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Los mensajes que se utilizan para lo cotidiano quedan en los márgenes: relatos nimios, saludos a la familia, organización y planificación de acciones. Informes, registros, a veces sólo detalles que aportan al escenario general. Nada que constituya por sí el documento final, el que lleva la firma y el sello que certifica y desata un ciclo de actividades o lo paraliza. Comunicaciones entre cónyuges, entre colegas o de patrón a empleado.
Consideraciones en tinta y pluma, en papel con membrete de algún comercio, de un hotel, quizá en papel manteca, con líneas o no. Son documentos que se guardan en cajas, cajones. Detalles que hablan -lateralmente a veces- de los amores, de hijos e hijas. Una labor que se organiza por corresponsales.
Hablan (escriben) en este libro Abel Chaneton, el primero y principal; Eduardo Talero; Cesáreo Fernández, Alberto Ghiraldo, Casimiro Gómez. Y siguen las firmas. Algunos son corresponsales entre sí. Otros apenas reciben una esquela.
Como en toda comunidad humana, hay tensiones y conflictos y eso es la política: conducir el conflicto, la diferencia que, con la necesidad, es la madre de todas las cosas. Una población recién nacida al amparo de decisiones administrativas que privilegiaron una zona semidesértica en detrimento de la floreciente economía del norte de la provincia. Así, la capital ideada por Olascoaga se trasladó y terminó descansando en la confluencia de los ríos, en ese triángulo que en la topografía acaso anunciaba la simbología masónica. Y Zainuco está como acontecimiento fundamental: divide opiniones, distribuye críticas, responsabilidades. Abel Chaneton es protagonista privilegiado de estos acontecimientos, y comparte con sus corresponsales la responsabilidad de las decisiones.
Un siglo después, Juan Chaneton, descendiente de aquel que fuera intendente de la ciudad capitalizada, organiza ese material documental y lo pone a disposición del lector curioso, del investigador de la historia del territorio, del crítico literario que puede asomarse al género epistolar entre quienes iniciaron esta epopeya.
Este libro funciona como una puerta al Neuquén territoriano, atrapado en ese cepo administrativo que rendía cuentas y honores al poder central radicado en Buenos Aires. Estas cartas circulaban entre quienes mandaban entonces: funcionarios, políticos, jueces, empresarios-comerciantes, ilustres e importantes, y ésa es su importancia. No aparecen los curas y, como en las fotografías de época, las mujeres pueblan el segundo plano, apenas mencionadas; los niños, ni siquiera como elemento decorativo.
En Textuales territorianas, Juan Chaneton acerca esa documentación que hasta ahora se encontraba sólo en archivos en una doble acción: la primera, en este libro, y la segunda en la donación física de estos documentos al archivo de la Municipalidad de Neuquén. En el libro, cada carta original está acompañada por la transcripción literal correspondiente. El triunfo de lo analógico en el mundo digital. Nada de inteligencia artificial aquí.
Es posible enhebrar, con el soporte de las cartas, la historia de una fundación narrada por los que participaron de ella. Chaneton recopilador-autor interviene con un estudio sobre el que fuera intendente Chaneton, director del diario “Neuquén”, y con un comentario sobre Eduardo Talero. En el trabajo de ordenar el material epistolar y transcribirlo contó con la colaboración de la docente Perla Benegas. La producción editorial del libro estuvo a cargo de Karen Mella, directora de Producción Literaria dependiente de Industrias Culturales de la subsecretaría del área del municipio de Neuquén. La edición se distribuye de manera gratuita en establecimientos educativos y bibliotecas populares.
Juan Chaneton: Textuales territorianas. Prefacio y estudio preliminar por Perla Cristina Benegas. Neuquén, Municipalidad de Neuquén, 2024, 272 páginas.
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