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Que un individuo revulsivo, que más parece dar el perfil de paciente psiquiátrico, haya devenido providencial líder de unos descerebrados numerosos y les reclame a éstos que lo voten para que, con él a cargo de la presidencia de la Nación, la Argentina sea una potencia mundial en el curso de no más de cuarenta años y, seguidamente, les asegure a esos desorientados que se propone eliminar el área estatal argentina que se ocupa de que el país pueda acceder al conocimiento científico y técnico, parecería propio de un imbécil sin retorno que, no obstante, tiene el auditorio asegurado por obra de los inescrupulosos de siempre a cuyo cargo está la narración de la historia. Salvo que no se tratara de nada de aquéllo sino de algo peor, como podría ser un liderazgo parido por la superestructura cultural del capitalismo tardío, fecunda en este tipo de alumbramientos siempre funcionales a la resolución de unas crisis estructurales cuya causa no se halla en ninguna superestructura sino en la misma "base" económica de la sociedad. y que luego se proyecta, a modo de big-bang, hacia todas las regiones del universo humano.
Por lo demás, hay quienes creen que si un candidato propone quemar el Banco Central o cerrar el Congreso, habría que meterlo preso, lo cual habla muy bien de los valores éticos de quien aboga por tal medida disciplinaria contra el orate a sueldo de dudosas usinas transnacionales, pero no por eso deja de ser un error de apreciación eso de encarcelar al imbécil. Pues la democracia está basada en el siguiente engaño: no está pensada para quitarle la palabra a nadie sino para dársela a muchos, y ese es el engaño, de manera tal que no haya debate propiamente político y la confusión gane al soberano como para que no sepa, así, ni dónde está parado. En los regímenes de partido único, esto no pasa, y la política, tal como la conocemos nosotros, tiende a languidecer y los enemigos de esos regímenes dicen que lo que tiende a languidecer es "la libertad". Pero hay que reparar en el hecho, nada neutral, de que esos amantes de tal libertad son siempre gentes con desusado poder en el mercado y vocación por los negocios, y que suelen invertir sus dineros en proyectos empresario-comunicacionales atendidos por empleados que reciben su sueldo a cambio de difundir que la libertad consiste en que haya muchas voces opinando sobre si el país, la familia o la religión tienen que existir o es mejor hacer, con todas esas nimiedades, lo mismo que propone el presunto orate con el Banco Central para que, luego y en todo lo demás, cada cual haga la suya o la que pueda. A lo que se suma, así las cosas, un inconveniente adicional: el soberano puede creer en todo lo que le dice la tele y en lo contrario si también lo dice la tele, de donde se sigue que el problema no es el imbécil que recita imbecilidades ni los que se las creen, sino los periodistas de esos emprendimientos "periodísticos" que cobran para "informar" que la libertad y la democracia son lo que ellos dicen que son la libertad y la democracia. El progresismo que defiende a rajatabla "la democracia", coincide con la derecha en que esa democracia está pensada para darle la palabra a muchos, de manera tal que no haya debate propiamente político y la confusión gane al soberano como para que no sepa, así, ni dónde está parado.
Sin embargo, proponer ahora la expropiación lisa y llana de los monopolios mediáticos devendría cuestión abstracta, pues primero hay que contar con los medios prácticos para concretar tal higiénica medida. De lo contrario estaríamos haciendo abstractas propuestas en el aire y se trataría de palabras al viento, y para hacer eso ya están los trotskistas.
De donde, otra vez, se sigue que la tarea central del Frente Patria Grande, de Soberanos, de Rebelión Popular, de La Cámpora y de cuantos kirchneristas desencantados y amigos del pueblo transiten a estas horas por la desangelada geografía de los taciturnos conurbanos argentinos, consiste en sentarse a consensuar un programa político-ideológico que posibilite, alguna vez, el alumbramiento de una alternativa genuinamente clasista, popular y soberanista, que es lo único que va a impedir que el fascismo vuelva a tallarla en términos culturales, pues el fascismo reverdece cada vez que tal sistema político entra en zona de turbulencia por crisis estructurales. Con el peronismo se puede ganar elecciones, pero luego hay que gobernar, y el altruismo solidario ya está agotado como programa.
Decimos que el problema no es Milei sino los periodistas que le dieron cámara y minutos a Milei para que éste pudiera envenenar conciencias de manera eficaz. Fantino y el viejo Gelblung dicen de sí mismos que la democracia es su desvelo, pero su íntimo apetito concupiscente anhela que Milei gobierne este país. Si lo sientan en la Casa Rosada -barruntan- controlar mediáticamente al payaso será tarea sencilla. Pero por el rating entregan hasta a su hija de quince. Este periodismo es como este fútbol: es negocio ante todo.
Vacilaciones y duplicidades cristalizaron en el resultado electoral que hoy padecemos. Dice el buen Andrés Manuel López Obrador, AMLO para los amigos: "De manera respetuosa y cariñosa, porque quiero mucho a los dirigentes progresistas de Argentina, les faltó más decisión, zigzaguearon demasiado. Uno debe anclarse, no zigzaguear...". ¡Zapata vive...!
Y entonces, hay que facturarles lo suyo a esos otros que trajeron a Milei, obstinándose en protagonismos estúpidos a contrapelo del sentido común y abdicando de las responsabilidades liminares de enfrentar a acreedores externos que basaban sus reclamos en alegados derechos insostenibles por su origen espurio (posición que, en 2019, insinuaba compartir la comunidad global, en particular, la europea), renunciando así, de entrada, a defender con valentía y principios -como habría hecho el "amigo" Néstor- no sólo la soberanía nacional sino también "la comida en la mesa", como dicen los peronistas, y Alberto Fernández dice que él es peronista. Pues "socialmente justa- económicamente libre-políticamente soberana" suena de maravillas. Pero, ¿y...? Si, de ahora en más, van a seguir siendo sólo palabras, después no pregunten por qué volvió el fascismo: lo trajeron los charlatanes. Cuando Filipo Turatti decía cosas parecidas, Mussolini reía, y pocas horas después marchaba sobre Roma.
Con estas dinámicas electorales estamos siempre intentando lo que, luego, deviene fracaso. Hubiera sido benéfico par la salud pública ponerle una lápida definitiva a Macri en CABA. Si hubiera ganado Lousteau ese objetivo se habría logrado y tal vez luego las generales de octubre consagrarían a otro radical, Santoro, pero del radicalismo "bueno". No importaba mucho eso, pues el macrismo ya habría sido derrotado en su bastión: la capital es para la derecha lo que La Matanza para el peronismo, aunque en ese conurbano hay historia y mística, en tanto la CABA es sólo espacio para el comercio inmobiliario a cargo de negociantes insomnes, nucleados en una franquicia que entró aquí haciéndose llamar "Propuesta Republicana" y atraída por el patético progresismo de Aníbal Ibarra . El caso es que en la reina del Plata ganó el border. Aun cuando tal desenlace no mengua la verdad de esta epigramática conclusión: a Mauricio Macri, el kirchnerismo le recuerda que se puede ser plebeyo y digno, no necesariamente italiano y mafioso; por eso lo odia. Larreta, a su vez, le recuerda que los fundadores de la patria no son los inmigrantes, sino su bisabuelo estanciero literato y culto; por eso lo odia.
En suma, podría pensarse que las limitaciones de unas políticas que se agotan en el bienestarismo están en la raíz de problemas que superan las coyunturas: pero también cabe decir que tales limitaciones no son como los fenómenos meteorológicos, inevitables. Antes bien, podrían compensarse con los atributos de la valentía, que son el temple, la voluntad y el carácter para gestionar una cosa pública asaz compleja por razones tanto de orden doméstico y regional como lejanamente extrínsecas. Pero eso no se hizo y ahora es tarde para que Cerruti pida perdón. Han fallado tanto los gobiernos como las apoyaturas culturales de esos gobiernos, que tienden a la molicie, el conformismo y el formalismo en el planteo de los problemas y en el diseño de sus propuestas de soluciones. Se salvan Fernando Espinosa, en la política, y Roberto Navarro, en el periodismo, de la debacle progresista. Y también, claro, aquellos que, siendo peronistas, honran de veras la democracia aguantando mis análisis políticos. Pero el conjunto hizo sapo. Un sapo que se veía venir, dicho sea también.
Algunos, que son de lo mejor que ha dado el mejor peronismo, quieren seguir siendo diputados. Si es por el oficialismo, mejor. Pero, si no, que sea como opositores, que es el rol de los perdidosos. Inspirados en Ricardo Balbín, podrán decirse a sí mismos: el que pierde acompaña. ¡Total!, la "Casa" (que es el Congreso) sigue brindando su confortable hospitalidad a los señores legisladores que trabajan ahí, desvelados noche y día por las condiciones en que viven los niños argentinos de Virrey del Pino, Billinghurst, La Matanza... No hay que ser Milei para advertir que estos procederes son inmorales, antipolíticos y perjudiciales para cualquier causa, por noble que ésta se pretenda. Si oportunamente se hubieran corregido ciertas corruptelas, tal vez no habría habido Milei.
Al cabo, la fantasía popular está imaginando, a estas horas, lo tremendo: que esos desenchufados de la vida que cobran puntualmente el uno de cada mes, se dicen a sí mismos en las sobremesas del restaurant del Senado: después de todo, no todo anda tan mal: Madonna vuelve a los escenarios en Nueva York y Messi continúa "imparable" en Miami. Sólo los pesimistas patológicos no advierten estas bonanzas.
Y en eso estábamos cuando irrumpió Milei. Ha trascendido que cuenta, para asesorarse un poco en el área económica, con el Kun Agüero, quien supo decir que un laburante que hoy percibe 30 mil pesos por mes, con la dolarización ganaría 30.000 dólares. Y más de un pelotudo del campo progresista protesta por esta ironía, pues... ¡ensañarse con el Kun...! deplorable ofuscación ..! Pero el pelotudo de marras no puede reflexionar y concluir que no se trata del Kun sino de los medios que difunden imbecilidades dichas por un analfabeto funcional que no les hacen bien, esas imbecilidades, ni a los chicos de La Matanza, ni tampoco a los rubiecitos de ojos claros que viven en Libertador y Blanco Encalada y que concurren a esa escuela de por ahí, llamada "Honorable Congreso de la Nación". Hay burradas que atraviesan horizontalmente a las clases sociales. La del Kun es una de ellas. Como las de Milei.
Los neofascismos, aquí y en todo el mundo, irrumpen con el desparpajo de la obscenidad o con la obscenidad del desparpajo, se puede optar. Y eso termina por hacerlos atractivos frente a las socorridas costumbres de un progresismo al que no le va tan mal con el neoliberalismo y en cuyo negro seno no fermentan las borrascas ni dormita el trueno, pero es buen negocio hacer progresismo, y mejor si es vestidos de verde. Pero el caso es que ya va quedando claro que a Milei hay que oponerle una incorrección política de igual intensidad y sentido contrario y el progresismo nunca estará para ciertos menesteres. Aunque tampoco es zonzo. No se anima a ciertas cosas cuando barrunta que no le convienen.
Lo primero que hay que aprender es que, en política, no hay democracia ni adversarios: hay campo de batalla y enemigos... Y no es con discursos de época escritos en oficinas o proferidos desde paneles como se le mojará la oreja o se le hará cosquillas en los huevos a ese enemigo de clase.
El progresismo y el trotskismo coinciden en un punto y difieren en otro. Ninguno percibe que "la democracia" no es la forma de la democracia sino su contenido. En unos, el origende esta boludez democratista que los aqueja tiene una remota procedencia: es el hontanar menchevique de su fundador, pues Trotski no era leninista sino que llamó a la puerta bolchevique en 1917, es decir, cuando el triunfo de la revolución era inminente y él regresaba de errores y confusiones fundantes que lo habían acercado a Plejánov en contra de Lenin. Plejánov decía que Rusia no estaba madura para el socialismo y que los bolcheviques eran unos extremistas que, al revés de lo que proponían, tenían, en cambio, que procurar, como punto central de su programa político, una república burguesa hasta que las condiciones objetivas hubieran madurado lo suficiente como para actualizar la revolución socialista. Y cuando la juventud nos halla bebiendo en las fuentes engañosas de una moderación inconducente, la ancianidad seguramente nos sorprenderá exhibiendo afinidades sustantivas con las socialdemocracias de cualquier signo que éstas sean. En los otros, en los progres de todo signo y nacionalidad, habrá que buscar la procedencia de sus temblorosas cavilaciones de hoy en "El 18 Brumario" y otras intoxicaciones marxistas que sociologizan muy bien el vínculo entre política y extracción de clase. El punto de disensión, a su turno, se halla en una especie de pudor con que cuenta el progresismo y del que carece por completo el trotskismo. Aquél apoyó, por ejemplo, a Salvador Allende y su experiencia de la Unidad Popular en el Chile de 1970. Éste, en cambio coincidió allí, con el Departamento de Estado en sus diatribas contra la experiencia obrera y popular que alumbró en aquel citado 1970.
Y la capitulación ideológica puede muy bien ceder paso a la tontería. El Movimiento al Socialismo tiene hoy, como propuesta de "campaña", un salario mínimo de 500 mil pesos "ajustables por inflación", con lo cual dejan el flanco abierto para que se los corra fácil por izquierda: pues otro puede venir y proponer que 500 lucas es una traición a la clase obrera y el pueblo, y que lo que corresponde es dos millones de pesos de salario mínimo, vital y móvil. Estos dislates, no obstante, no deben opacar el buen esfuerzo que, al interior de sus mentideros, está llevando adelante la dirigente Manuela Castañeira, quien da la batalla contra una burócrata consolidada del Frente de Izquierda como Myriam Bregman, que, cuando nadie la conocía, clamaba al cielo por la "democracia obrera", pero ahora que gracias a la tele ha devenido "referente", no quiere ni oír hablar de democracia y es esto lo que con justicia le critica, la licenciada Castañeira.
Toda crisis es una oportunidad, sin embargo. Si este viejo axioma cobrara carnalidad en la Argentina de hoy, la grave situación económica es la oportunidad que tiene Massa y que no tienen otros candidatos, para moderar esta crisis y acercarse a una solución o, cuanto menos, a un alivio tangible para los trabajadores, desempleados y jubilados, lo cual está llamado a obrar no sólo como bálsamo sino, en primer lugar, como ocasión histórica para que las construcciones frentistas que combaten a la derecha saquen la cabeza fuera del agua y, a una, para que esas derechas sean derrotadas de un modo que dispararía en su seno contradicciones que, si los astros y Ludovica Squirru quieren, la expulsaría por un medio siglo largo, de los lugares en que vive la gente honrada, que es la que vive de su trabajo y no de la especulación financiera o la prestidigitación "on line", como saben hacerlo, respectivamente, el "Toto" Caputo y Marcos Galperín.
A Milei lo votó la juventud, la pobre y la rica. Votan los jóvenes, porque Néstor amplió derechos. Votan desde los 16. Un error, ese derecho. Tendrían que votar a los 14, no a los 16, pero sólo si la sociedad en la que viven fuera un comúnbasado en la razón y la solidaria convicción de que todo ser humano es un hermano y que todo ser humano debe sentir en su mejilla el golpe dado en cualquier mejilla de otro ser humano. Si, en cambio, se otorga el voto a jóvenes sin pensar en que la conciencia de esos jóvenes estará cerrada para las enseñanzas de los justos y abierta para el veneno de las usinas del odio, en ese caso, otorgarles el voto a esos niños es un error, y peor que un error, es un crimen.
(Interregno) Dejemos que voten los pendejos de 16, porque son votos nuestros, son las mil flores y todo eso... Pero eso era una "genialidad" de Néstor que lucía como genialidad sólo para los limitados cognitivos que lo apantallaban. Porque había otros que le decían, ¡ojo, men!, porque los jóvenes son mobbiles como la donna. Les gusta que los seduzcan hoy, pero mañana tal vez abominen de esos amantes de ocasión y se vayan encamar con tu enemigo. Tienen el encanto de las "mil flores", pues bailan la cumbiamba a nuestro alrededor y esos votos serán nuestros hoy ... pero hay que mirar a largo plazo... porque son votos que hoy son tuyos pero mañana podrían ser de tu enemigo...! Date cuenta, Gary Cooper...! El voto a los pendejos es un error...!
...Pero lo fue no porque hoy nos patean en contra, sino porque cuando se toma una decisión y no tenemos el poder, hay que mirar el largo plazo, no la inmediatez del resultado de ese día. Y el largo plazo nos está diciendo que nada de lo que hagamos podrá sortear la "traducción" que sufra ese algo que hicimos o que hacemos, por parte de los que narran el sentido de lo que hacemos. El populismo, a la larga, pasa facturas impagables. (Fin del interregno).
De todos modos, hay más en favor de Massa para el 22 de octubre. Carlos Pagni, que nunca acierta un pronóstico, ha insinuado, en su columna del jueves 18, que Massa pierde.
En suma, la Argentina es un país cuya diferencia no la establecen los niños. Éstos son como los niños de todas las latitudes: le tienen miedo a la oscuridad. La diferencia argentina pasa por otro lado, pues no son sus niños sino sus adultos los que establecen la diferencia. Éstos, los adultos, no le tienen miedo a la oscuridad sino a la luz, sobre todo cuando esa luz deposita sus fotones sobre algunas verdades incómodas. En ese caso, en ese caos, el pueblo que mira, sobre todo si está bien macerado por la ”libertad de expresión”, suele quemar en holocausto al justo. Facundo Molares... ¡Presente...! Muchos de los "treinta mil" hubieran formulado, casi como instinto, este fonema, que es gesto, es grito y es consigna y que hoy se ahoga en el vacío, dime cómo luchas y te diré quién fuiste; dime cómo piensas y te adivinaré el futuro.
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