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A partir de ahora -tarde, pero seguro- el gobierno del presidente Alberto Fernández tendrá un jefe de gabinete de ministros acorde a la importancia de la función. Agustín Rossi, quien asumió en ese cargo el pasado miércoles (15/02), cuenta con características generalmente difíciles de reunir en una misma persona dedicada a la militancia política.
Para apreciar su trayectoria pública, quizás haya que detenerse precisamente en esa condición: la de militante. No es un burócrata de la política que se acomoda a cualquier conveniencia para estar siempre ocupando algún cargo. No es un oportunista que bajo circunstancias cambiantes aprovecha las mejores ocasiones, así fuere hacer y decir hoy lo contrario de ayer o de mañana, con tal de aprovechar las comodidades de la función pública.
Siendo joven, durante la época de la dictadura participó en el peronismo de Santa Fe. Luego, en 1987 accedió a una banca de concejal en Rosario, donde fue presidente del órgano deliberativo local a lo largo de dos años. A partir de 1991, desatada ya en el país la devastación neoliberal perpetrada por Carlos Menem que llevaría al país a la ruina -tras su prolongación en la gestión del radical Fernando de la Rúa-, y con el justicialismo santafecino bajo el mando del peronista conservador y ex corredor de autos Carlos Reutemann, Rossi se dedicó durante los años ‘90 a trabajar en su profesión de ingeniero civil. (El portal Perfil publicó días atrás una reseña de su trayectoria. Nota del 10/02/23).
En 2002 volvió a los primeros planos de la actividad política de su provincia y apoyó la candidatura presidencial de Néstor Kirchner. Elegido otra vez como concejal en Rosario, durante dos años presidió nuevamente el Concejo Municipal. Hasta que en 2005, siendo Kirchner jefe del Estado, lo promovió como diputado nacional por Santa Fe y luego lo ungió como presidente del bloque del Frente para la Victoria (FpV) en la Cámara baja.
“Con 7 años y 5 meses al frente” de esa bancada, “se convirtió en el dirigente político argentino que durante más tiempo ejerció el rol de principal vocero parlamentario de un partido de gobierno”, según destaca en su sitio oficial de Internet. (Acceso a página web de Rossi).
Posteriormente fue ministro de Defensa en el último tramo de la presidencia de Cristina Kirchner; parlamentario del Mercosur entre 2015 y 2017; y nuevamente diputado nacional desde el ‘17 y otra vez presidente del bloque oficialista (ahora, el Frente de Todos) hasta diciembre de 2019.
Al asumir Alberto Fernández, volvió a designarlo como ministro de Defensa, desde donde Rossi puso a las fuerzas armadas al servicio del cuidado de la población tras desatarse la pandemia del Covid, y lideró una transformación del poder militar. (Tema destacado por en aquel momento, nota del 26/07/2020).
Tuvo que dejar el gabinete nacional por exigencia del presidente, cuando decidió ser precandidato a senador nacional por Santa Fe en 2021. Perdió en las elecciones primarias y siguió muy activo políticamente sin cargo alguno.
Desde junio de 2022 hasta su reciente asunción en el nuevo puesto ministerial, se desempeñó como director general de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Pero además se mantuvo como firme defensor del peronismo y del kirchnerismo en todos los planos de la militancia, desde los encuentros y actos políticos en cualquier lugar del país hasta su permanente presencia en los medios de comunicación.
Otros dos jefes de gabinete
Cuando en diciembre de 2019 comenzó el gobierno del Frente de Todos, el presidente Fernández designó como jefe de gabinete a Santiago Cafiero. Sin volumen político propio y totalmente dependiente del respaldo y la confianza presidencial, a Cafiero se lo devoró la obligación de gestionar y coordinar, día tras día y durante más de un año y medio, el tremendo laberinto legal y las articulaciones políticas con gobiernos provinciales para enfrentar la tragedia del Covid.
Luego de las elecciones primarias del 2021, en las cuales el Frente de Todos fue derrotado, se produjo un tembladeral interno en la coalición gobernante. Una de las manifestaciones explícitas de esa crisis fue la carta pública de la vicepresidenta Cristina Kirchner, a la cual denominó “Como siempre… sinceramente”. Entre los múltiples y trascendentes conceptos de esa pieza comunicacional, ella dijo que 48 horas después de la derrota electoral pidió reunirse con el presidente, y en la conversación “le manifestó que era necesario relanzar su Gobierno y le propuse nombres como el del gobernador (de Tucumán) Juan Manzur para la Jefatura de Gabinete”. (Texto completo de la carta pública, en la página web oficial de CFK. Posteo del 16/09/21).
Pocos días después de difundirse esa carta pública, el primer mandatario nacional nombró a Manzur como jefe de gabinete (y Cafiero fue designado ministro de Relaciones Exteriores). Es decir que, a pesar de las graves discrepancias entre Alberto y Cristina exhibidas en ese momento -y que continuarían en forma casi ininterrumpida hasta hoy-, hubo coincidencia en quién debía ocupar el cargo.
Muy valorado por gran parte de la ciudadanía en Tucumán, donde dos veces fue elegido gobernador -y ahora se postulará como vicegobernador- y es líder del justicialismo provincial, la función de Manzur a nivel nacional como ministro coordinador tuvo un perfil de mucha laboriosidad, pero unicamente dentro de los cenáculos del poder y de los viajes y actos institucionales.
Para la mayor parte de la ciudadanía, y también frente al desafío de darle fortaleza al gobierno y al Frente de Todos, Manzur fue inexistente. No tuvo presencia en el espacio público en general. En los medios de comunicación y en las redes digitales se limitó a anunciar las actividades propias de su cargo, sin intervenir realmente en la polémica pública a pesar de integrar un gobierno y una coalición que sufren el permanente asedio de los poderes de facto.
A diferencia de muchos otros
En los meses finales del actual mandato presidencial, el jefe de gabinete será Agustín Rossi. El flamante ministro coordinador, quien probó su honestidad en cualquiera de los cargos públicos que ha ejercido, también exhibió siempre una gran capacidad para gestionar, técnica y políticamente, tanto la representación y jefatura parlamentarias como las áreas gubernativas que le fueron encomendadas.
Además, ha sido coherentemente kirchnerista. “Con Néstor y Cristina volví a creer en los sueños colectivos”, afirma en el perfil de su cuenta de Twitter, y lo corroboró en los hechos a lo largo del tiempo. (Acceso al Twitter de Rossi).
Tras el fallecimiento del fundador del kirchnerismo, quien lo impulsó a lugares relevantes de la política nacional, siempre militó siguiendo el liderazgo de quien hoy es vicepresidenta. Jamás se pasó a la vereda de enfrente. Sin mengua de su actual dependencia institucional del presidente de la Nación.
Rossi es honesto y es capaz, y además es coherente y leal. Gran diferencia si se lo compara con decenas de dirigentes peronistas de primera línea que tuvieron trayectorias zigzagueantes en los últimos 15 años, y llegaron a ser aliados de la derecha cuando les resultó conveniente.
De estos últimos, solo para señalar casos muy notorios, se puede mencionar al propio Alberto Fernández (opositor a Cristina durante una década, entre 2008 y 2018); a Sergio Massa (artífice de una división del justicialismo en 2013 que debilitó profundamente a la entonces presidenta, y que bajo el macrismo fue un aliado del oficialismo en el Congreso); a Hugo Moyano (quien a partir de 2011 posicionó a la CGT como una central sindical opositora y en la campaña electoral de 2015 se mostró junto a Macri); o a Felipe Solá (un oportunista que durante el gravísimo conflicto ruralista de 2008, siendo diputado del Frente para la Victoria, rompió el bloque oficialista y se pasó a la oposición, donde tuvo como aliados por ejemplo a Mauricio Macri, a Francisco De Narváez, o a Massa en contra del kirchnerismo hasta 2017 inclusive).
A Agustín Rossi le toca ser el jefe de gabinete de un gobierno debilitado, que representa a una coalición cuyas dos principales figuras ni siquiera dialogan -o a lo sumo, lo hacen solo en alguna ocasión particular-, y que con una inflación hasta el momento imposible de controlar, este año debe afrontar un proceso electoral que se le presenta muy adverso.
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