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¿Quién es César González, el joven que hace solo diez días se subió al ring de twitter, X -o como quieran llamarle a esa red social neurótica- y una mañana furibunda le dejó un roscazo retórico a Manuel Adorni, el vocero oficial de la Presidencia de la Nación, en el que le decía:
“Cara de tabla, la historia te recordará como un efímero gas que la sociedad expulsó de su ano en un arrebato de emoción violenta".
Antes de contestar la pregunta repasemos un poco las características dinámicas del tiempo en el que vivimos.
Todo pasa tan rápido en estos días de sobreinformación que algunas cosas importantes se pierden en una nada líquida. Por lo general ese ruido tan ensordecedor como anestesiante requiere de roles protagónicos. Para construir las realidades que habitamos se necesita de acontecimientos que se amplifiquen de manera constante a través de los medios electrónicos y confluyan en nuestros teléfonos, que es donde tenemos casi todo lo que consumimos culturalmente.
Y estos acontecimientos, por lo general, están constituidos por acciones que -por más que se disfracen de “batalla cultural” o de “frutos de una ideología”- no son otra cosa que subjetividades en las que nos enroscamos durante días, pueden ser muchos, o pocos días eh, todo depende de la velocidad con al que empujen los nuevos y efímeros acontecimientos que lleguen para reemplazar a los anteriores:
Todo va muy rápido y hay una dinámica casi irrefrenable de personas “comunes” consumiendo acontecimientos sobre otras personas “públicas” o “simplemente virales” que les aparecen en sus celulares, y todo se transforma en un ejercicio meramente reactivo y bastante individual, porque cada vez discutimos menos los temas en público, cada vez los cotejamos menos en sociedad, en la vida real; pero sí le metemos un montón de horas para opinar sobre -o reproducir- estas cosas en redes sociales digitales.
Puede que las personas de las que vamos a “hablar” en la virtualidad sean famosas y tengan una responsabilidad civil como artistas referentes, o como funcionarios -por dar solo dos ejemplos de los más típicos- pero no es central ni tan importante esto de si son famosos, como Manuel Adorni no/hablando de Maradona; o seres ignotos que se viralizan por algún episodio circunstancial, como esta semana aquella señora que arrancó el limpiaparabrisas de un colectivo y rompió el vidrio de la ventanilla del chofer para intentar atacarlo, acusando al colectivero de haber atropellado de manera adrede el auto de su hijo. Lo que está bueno analizar, lejos de esta fama o falta de fama previa, es qué hacemos todxs nosotrxs con el ruido que permanentemente recibimos a través de las redes digitales, que determinamos hacer con ese espacio de habitación de la vida que -según indican los estudios más recientes de distintas universidades del planeta- ocupa, dependiendo de las franjas etareas, entre un 15% y un 75% del tiempo de nuestras vidas diarias.
¿Tanta información e “interacción” en las redes frente a la cada vez menor acción fuera de ella nos está dañando? Bueno, parece que sí. Hay como una tendencia global a saturarse y -frente a la desazón en la tormenta- dejar que otros “arreglen las cosas”. Por lo general esos “otros” son los que las mismas empresas de contenidos digitales nos terminan sugiriendo a través de las redes que ellas mismas crean, moderan y logaritmizan.
Ay, perdón ¡no nos vayamos tan por las ramas! Volvamos al motivo central de esta nota. Si hemos hecho toda esta introducción es solamente porque queremos dar cuenta de algo: César González fue noticias por unos días por haber tratado de pedo a Manuel Adorni en twitter, pero ¿cuántos argentinos y argentinas se preguntaron en profundidad quién es en realidad César González más allá de contestarse con un simple golpe de google que es “un director de cine villero”?
No proliferó mucho en redes sociales el contexto de este bardeo verbal y los medios de comunicación no dedicaron demasiado espacio a decodificar por qué César dijo lo que dijo y cuál era el escenario sobre el que vertía esa declaración. No se si lo sabe, pero ese tuit es la respuesta de González a la celebración que Adorni hizo del recorte fulminante que el gobierno hizo en el INCAA de manera anticonstitucional. El trasfondo es genial, porque un realizador audiovisual joven, con una obra importante como la de César, se manifestaba claramente en redes -luego amplió cuantas veces se lo pidieran a todo aquel que quisiera escuchar los motivos del tuit- y lo hizo utilizando las mismas herramientas disruptivas que utiliza el ejecutivo nacional oficial y “paramilitarmente”: el bardo.
Pero bueno, ya se sabe: si vos les respondés cualquier cosa a alguien de este gobierno, aunque no sepan quien sos, pero vean que te siguen en redes, te mandan al ejército de trolls al cuello sin pensarlo. Este fue uno de los casos. Claro que a César le valió madres, y mucho problema no se hizo. Al pibe le sobra cuero porque, a pesar de ser joven, tiene un recorrido de vida en el que no se va a venir abajo porque una pandilla de tuiteros descarguen su odio contra él.
Es bueno -entonces- aprovechar esta circunstancia de viralización, efímera, como toda viralización, para no quedarse en la cáscara de todo, como solemos hacer siempre frente a la avalancha de noticias que duran un día o dos y demos a conocer un poco la obra de César, ya que además de la troupe bruta y bobalicona de la derecha en X, quizás haya algún compañero y compañera del arco nuestro que tampoco tenga bien claro quien es él ¡Y vale la pena saberlo!:
César González tiene 35 años, nació en el mítico Hospital Posadas y se crio ahí mismo, en ese territorio, en El Palomar, más precisamente en la Villa Carlos Gardel, hoy urbanizada y devenida en barrio. Su vida fue similar a la de miles y miles y miles de pibas y pibes de su condición social: abandonada su barriada y sin ningún tipo de contención social estatal. El primer resultado concreto de esta carencia en su vida fue: los narcos del barrio lo usaron para delinquir y mover falopa aquí y allá. A los 16 años marchó preso a un reformatorio de máxima seguridad, el Manuel Belgrano, entre otras instituciones carcelarias para menores.
Desde la libertad que consiguió tras años de comerse el reformatorio, alguna vez César dijo a un medio algo así al respecto de sí mismo y las y los de su clase:
“Aparte de excluirte económicamente, te excluyen cultural y simbólicamente. Te excluyen porque sos el negro de una villa, el negro de mierda, vas a ser chorro, obrero y nada más. El sistema te excluye y es mucho más cruel de lo que uno cree. Lo que juega es una exclusión simbólica: el de la villa es un ignorante, es un posible delincuente”
Estando preso participó de los talleres de arte de Patricio Montesano, un mago profesional, literalmente mago, eh. Si bien César aprendió en el taller cositas del oficio de la magia, lo que más le importó cultivar fue todo lo que Patricio le potenciaba en cuanto contenidos de historia del arte, filosofía, cine y literatura.
Tomen nota de estos nombres que un pibe de 16/17 años leyó y vio en la soledad de la reclusión: filósofos como Nietzsche, Spinoza, Gilles Deleuze, Felix Guattari y la obra de cineastas clásicos como Rosselini, De Sica, Luchino Visconti o Glauber Rocha. Sobre esta experiencia de iluminación, dijo César más tarde:
“Fue un renacimiento; el concepto de renacimiento en la historia de la humanidad es salir de la oscuridad de la Edad Media, de las tinieblas del oscurantismo. De repente aparecen Galileo, Da Vinci, Copérnico, otra corriente de filosofía con Descartes, los inventores, los pintores. Mi renacimiento fue gracias a la cultura”.
Renacimiento. Bellísimo.
Fortalecido por lo que estaba aprendiendo y mientras estuvo en el Instituto, creó una biblioteca y la revista cultural "¿Todo piola?". Él la hacía y el mago Montesano se encargaba del diseño y de repartir los ejemplares afuera de la cárcel. En la revista textos de César y de otros jóvenes detenidos, también de artistas, intelectuales y periodistas que se entusiasmaban con la idea de participar. Hoy es una revista de culto.
¿Querés ver la publicidad que hicieron para el número 10 de la revista? ¡Preparate!
¿Te pareció buena? Mirate entonces la del número 11...
Excelentes ideas, buenos frutos para todas esas ideas. Decía César como en una suerte de credo: “Ojo: es más peligroso un pibe que piensa que un pibe que roba”. Clarísimo.
Como poeta, mientras tanto, empezó a publicar con el seudónimo de Camilo Blajaquis. Camilo por Cienfuegos, Blajaquis por Domingo Blajaquis, el sindicalista en el que Rodolfo Walsh estructuró su genial “¿Quien mató a Rosendo?”.
Algunos de sus poemas hoy encuentran ecos en escuelas de toda la Argentina y otros países de habla hispana en los que pibas y pibes de distintas clases sociales escuchan y después laburan. Hay uno que se llama “Villas: La vida en un mundo aparte o así se vive apartado del mundo”, está publicado en su libro “La venganza del cordero atado” de 2010, y dice esto, lee:
“Familias numerosas, o mejor dicho madres solteras con muchos hijos.
Los cascotes que inventan caminos así el barro no te muerde los tobillos.
Pilones de basura por acá y por allá. Esqueletos de autos robados ya desmantelados, saqueados y prendidos fuego. El sonido de un disparo en una esquina, diez disparos de respuesta en otra.
Charlas de vecinas a través del alambrado mientras cuelgan la ropa en la soga: “Che te enteraste que lo mataron a fulano”. “Si, y que a mengano le reventaron el rancho en la madrugada”. La policía y sus cacerías.
La iniciación sexual bien temprana, los guachos, las pibas.
El comedor que se redujo a tan solo una merienda por día.
Los que se van a trabajar con sus bolsitos y sus bicis y sus ojos tristes y cansados.
La mayoría de la juventud que abandona la escuela sabiendo que San Martín lo único que hizo fue posar para el billete de cinco pesos.
Las madres que lloran la muerte del hijo en velorios propios y ajenos.
Más patadas que gambetas en el campeonato de fútbol, los domingos a la tarde. El aire intoxicado por el porro cortado que está vendiendo hoy la transa. Los evangelistas y sus gritos. Los perros persiguiendo las motos.
El guiso salvador del mediodía, el mismo guiso a la noche, lo que queda del guiso mañana.
Uno con las últimas Nike al frente, dos acá a la vuelta, diez en el fondo.
El micro que recorre los penales lleno de novias, de hijos, de madres y padres. La cumbia poniéndole ritmo a la miseria. El amanecer y los carros. El amanecer y los que todavía siguen de gira.
Los muchos sueldos flacos destinados a un celular, a ropa nueva, a disfrazar la pobreza. Maradonas que mató la policía, que están en cana o laburando en una fábrica y que derrochan su magia pero en canchita de barro.
La avenida y su frontera que divide a la villa del mundo. Rezos que ruegan exiliarse a la sociedad.
El sonido anestesiante de la lluvia maltratando las chapas. Los extranjeros de la clase media que vienen a comprar droga y se van descalzos, sin plata, pero con droga.
Las velas derritiéndose en los mini-santuarios con las fotos de los pibes que murieron a manos de las balas, paredes que recuerdan sus hazañas.
Mujeres que modelan ante la pandilla, amor inconsciente pero puro, niños que se convierten en padres.
La religión de odiar a la yuta y dos de sus devotos a bordo de un súper auto seguramente robado.
Habitantes que se conocen todos, secretos que saben todos, engaños imposibles de ocultar.
Panorama de vida que siempre tiene olor a celda, a plomo, a trabajo en negro o en gris… o a traje de encargado de limpieza.
Es la villa, es otro mundo, es vivir apartado”.
Bello y certero ¿no?
Pero a César lo que más le tiraba era el cine. Sabía y sabe que en el recurso audiovisual hay una herramienta potentísima, por eso, aprovechando su amor por cineastas de cuna similar a la suya (Favio, Rocha, entre otros), se puso a trabajar rápidamente y a crear.
Con solo 35 años de edad y nada más que 14 años en “la industria”, César ha dirigido:
Ocho cortometrajes: “El cuento de la mala pipa” (2010), “Mundo aparte” (2011), “Condicional” (2012), “Corte Rancho” (Documental, 2013), “Guachines” (2014), “Truco” (2015), “Milagro” (2019) y “La nobleza del vidrio” (2021)
¿Querés ver uno? Mirate “Guachines”
También hizo 9 largometrajes y hasta tiene un grosso premio internacional (festival Rencontres du Cinéma Sud-Américain: Premio especial del jurado) por haber hecho “Reloj, soledad”, filmada en pandemia. Un películón. La lista completa de sus films largos incluye: “Diagnóstico esperanza” (2013), “¿Qué puede un cuerpo?” (2014), “Exomologesis” (2016), “Lluvia de jaulas” (2019), “Atenas” (2019), “Castillo y Sol” (2020), “Diciembre” (2021; codirigido con Alejandro Bercovich), “Reloj, soledad” (2021) y “Al borde” (2023).
Mirate cuando puedas la premiada “Reloj, Soledad” ¿dale?
En materia de audiovisuales para televisión y redes, produjo y dirigió el ciclo “Alegría y Dignidad”, una miniserie que emitió Canal Encuentro (bardeado por la gilada, ponderado en todo el planeta junto a broadcastings estatales clásicos como la BBC, RFI, etcétera) y que tiene ocho episodios. ¿Querés ver uno?
Bien damas y caballeros, todo “esto” es César González en tanto ser social que pasó y pasa por nuestras vidas; todas estas son las voces que él transporta; todo esto es lo que nos va a dejar para la posteridad. Ni hablar de lo que todavía nos puede dejar si las políticas de fomento a la cultural tuercen el signo que el ejecutivo nacional viene imponiendo, todo este discurso menso e infundado de que se gasta “la plata de todos” en cosas inservibles, adoctrinantes e impopulares. Más que nada porque socioculturalmente es una mentira y económicamente TAMBIÉN, ya que el INCAA es un ente autárquico que fomenta la producción co dinero que él mismo recauda de impuestos que se le cobra a la industria audiovisual y CERO MANGOS de la tuya.
Más allá de la efímera repercusión tuitera de los dichos de César, el tiempo pondrá las cosas en su lugar y demostrará en varias generaciones que César es prócer y Adorni, bueno... ¡ya lo describió flatulíticamente el amigo Blajaquis!
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