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Columnistas
31/03/2024

Con los chivos afuera

Con los chivos afuera | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Necesitamos reconstruir un horizonte que nos devuelva el orgullo de pertenecer a un país, donde absolutamente ninguna persona se sienta excluida.

Rodolfo Canini

El criancero Juan fue a ver al intendente del pueblo para pedirle que le ayudara a ampliar su ruca. Su esposa, sus cuatro hijos, todos vivían en un solo ambiente, con el excusado afuera y a unos cuantos metros de la toma de la vertiente. La convivencia se tornaba difícil cuando no se estaba en los cerros cuidando chivos. El vecino a cargo del ejecutivo municipal le respondió: “Yo le voy a proponer algo, que le va a llamar la atención, pero con el paso del tiempo me va a reconocer que valió la pena el sacrificio para mejorar su calidad de vida. Hoy vuelva a su casa y por la tarde entre tres chivos, y mañana otros tres, y al tercer día me vuelve a ver”.

Juan salió desconcertado, pero dispuesto a cumplir con la propuesta del intendente, en quién había depositado su confianza con el voto. Al tercer día volvió. Con seis chivas dentro de su casa, más su mujer y sus cuatro hijos, -le comentó al jefe municipal- se le había complicado mucho la vida. La rutina se había transformado en una travesía de incomodidades. El intendente lo miró serio y le sentenció que nunca le había dicho que le iba a ser fácil y que tenía que multiplicar el esfuerzo y el sacrificio. En los cuatro días siguientes el jefe de familia debía incorporar a su casa dos chivos más por día y al quinto, volver a la intendencia. Exhausto y mal humorado volvió a hablar con el intendente. Le exhibió que así no se podía vivir, que todos los miembros de la familia, además de estar incómodos, ya se estaban enojando con él. El intendente, imperativamente le dijo: Bueno, ahora vaya y saque todos los animales de adentro de la casa y mañana, a primera hora me viene a ver. Tempranito, al otro día, se puso la mejor campera y bombacha para entrevistarse con el intendente, quien le dedicaría su primera audiencia del día. El hombre de campo entró al despacho y ante la pregunta de la autoridad máxima municipal, de cómo le había ido, le reveló con júbilo: “¡ahora sí se puede vivir!”.

La perversión del gobierno de Milei nos va a dejar los chivos adentro de la casa. Anuncia que la tarifa del colectivo aumentará 1000%. Todos comienzan a sacar las cuentas y comprueban que el 80% de su sueldo se los llevará el transporte. Finalmente, el aumento es de un 100% y la situación se distiende. Anuncia que echará 70 mil empleados del Estado Nacional, finalmente despide 15 mil. Entonces Andrés Rodríguez, secretario general de UPCN, retarda aún más la decisión de alguna medida gremial contundente.

Las expectativas sociales y políticas han bajado notablemente en la dirigencia, pero también en la base social. Las críticas violentas escuchadas desde la boca de quién era un panelista de programas televisivos antes de ser nuestro actual presidente, sobre el concepto de justicia social, parecían disparatadas. Hoy, la justicia social ha quedado en el recuerdo como una de las tres banderas del peronismo.

Ya no se lucha por una sociedad donde la riqueza sea distribuida en forma más equitativa entre capital y trabajo. Tampoco para que se reconozca el derecho de los trabajadores a participar en las ganancias de las empresas, controlar la producción y colaborar en la dirección, como lo establece el artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional. Ni hablar de organizar a la clase trabajadora para la toma del poder y que los bienes de producción sean expropiados para pasar a manos de las y los trabajadores. No, no. La lucha pasa por conseguir comida para dar respuesta al hambre. Pasa por no pelearse entre jubilados que cobran poco, echándole la culpa a otros y otras, que fueron jubilados sin realizar aportes, porque trabajaron en negro o porque fueron amas de casa. La lucha pasa porque los trabajadores entiendan que la miseria que cobran no tienen que ver con los planes que paga el Estado a otros trabajadores que están desocupados, ni tampoco su precarización laboral tiene que ver con bolivianos, paraguayos, chilenos que trabajan en nuestro país. La lucha pasa por lograr que de este lado de la bendita grieta queden todas las personas que no sean parte de los grandes grupos económicos y financieros, asociados al capital internacional.

No dejemos que los chivos queden adentro ni que la baja de inflación se resignifique como los chivos que saquemos de la casa. Necesitamos reconstruir un horizonte que nos devuelva el orgullo de pertenecer a un país, donde absolutamente ninguna persona se sienta excluida. Tan simple y tan complejo como eso.

29/07/2016

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