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El patio trasero está cambiando para EEUU. A pesar que lo quiso cementar varias veces en la historia para usarlo a su antojo, finalmente la naturaleza siempre irrumpe, porque debajo del cemento hay raíces que lo quiebran, allí aparecen los frutos de las semillas.
Argentina ingresa al grupo de los Brics (Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica). La insistencia de Brasil y China logró conformar la unanimidad de los cinco países que fundaron el BRICS, condición para que ingresen al bloque Arabia Saudi, Irán, Emiratos Árabes, Egipto, Etiopía y nuestro país, con más de 40 países en espera. Para Argentina es importante su incorporación a corto plazo porque nos daría la posibilidad de obtener un inminente desembolso de fondos, -por parte del flamante Banco de Desarrollo de este bloque, presidido por la ex mandataria brasileña, Dilma Rousseff-. Para el mediano y largo plazo es una gran oportunidad para el desarrollo contar con nuevos aliados internacionales, que representan el 37 % del PIB global (a sólo 5% del G7), el 16% de las exportaciones y el 15% de las importaciones mundiales de bienes y servicios, y produce más de un tercio de la producción mundial de cereales, además de tener el 46% de la población mundial.
Esta noticia seguramente no ha caído bien en la Casa Blanca. EE.UU. quiere recuperar en plenitud una hegemonía cada vez más interpelada y puesta en jaque desde el sur del mundo. Claramente China ha pasado a ser una amenaza, más aún si tiene la capacidad de organizar a los pobres del mundo. Y al sur del imperio hay un territorio en disputa. Las oligarquías locales, siempre aliadas al imperialismo, conjuran cualquier acción de los gobiernos progresistas/populares, como también impedirán cualquier tipo de articulación entre los países que no quieran alinearse a las políticas neoliberales y que busquen el ingreso a los BRICS. En las democracias famélicas de América Latina, las clases políticas que dicen pero no hacen, que prometen pero no cumplen, fueron desmoronando su credibilidad. Y esto queda en evidencia en las elecciones, la única oportunidad que tienen los pueblos para fijar sus posturas políticas. El ausentismo, los votos en blanco y nulos, suelen superan a las y los coucheados candidatos. Por reacción, por desesperanza o por broncas, las ultraderechas se convierten en espacios revolucionarios embusteramente y los sectores progresistas y/o populares, conservadores. En este mes se realizaron tres elecciones en América latina: la nuestra, que ya fue excesivamente escaneada, pero todavía la desorientación por el triunfo de los “libertarios” reina en los análisis políticos, y en Ecuador y Guatemala.
En Ecuador
Habrá segunda vuelta el próximo 15 de octubre en Ecuador. La candidata del correísmo, Luisa González, competirá con el empresario de derecha Daniel Noboa, quien quedó en el segundo lugar. González, acompañada en la fórmula por el economista Andrés Arauz, alcanzó el 33,25 por ciento de los votos. Daniel Noboa obtuvo el 24,15 por ciento. En el tercer lugar de los comicios figuraba el candidato asesinado Fernando Villavicencio, con el 16,08 por ciento que recaerá sobre su sustituto, el periodista Christian Zurita. Más abajo quedó el ex legionario y empresario especialista en seguridad Jan Topic, con el 14,60 por ciento.
Ninguno de los candidatos presidenciales alcanzó la mitad de los votos válidos, o el 40 por ciento con una ventaja de al menos 10 puntos sobre el segundo, por eso hay una segunda vuelta. Las elecciones se llevaron a cabo en un clima de marcada crisis de inseguridad, que incluyó el asesinato de varios dirigentes, entre ellos un candidato a Presidente. A todo eso se suma el malestar que existe con la “clase” política por la crisis institucional y económica de los últimos años. Aún, con un gran descreimiento en el sistema representativo, el Consejo Nacional Electoral (CNE) confirmó que votó el 82,26 por ciento de los votantes inscriptos.
Luisa González, la candidata de la Revolución Ciudadana, nació en Quito el 22 de noviembre de 1977. Abogada y con amplia experiencia en cargos públicos, entre ellos fue Ministra de Trabajo durante la Presidencia de Rafael Correa. Prometió que de ganar estos comicios va a aumentar la inversión pública y el empleo, y reducir la inseguridad, como ya se hizo durante el gobierno de Rafael Correa.
Daniel Noboa, hijo del magnate y tres veces candidato presidencial Álvaro Noboa, fue el candidato más joven de estos comicios. Se presentó por la coalición Acción Democrática Nacional (ADN), que incluye a un partido fundado por Arturo Moreno, primo del ex presidente Lenín Moreno. El más joven de la compulsa democrática, quien destinó su campaña. Enfocó su campaña al grupo etario sub 30, prometiendo trabajo a quienes sufren su ausencia, que en esa franja abundan.
Ambos postulantes al ballotage comenzaron a tejer acuerdos superestructurales con los candidatos que quedaron fuera de carrera. En este escenario tiene más posibilidades de crecer Noboa, lo cual indicaría que sus chances de quedarse con la presidencia no están lejos. Mientras que la correísta Luisa González, además de sortear la campaña que seguramente los medios hegemónicos de comunicación harán en su contra, deberá convencer a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que se sume a su propuesta. También deberá persuadir a aquellos sectores que en su momento creyeron en las acciones del lawfare, situación que obligó al líder del espacio a exiliarse en Bélgica y que el tiempo puso a las falsas acusaciones en su lugar.
Quien se quede con la Presidencia, ocupará el cargo poco más del año y medio, completando así el mandato del actual Presidente Guillermo Lasso, situación derivada de la aplicación llamada "muerte cruzada". Este es un mecanismo constitucional invocado en mayo por el mismo Lasso, cuando la Asamblea Nacional de mayoría opositora se preparaba para votar una moción para destituirlo. Con ese mecanismo Lasso disolvió el Parlamento y llamó de forma extraordinaria a comicios anticipados, para que las autoridades electas completen su periodo (2021-2025).
En Guatemala
Bernardo Arévalo de León, de 64 años, de profesión docente, representante de la agrupación política Movimiento Semilla y quien promulgó un mensaje anticorrupción, fue elegido el pasado domingo 20 de agosto como el nuevo presidente. Superó ampliamente a Sandra Torres Casanova, del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). Arévalo, quien hace binomio presidencial con Karin Herrera, sumó el 58 por ciento del total de sufragios emitidos, mientras que su contendiente, Sandra Torres Casanova, de la Unidad Nacional de la Esperanza el 37.2 por ciento. Ambos candidatos fueron superados por las categorías de voto nulo y blanco en las elecciones generales, asistiendo a sufragar sólo el 44% de los empadronados.
El ballotage marcó el fin de 12 años de gobiernos de derecha en el país, sin que esto signifique que en los próximos años Guatemala esté gobernada por Marxistas-leninistas. Lejos de esa realidad. Pero comparando con todos los gobiernos de corte neoliberal y totalmente alineados con EE.UU. que ha tenido desde 1986 a partir de la vuelta a la democracia, es posible que los sectores más conservadores vean a Arévalo un peligro para sus privilegios y el país del norte se intranquilice un poco.
Esta fue la elección más controversial de Guatemala, desde la instauración de la democracia en 1986, debido a los altos niveles de judicialización y la intervención protagonizada por la Fiscalía Especial contra la Impunidad (Feci) del Ministerio Público (MP). La derecha guatemalteca no podía soportar, que un espacio político de centro izquierda pudiera llegar a la presidencia. El Movimiento Semilla irrumpió en la política del país para gobernarlo de una manera diferente a que lo han hecho los sectores conservadores durante décadas. Al menos, esa es la expectativa de sus votantes.
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