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19/03/2023

La crisis global

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Para superar la crisis global es necesario un cambio en las relaciones de producción que cambien la lógica del sistema. En lugar de maximizar los beneficios privados el objetivo debería ser el bienestar general de la población, con una distribución equitativa del ingreso.

Humberto Zambon

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El 18 de setiembre del 2020 la conocida intelectual canadiense Naomí Klein dictó una conferencia en la cumbre inaugural de la Internacional Progresista, que fue editada por CLACSO bajo el título de “Los años de reparación”, en referencia a la respuesta que se dio en América Latina a los años de neoliberalismo implantado por las dictaduras en los años ’70 y reforzado en los ’90; la publicación lleva una presentación a cargo de la conocida socióloga argentina Alcira Argumedo.

Este fue uno de los últimos trabajos de Alcira Argumedo, fallecida en el año 2021, que en estos días volvió a ser noticia porque el Papa Francisco apoyó públicamente una vieja propuesta de ella (de los años ’70): “que las deudas financieras ilegítimas impuestas a los países en desarrollo” puedan financiar “una transición energética justa” en el marco de la crisis climática y ecológica”, propuesta que fue recogida por el ”Movimiento Global Deuda por Clima”, que reúne organizaciones de 25 países distintos.

Es que el capitalismo implica un derroche productivo y la destrucción del mundo natural. Para este trabajo las consecuencias son una crisis económico-social, coincidente con una crisis ambiental (aumento de temperatura global) y, como consecuencia de lo anterior, una crisis sanitaria, como sucesión de epidemias (la pandemia del COVID, la actual gripe aviar, etc.) con la posibilidad de destrucción de la vida humana. Las consecuencias del neoliberalismo y la privatización de los servicios, como la salud pública, se sufrieron durante el COVID.

Pone el acento en la desigual distribución de la riqueza. Es una consecuencia de la tendencia del capitalismo a la concentración del capital sumado a la disminución de la tasa de crecimiento del producto global generado en los años ’70 por la conversión del capitalismo industrial a una nueva etapa de su evolución, basada en la hegemonía del capital financiero; según Samir Amín (“Más allá del capitalismo senil”, Paidós, 2003) esa tasa era, durante los años del capitalismo industrial, del 5%; luego, con este cambio de página, en los años ’70 bajó al 4,5%, en los ’80 al 3,4% y en los ’90 al 2,9%. En la primera década del siglo XXI la tasa de crecimiento mundial se mantuvo merced a China, India y los países de Latinoamérica (por primera vez se achicó la brecha de ingresos entre centro y periferia) mientras que en la década siguiente el crecimiento del centro fue a una tasa reducida, consecuencia en parte de la crisis financiera del 2008-2009, y culminó con el descenso de la tasa global debido a la pandemia del COVID.

Por otro lado, para mantener la tasa de ganancia, las trasnacionales recurrieron a 1) destinar parte de los excedentes a la especulación financiera; 2) Deslocalizar las inversiones productivas, buscando lugares de bajos salarios y escasa reglamentación ambiental y 3) Lo que David Harveydenominó “acumulación por desposición”, quitando ingreso a trabajadores, a los productores primarios de todo el mundo y mercantilizando a toda la sociedad, convirtiendo bienes públicos (como la jubilación, la educación, la salud y la seguridad) en objeto de comercio y, además, privatizando los servicios públicos que tradicionalmente prestaba el estado u organizaciones sin fines de lucro.

La reducción de la tasa de crecimiento con el mantenimiento de la tasa de ganancia por parte de las grandes corporaciones llevó inexorablemente a:

1-La concentración de la riqueza en pocas manos. Para el cambio de siglo, el 20% más rico recibía el 80% de la riqueza mundial, proceso que continuó en el nuevo siglo: según el informe anual del Credit Suisse (2021), el 1% se lleva el 45.6% de la riqueza (son 62,5 millones de personas con más de un millón de dólares cada uno) mientras que el 53% de población tiene menos de 10.000 dólares anuales. La inequidad distributiva se agravó en los últimos años: según el último informe de OXFAM (organización internacional que reúne organizaciones de 70 países que luchan por un mundo justo y sostenible, contra el hambre y la pobreza), durante la última década el 1% de la población capturó el 50% de la riqueza producida y actualmente, a partir del 2020, los 2/3 de la misma.

2- Para mantener la demanda global imprescindible para el funcionamiento del sistema, se recurrió al crédito que convirtió al mundo en una sociedad endeudada: Según el FMI, la deuda mundial total en 2020 equivalía a 2,56 veces el PBI mundial, con una deuda pública del 99% del PBI, las empresas con el 98% y los hogares con el 58% (total 256% del PBI). Por cada cien pesos que se producen en el mundo, en bienes y servicios, existe un stock de deuda de 256 pesos. Parece claramente impagable.

El sobreendeudamiento de la sociedad y la concentración de la riqueza lleva al sistema al borde de la crisis social y económica, a la que se suma la crisis ambiental, consecuencia de la lógica del capitalismo (maximizar la ganancia privada, que es la diferencia entre ingresos y costos internos; no se computan como costos a los externos que, como dice J. Stiglitz : “siempre que una persona o una empresa emprende una acción produce un efecto en otra persona u otra empresa por la que esta no paga ni es pagada, decimos que hay una externalidad. No internaliza los costos sociales ni ambientales”).

El sistema capitalista implica una producción creciente: se extraen materias primas y energía no renovable con lo que se producen bienes que, luego de consumidos o usados, se tiran, generando cantidad creciente de residuos orgánicos e inorgánicos (por ejemplo, en la Unión Europea cada habitante consume en promedio y por año 15 toneladas de materiales, de los que 4,5 toneladas se convierten en residuos).

La actual es una sociedad del derroche y altamente dependiente de la energía, en particular somos electro-dependientes (basta pensar lo difícil que sería sobrevivir a un apagón prolongado, como sufren actualmente muchos clientes de Edesur en el Gran Buenos Aires), pero el sector energético es el principal responsable de la emisión de carbono. (en América Latina el 62% de la energía generada es de fuentes no renovables, mientras que en Estados Unidos es el 83%).

La propuesta para superar la crisis ambiental y permitir que nuestra especie sobreviva es terminar con el derroche, lo que implicaría eliminar el sobreconsumo del 20% más rico de la población, reciclar los residuos no orgánicos y procurar que la mayor parte de la energía sea generada por recursos renovables (hidráulicos, eólicos o solar).

Para lograr esos objetivos y superar la crisis global es necesario un cambio en las relaciones de producción que cambien la lógica del sistema. En lugar de maximizar los beneficios privados el objetivo debería ser el bienestar general de la población, con una distribución equitativa del ingreso. Y en este aspecto las culturas originarias de América tienen mucho que aportar; tienen internalizado el concepto del “buen vivir”, en el sentido de llevar una vida moralmente correcta, con empatía, solidaridad y respeto al prójimo y una relación armónica con la “madre tierra” y su entorno. Es el “suma qamaña”en aymará, el “sumak kawsay” en quechua, el “teko kavi” en guaraní o el “kume mogem” de los mapuches.

29/07/2016

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