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El presupuesto no es, únicamente, una cuenta balance de ingresos y egresos, es el arma política con la que se observa cuál es la verdadera vocación por la equidad social, de quien lo elabora. Y el presupuesto que relató el presidente el día 15 de septiembre destila inequidad. Y ha de ser récord de inequidad, borradas las partidas para la política social que no merecieron una sola palabra por parte de Milei. Es más se solazaba, cuando describió la prioridad con que aplicará las diferentes partidas: primero pagar la deuda después seguir con el ajuste, sin intentar remedio alguno contra la pobreza y el hambre.
El presidente Nicolás Avellaneda mandó decir a los acreedores, buscando tranquilizarlos, ofreciendo como garantía la capacidad de sacrificio del pueblo, “la deuda se pagará, si es preciso, con el hambre y la sed de la población argentina”, Milei retoma esa dirección pero sin contemplar otras demandas.
¿Qué potencia mundial ostentaba esas acechanzas y conservaba a la vez su influyente rol de país próspero?
Un oxímoron indiscutible, pero Milei lo sostiene y lo repite forzando una realidad para la Argentina de entonces, que fuese capaz de mostrar lo bien que estábamos hace 120 años y lo mal que empezamos a estar desde 1916 en adelante cuando se instauró el primer gobierno popular en el país.
Esas cuestiones que debieron haber sido parte del discurso no fueron consideradas, seguramente pensará el orador, que espontáneamente con las acciones políticas, si son virtuosas, la cuestión se arreglará sola. Para eso no hay apuro ni urgencia, hay que esperar… pero el futuro nos condena a todos porque de seguir así, estaremos muertos.
La banalidad con que tiene en cuenta la vida de su pueblo se parece a la banalidad del mal de la que hablaba acerca del criminal Eichmann, Hanna Arendt. La indiferencia y la liviandad con que se trata el tema de la calidad de vida de millones de pobres, admite el calificativo de criminal.
No hay en la legislación argentina algo tan perentorio como la aplicación del concepto de traición a la patria, que no guarda paralelismo de igual severidad inapelable, cuando dentro de las reglas de la democracia se ataca con el hambre y la miseria al pueblo, como política de estado. Atentar con un genocidio encubierto por gestión del estado a una población hambreada, también debería considerarse como traición a la patria.
No obstante el cargo que también le cabe a este presidente es la aplicación del código penal, por impericia, imprudencia y negligencia, si es que su traición a la patria, visto la inexistencia de un contexto de confrontación bélica con otro país resulta un cargo jurídico de dudosa aplicación.
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