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El apabullante triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del 5 de noviembre pasado coincide con el mejor momento del gobierno de Javier Milei, asentado en una estabilidad macroeconómica que se sostiene en base a una inflación en baja, recesión y un ajuste brutal.
Uno y otro fenómeno hablan del auge de la ultraderecha a nivel global, pero también de la necesidad de pensar en organizar “nuevos territorios, donde puedan empezar a juntarse las voces disidentes que hoy están muy fragmentadas”, según analiza María Esperanza Casullo, politóloga e investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro en diálogo con .
Para la autora de “¿Por qué funciona el populismo?”, Javier Milei se mira en el espejo del trumpismo y representa una fase superior del neoliberalismo, “un proyecto donde las elites tengan los votos y a la vez gobiernen, muy similar a lo que pasó con Bolsonaro en Brasil o a lo que sucede Katz en Chile”.
“Las élites en la Argentina, que antes eran anti populistas, ahora ven que esta manera de hacer política les genera la posibilidad de tener lo que nunca tuvieron, los votos de las clases populares. Entonces van a ir con todo por esto”, advierte al analizar el experimento libertario en nuestro país y su inserción en la ultraderecha global.
Del trumpismo al mileismo
El triunfo republicano en las elecciones norteamericanas abrió un nuevo escenario mundial. “Hay una consolidación de la derecha a nivel global muy importante. El apoyo la la sociedad norteamericana al proyecto de Donald Trump nos hace pensar en por lo menos por cuatro u ocho años donde la derecha va a seguir creciendo. Esto no significa que gane en todo el mundo, pero la pregunta va a ser si se gira o no aún más a la derecha”, sostiene Casullo.
Para la politóloga, el modelo libertario argentino tiene mucho de “trumpista”. “El proyecto de Milei se orienta muy fuertemente en el trumpismo. No solo por las posiciones ideológicas sino también por el discurso y la estética. Milei introduce una agenda política con temas centrales del trumpismo, que nunca habían sido importantes en la Argentina, como la libre portación de armas o la retórica misógina. También imágenes como el león, el cordero o el águila, que son de la tradición estadounidense”.
“La derecha en nuestro país -agrega- abrevaba en otras tradiciones, en el integralismo católico (a la que pertenece la vicepresidenta Victoria Villaruel), por ejemplo, más que en las fuerzas del cielo, que vienen de la derecha evangélica, un actor fundamental en el retorno de Trump a la Casa Blanca”.
El interrogante, en el juego de las diferencias, está en el terreno económico, donde el líder republicano tiene una dimensión proteccionista y nacional que su émulo criollo ignora. Sin embargo, Casullo relativiza esta mirada y la acota a los bienes industriales que ingresan a los Estados Unidos desde China, en continuidad con la tradición proteccionista y nacionalista de la derecha norteamericana.
La investigadora señala aspectos “poco nacionalistas” de Trump, como la amistad con el presidente ruso Vladimir Putin e incluso el posible abandono de la alianza con Europa y la OTAN. “Además -remarca- está absolutamente a favor de que continúe la economía cripto desregulada, al tiempo que rechaza los intentos de la Unión Europea de regular a Twitter (ahora X) y a Elon Musk”.
En tanto, ubica a Milei lejos de una ruptura con la tradición de la derecha liberal vernácula. “Desde Roca a Martínez de Hoz, la derecha siempre imaginó una posición subordinada del país. Primero a Inglaterra y después a los Estados Unidos. Las élites subordinadas de los países coloniales nunca son nacionalistas, ya que su posición es ser subordinadas a un gran poder, el que sí es nacionalista ¿Cómo sería uno nacionalista si imagina que lo mejor para sus intereses es ser socio supeditado a una gran potencia?”, reflexiona Casullo.
Milei, las elites y el populismo
Sin embargo, la novedad que trae Javier Milei a la política argentina supone la incorporación de sectores populares a su proyecto neoliberal, y cuyo antecedente más próximo es el menemismo. Así, la fórmula libertaria podría resumirse en “la profundización de las políticas históricas de la derecha liberal más prácticas populistas”.
En cuanto al primer elemento de la fórmula, Casullo asegura que estamos ante una “agudización del cosmopolitanismo subordinado que caracteriza a las élites liberales de Argentina”. “La Generación del 80, la del 30, fueron élites que circulaban por el mundo y se sentían muy europeas, incluso que no tenían ningún problema en asumir un rol subordinado a Gran Bretaña primero y a los Estados Unidos después”, destaca.
El punto de ruptura que Milei estaría en el segundo componente de la fórmula, que la especialista resume en “el decidido abrazo de las elites a un estilo muy populista”. “Si se piensa en Álvaro Alsogaray en los 60 o en Martínez de Hoz en los 70, era gente que se imaginaba una representación política tecnocrática, elitista, bien educada, por lo alto, que leía cierta literatura, que circulaba en ciertos ambientes”, describe.
Esto tuvo un primer vuelco, según Casullo, con el menemismo en la década del 90. “Hubo un proceso de aprendizaje, donde gran parte de las élites empezaron a decir ‘nosotros tenemos que competir en democracia, ser populistas’. Entonces, mientras Menem era el que ganaba los votos, las elites gobernaban”.
La irrupción libertaria significaría un paso más. “Milei es una fase superior: un proyecto donde las elites tengan los votos y a la vez gobiernen. Es muy similar a lo que pasó con Jair Bolsonaro en Brasil o a lo que sucede con José Antonio Katz en Chile. Las élites, que antes eran anti populistas, ahora ven que esta manera de hacer política les genera la posibilidad de tener lo que nunca tuvieron, los votos de las clases populares. Entonces, van a ir con todo por esto”.
Una nueva territorialidad
Los nuevos pilares sobre los que se asienta la derecha radical parece prescindir, quizás por primera vez en la Argentina, de una herramienta fundamental a la hora de consolidar su poder: el Estado. En este aspecto, Casullo ve a Milei en “una nueva escala” de la embestida histórica de la derecha liberal contra el papel regulador y nivelador del aparato estatal.
Sin embargo, advierte que “la destrucción del Estado que propone Milei es relativa”. “En seguridad, en Inteligencia, en la vigilancia interna de la población, las capacidades estatales están aumentando y no disminuyendo; también en algunos aspectos de la política económica, como la intervención sobre el dólar”, detalla Casullo.
“El neoliberalismo -recuerda- siempre propuso un Estado que hace cosas en función de asegurar la protección del mercado. Es decir, que tengas que competir sin ningún tipo de presión ajena a los actores que participan de este”.
Pero la readecuación del Estado es articulada por la derecha radical, de manera muy eficaz, con una nueva territorialidad que le permite trabajar sobre las subjetividades: el universo virtual que tiene a las redes sociales como nave insignia.
“La territorialidad de la política -asevera Casullo- se trasladó al espacio virtual de las redes, que es como ir a jugar al territorio del adversario. Twitter, que se había formado como un espacio muy importante de discusión, es hoy un medio puesto programáticamente a disposición del proyecto político de la ultraderecha global. Las redes (todas) no son un espacio neutro sino que avanzan en agendas de desregulación económica, por ejemplo”.
Y aclara: “No es que el territorio no exista más, sino que cambia su configuración. Nicolás Tereschuk dice que género y edad son hoy el nuevo territorio. La ultraderecha polariza, segmenta la sociedad en términos de género. Son movimientos masivamente votados por varones. Esto se retroalimenta con lo real. Un conjunto fuerte de varones jóvenes con dificultades para tener relaciones sociales en la vida real, que pasan mucho tiempo en las redes, que tienen allí un discurso muy machista, lo cual dificulta aún más su inserción social en la vida real”.
Ante el debilitamiento de organizaciones que hasta hace poco eran muy fuertes en el territorio real, como los movimientos sociales y las cooperativas de trabajo, Casullo observa que “la organización comunitaria prevalente está en la religiosidad, sobre todo en las nuevas iglesias evangélicas. Entonces, no es que haya desaparecido el territorio sino que se ha transformado”.
Bronca, misoginia y mesianismo
Otro aspecto que unifica las adhesiones que consigue la nueva derecha tiene que ver con el enojo, que en muchos casos no tarda en convertirse en odio. Ya sea contra la “casta” (la política tradicional) en el caso de Argentina o por la situación económica (tanto en nuestro país como en los Estados Unidos).
“El voto de Milei provino de varones jóvenes de todas las clases sociales. Temas como la misoginia y el rechazo al feminismo y a las diversidades se sumaron al malestar por la alta inflación con que terminó la gestión anterior. En definitiva, un núcleo de adhesiones basado en un enojo muy fuerte”, destaca la investigadora.
Sobre este campo fértil, el discurso de la derecha extrema desarrolla un componente mesiánico, con ineludibles referencias religiosas. Casullo advierte que “no se trata de decir soy de esta u aquella religión, sino del uso de matrices del lenguaje religioso, en el sentido de entender el conflicto político como un conflicto moral, como un conflicto maniqueo en donde el bien lucha contra el mal; un conflicto político en términos de castigo”.
“Milei incluso realiza un manejo religioso del discurso económico, donde la economía no es ya presentada como una técnica que tendería a generar prosperidad sino como una esfera moral donde hay premios y castigos a virtuosos y no virtuosos”, agrega.
“Trump no es una persona religiosa, pero lo vota el 95% de los evangélicos blancos porque hay una manera de entender el mundo y la política que es muy similar”, subraya. Algo similar podría decirse de Bolsonaro en Brasil.
Mentira es la verdad
Si la realidad, aquello que ocurre todos los días con sus causas y consecuencias, es leída como una “cuestión de fe” cada vez más escindida de un referente (lo real) compartido por todos, la información falsa y la posverdad quedan legitimadas, incluso para la acción.
Para Casullo, este fenómeno se fortalece en la medida que “ningún tipo de institución puede adjudicar un valor de verdad. Por ejemplo, la prensa escrita o el noticiero de la noche, por decirlo de alguna manera, que ya no existen más. Cada uno mira su pantallita y lee (en el streaming, en las redes) aquello en lo que ya cree”.
Y aquí aparece más clara la arremetida de la derecha radical contra la cultura y las instituciones educativas. “El ataque a la educación superior, a las universidades y a la ciencia y técnica, es porque tienen la posibilidad de decir esto es más verdad que aquello, por decirlo de algún modo. Entonces escuchanos que ya no hay ninguna verdad o hay muchas verdades, y nos quedamos con la que más nos gusta o hace sentir bien”, explica la especialista.
Nuevas identidades políticas, una revolución técnica (de magnitud civilizatoria) en pleno desarrollo y una crisis económica y ambiental que está lejos de ceder, nos interrogan sobre si la derecha radical es un fenómeno pasajero o, muy por el contrario, continuará creciendo. También si queda lugar para recuperar proyectos solidarios y populares que habiliten una nueva esperanza y otras formas de ser y existir.
“Creo que la oposición principal a estas nuevas derechas -asegura Casullo- son las mujeres, por su contacto con el mundo, con la escuela de sus hijos, con el médico, con sus propios padres jubilados, en un proceso que va a ser largo, ya que estas experiencias no se van a terminar mañana ni van a caer por su propio peso, porque hay un sector de la sociedad que las apoya fuertemente y que, aún sin ser mayoritario, está muy movilizado”.
Para la investigadora “el desafío es pensar, más que en lo electoral y en lo político, en las organizaciones comunitarias, en las organizaciones de los nuevos territorios, donde puedan empezar a juntarse y a construir voces disidentes que hoy existen pero están muy fragmentadas”.
Nada más y nada menos que unir las partes para construir una nueva totalidad, más inclusiva, solidaria y amorosa.
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