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Panorama Político
06/08/2023

Lo que está en juego

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A una semana de las PASO, los argentinos deberían reflexionar sobre lo que está en juego: avanzar peleando por una democracia con más derechos o retroceder aceptando una democracia devaluada, con menos derechos y palos por las dudas.

Héctor Mauriño

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El ex vicepresidente de Bolivia Alvaro García Linera decía hace poco que el problema con el progresismo es que las fuerzas que protagonizaron más de una década de gobiernos populares en todo el continente se han ido convirtiendo en “partidos del orden”, en el sentido de que ya no plantean transformar el sistema institucional sino resguardarlo. Mientras la que se plantea como rupturista es una nueva derecha, más brutal y reaccionaria, que sí se muestra capaz de subvertir el orden. El desafío que enfrentan las fuerzas progresistas, según el dirigente boliviano, es entonces recuperar su capacidad de revolucionar el sistema.

Se podría abordar el tema desde una perspectiva distinta pero tal vez convergente. Quienes se planteaban la revolución en los años 60 y 70 del siglo pasado y lograron sobrevivir a las dictaduras que asolaron el continente, terminaron en buena parte de los casos por recuperar los valores de la democracia, ayudaron a reconquistarla -no fue un regalo-, y se involucraron en reclamarle mayor coherencia.

Democracia, sí, pero no cualquier tipo de democracia. Dicho en otros términos no sólo poder votar sino también participar de la distribución de la riqueza, potenciar el rol arbitral del Estado para impedir la tendencia inherente del capitalismo a instalar la ley del más fuerte.

Pero en los últimos años, con el desarrollo del capitalismo financiero y la globalización en provecho de las multinacionales y no de las personas, la democracia se ha ido convirtiendo para quienes ejercen la hegemonía dentro del capitalismo en un bien devaluado y hasta molesto.

Pagar impuestos, ayudar a sostener la educación y la salud públicas, contribuir a una mayor igualdad entre las personas, son todos temas que el discurso neoliberal deplora y combate a diario de boca de sus principales voceros políticos y a través de los medios concentrados.

Es curioso si se lo examina desde este ángulo, porque está claro que en los últimos años las defensoras de la institucionalidad, la división de poderes, el Estado, y hasta cierto punto de los valores y conquistas que forman parte de ese acervo cultural, son justamente las fuerzas del campo popular y no las que representan los intereses de la derecha y el establishment.

Desde la perspectiva opuesta, las fuerzas de la derecha como Juntos por el Cambio o La Libertad Avanza, no se cansan de preconizar el ajuste y el recorte de derechos, mientras alzan el garrote amenazantes -allí está el ejemplo de Jujuy-, y sus campañas destacan por la pobreza de sus planteos y apuntan a lo emocional, a exaltar la bronca, la frustración y la irracionalidad.

Esta postura desenfadada, que se jacta de todo lo malo que piensan hacer y contrasta con la campaña mentirosa de Macri en el 2015, logra empero confundir a una parte del electorado desencantado con las limitaciones del gobierno de Alberto Fernández.

Es un hecho que existe un sector sumido en el escepticismo e intoxicado por las mentiras de la prensa canalla, que ya no atina a discernir entre los que no llenaron sus expectativas y los que luego de fracasar entre 2015 y 2019 ahora pregonan que los problemas del país se solucionan eliminando derechos.

En este cantero del desencanto, donde se juntan “independientes” meloneados por la antipolítica que ya no diferencian entre lo que les conviene y lo que los hunde, y sectores que han votado por el peronismo o el kirchnerismo ganados por la frustración y la indiferencia, la derecha pesca en la pecera, por acción u omisión.

A una semana de las PASO que pueden traer nuevamente al escenario las políticas que fracasaron en los 90 y durante el gobierno de Macri, y que sumieron al país en la quiebra económica y la desesperanza política; los argentinos deberían reflexionar sobre lo que está en juego: avanzar peleando por una democracia con más derechos o retroceder aceptando una democracia devaluada, con menos derechos y palos por las dudas.

29/07/2016

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