ser expresión del federalismo para convertirse en rehenes o lacayos voluntarios del Ejecutivo nacional. Y así se podría seguir un largo rato. Es difícil a esta altura de los acontecimientos encontrar algún resorte institucional que no haya sido atropellado y sometido por un poder central al servicio de poderosos intereses nacionales e internacionales.
Todo lo malo que está haciendo Milei no es nuevo, claro que no, pero su desvarío dictatorial y su servilismo con el poder económico y Estados Unidos lo está llevando al paroxismo.
Mientras tanto, el campo popular, el único capaz de enhebrar una propuesta que ponga fin a esta catástrofe, se debate en medio de su propia interna sin resolver la cuestión de fondo: el por qué de la derrota y la propuesta para que el pueblo argentino pueda salir adelante.
Esta interna tiene que ver con la falta de un análisis crítico de los motivos que llevaron que el gobierno de Unión por la Patria defraudara las expectativas y fuera derrotado en 2023. Hay que decirlo claramente: no se trata de que nadie se inmole, de lo que se trata es de saber por qué se equivocó el rumbo y cómo fue que el peronismo se enajenó parte del respaldo popular. También, de precisar las responsabilidades, porque es la forma de superar la derrota.
La cuestión acá no es Cristina o Kicillof, la única salida es con Cristina, Kicillof y todo el campo popular encolumnado. En ese plano, la ofensiva ciega de Milei contra el gobernador de la provincia más importante del país, que es administrada por el peronismo, logró una respuesta de unidad. Es una buena señal pero no alcanza.
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