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Al asumir la presidencia, el 10 de diciembre del 2023, Javier Milei creó al ministerio de Capital Humano, que reúne las funciones de lo que antes eran los ministerios de Educación, de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, de Desarrollo Social, y de Mujeres, Género y Diversidad, cuatro ministerios (que pasaron a ser “secretarías”) en uno sólo. Inicialmente incluía también a Salud, pero finalmente se lo mantuvo como ministerio independiente. Se designó como ministro a Sandra Pettovello, sin mayores antecedentes en la administración pública.
La idea moderna de “Capital humano” se origina en Theodore W. Schultz, economista norteamericano muy conocido por sus estudios sobre países subdesarrollados y, fundamentalmente, en Gary Becker, que desarrolló y sistematizó esta idea.
Becker recibió el premio Nobel en 1992 por sus aplicaciones del análisis económico al estudio del comportamiento humano en general, tanto en áreas que en principio uno puede imaginar totalmente alejadas a la economía, como pueden ser las decisiones de casarse y formar una familia, la de divorciarse o la de estudiar una carrera, como de otras que pueden estar mucho más cerca, como la delincuencia o las decisiones de emigrar, aunque en este último caso habría que dejar de lado las más comunes para los argentinos, las que son originadas en razones políticas o afectivas.
Becker definió al capital humano como la suma de las inversiones en educación, formación en el trabajo, emigración (Schultz agregaba salud) que tiene como consecuencia un aumento en la productividad de los trabajadores.
Becker pertenecía al más rancio liberalismo. Había sido discípulo de Milton Friedman, y se lo puede asociar a la llamada escuela “escuela de las expectativas racionales”, que suponen al hombre como un ser individual, absolutamente racional, que se mueve en un ambiente de máxima información con mercados transparentes que coordinan las acciones de los distintos sujetos y que se comporta como maximizador de sus beneficios.
Como buen neoliberal sostuvo que, “el derecho laboral y la protección del medio ambiente se han tornado excesivos en la mayoría de los países desarrollados”.
Pero no se limitó a la macroeconomía, sino que, para él, en el plano individual, antes de tomar una decisión hay que evaluar cuidadosamente los costos y beneficios que traerá aparejado la misma. Por eso en uno de sus escritos sobre el enfoque económico del comportamiento humano lo inicia con una cita de Bernard Shaw “la economía es el arte de sacarle a la vida el mayor partido posible”. Por ejemplo, y según él, un joven para elegir si va a estudiar una determinada carrera debe sopesar los ingresos que recibirá en el futuro con la profesión elegida y compararlos con los costos de inversión, incluyendo los costos de oportunidad por el tiempo insumido y los ingresos no percibidos. Fíjense que este razonamiento se puede utilizar para defender el criterio de que la educación superior debe ser pagada por el estudiante (o su familia), que es el que va a recibir los “dividendos” de esa inversión, tal como se aplicó en el Chile de Pinochet o quisiera aplicar Milei en nuestro país, que es una forma de discriminar, dificultando el ascenso social.
La parte positiva de su trabajo es que fue el primero en hablar de “capital humano” como uno de los factores principales del desarrollo económico, que es inseparable de la educación y de la salud, además de la capacitación, entrenamiento y experiencia que da el trabajo y uno de sus grandes logros es que hoy nadie discute que las erogaciones que ocasionan son más inversión que gasto. La política del Banco Mundial y de otros organismos internacionales de dar créditos a largo plazo y buenas condiciones para el perfeccionamiento educativo y de la salud en los países en desarrollo se debe, en gran parte, a esta enseñanza de Becker.
Por otro lado, se ha pretendido justificar las diferencias salariales tan pronunciadas en el capitalismo, que se originarían en las diferencias de formación y educación; sin embargo, este factor no basta para explicarlo y tienen fuerza en la variación salarial otras variables discriminatorias, como el sexo o la raza.
También el neoliberalismo ha pretendido utilizar al desarrollo de Becker para tratar de demostrar que la desocupación es, en última instancia, responsabilidad de los desocupados y no del sistema, y que se genera por no tener la formación requerida por las necesidades de la producción; el sistema quedaría, de esta forma, exento de toda culpa. Basta ver la situación actual en nuestro país, de caída de la producción y falta de demanda laboral para comprender la falacia de este argumento.
También incursionó en el tema delictivo. Para Becker el delincuente es siempre un ser racional que evalúa costos y beneficios, en este caso de los que pueden resultar de cometer un delito; en consecuencia, si se aumentaran los costos (aumentando el castigo con condenas más duras, por ejemplo) debería disminuir el delito. Las estadísticas muestran que no existe tal relación.
Becker fue un hombre de su época, la época del neoliberalismo, de la soberbia de los economistas. Por suerte para todos nosotros las decisiones humanas importantes obedecen a otras fuerzas y razones, que no son las del cálculo económico.
De todas formas, y volviendo a nuestro país, su idea de “capital humano”, con importancia equiparable al “capital físico” en el desarrollo y bienestar de un país, es fundamental. Pero este gobierno no parece haber entendido lo positivo de la idea: No se trata de crear un superministerio y dejarlo en manos de inexpertos, en un exceso de centralismo que burocratiza y vuelve lento o inexistente a las decisiones urgentes, sino en dotar de dinero a los componentes del capital humano: sin dinero no hay educación ni salud ni investigación.
La “motosierra” en estos rubros es incompatible con el desarrollo nacional y con un futuro mejor.
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