Hemos llegado al deslinde de la sensatez con la codicia desenfrenada, cuasi delictual, de esta derecha arropada de legal, que no digo democrática, porque ya ha demostrado que repudia la democracia y el estado de derecho y todo lo que estructurado históricamente a favor de la Humanidad, se oponga a sus designios.

No hay otra orilla ni otro borde de una grieta que ha sido desbordada por el odio y la violencia de la antipolítica, por el odio y la violencia de la antipatria y de la negación empática respecto del pueblo argentino.

Donald Trump estimula el odio y la violencia porque en su megalomanía quiere demostrar que él es superior a las evidencias, como que perdió las elecciones contra Biden, como que acicateó, y financió la toma del Capitolio por los bárbaros de su sector, como que indultará a los delincuentes que lo protagonizaron.

Ahora quiere lograr el imposible de reclamar un liderazgo mundial en base a su poderío bélico y ya piensa en usurpar Groenlandia, el canal de Panamá y otros territorios soberanos porque se le ocurre. Ahogará financieramente la solidaridad de los países que componen la Unión Europea, que había conservado una débil voz de cierta coherencia oponiéndose a la invasión a Irak, pero que se sometió con Ucrania.

EE.UU. amenaza al mundo, aún al costo de la destrucción del planeta. Nos está diciendo a través de su presidente o es su país que por los siglos de los siglos gobernará al mundo o no lo hará ninguna otra potencia.

Pero todo eso es el delirio sistematizado de un hombre enajenado. Enfrente está la sabiduría china y la tozudez rusa y la gran mayoría de los pueblos del mundo que estarán por la preservación de la vida humana en el planeta, por el anti belicismo, por el respeto territorial soberano, por el progreso de los pueblos hacia la Paz.

Por lo demás el régimen de Trump se acerca cada vez más a las formas fascistas de organizar lo político-electoral. Los partidos deberán recabar fondos para sus campañas a las grandes corporaciones. Eso es fascista de cabo a rabo. La representación política será de las grandes corporaciones, no de la voluntad popular.