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Al momento de hacer un balance sobre el año político en Neuquén, ningún acontecimiento destaca más que el cisma provocado por Rolando Figueroa en el MPN. La decisión del diputado nacional coloca al partido que gobierna desde hace más de 60 años en una coyuntura crítica, de la que uno de los dos sectores en pugna puede salir averiado si no es que salen los dos.
Si la jugada del ex vice gobernador “azul” ha puesto al MPN frente a un grave desafío, no son menos graves las consecuencias que ha tenido para la oposición. Los dos grandes frentes nacionales con presencia en Neuquén han quedado fragmentados por la presión que ejerce sobre el escenario político la división del oficialismo. Así, mientras algunos ven en Figueroa una oportunidad electoral, sobre todo para no perder posiciones o cargos, otros prefieren mantenerse dentro de los postulados y objetivos de sus propias fuerzas.
En lo que se refiere a la puja interna del MPN, ahora abierta a las elecciones generales es un hecho que Figueroa apunta no solamente contra el candidato oficialista Marcos Koopmann, sino contra el liderazgo de Jorge Sapag, quien viene administrando el poder provincial desde 2007, cuando dejó el gobierno Jorge Sobisch.
Consciente de lo que se juega, a lo largo del año que termina el sapagismo ha puesto en juego en esta pulseada no solamente el aparato del Estado y el partido que controla íntegramente, sino también las candidaturas del propio Sapag, que terminó ungido titular del la Convención del MPN; del gobernador Omar Gutiérrez, reelegido en la presidencia del partido; y de Mariano Gaido, que va por la reelección como intendente en la capital, un distrito clave para cualquier elección porque acumula poco más o menos que el 50 por ciento del padrón.
Gaido, a su turno, se ha terminado por construir a lo largo de este año la suficiente masa crítica para convertirse en la ficha más fuerte del emepenismo sapagista. No es casual, es en su gestión donde se han volcado todos los esfuerzos y recursos del oficialismo, y se descuenta que será el principal aporte de votos para Koopmann.
Aunque el discurso de Figueroa hace eje en críticas al emepenismo que cualquiera de la oposición podría compartir, no alcanza sin embargo a esbozar las características de un cambio lo suficientemente profundo como para cautivar sin atenuantes al electorado. No parece, tampoco, la figura más indicada para acometerlo quien hasta ayer pertenecía al riñón del oficialismo.
Hay, eso sí, lucha de poder. Y en ese afán, el retador apuesta a polarizar el escenario electoral, y el actual oficialismo a dividirlo y fragmentarlo con todos los recursos a su alcance.
En lo que se refiere a la oposición, siempre un tanto inclinada hacia posiciones de confort ante un partido gobernante largamente hegemónico, el fenómeno Figueroa lo ha trastocado todo. Los dos grandes frentes nacionales están al borde de la disolución.
En el caso de Juntos por el Cambio, la fractura ya es múltiple. Por un lado un sector del Pro integrado por Marcelo Bermúdez -que se referencia a nivel nacional en Mauricio Macri- y el partido fundado por Horacio Quiroga, apunta a hacer pie con una colectora de Figueroa.
Por otro lado Carlos Eguía abandonó una segura banca de diputado desde la Coalición Cívica Ari para pegar el salto ala ultraderecha de Javier Milei.
La UCR neuquina, en cambio, ha venido ampliando su espacio dentro de Juntos por el Cambio. Ya impuso sus candidatos en las legislativas de 2021 y ahora se aferra a las figuras de Pablo Cervi para la provincia y Juan Peláez para la capital. Lo hace con el apoyo de otro sector del Ari y una parte menor del Pro.
De no cambiar algo a último momento, en poco tiempo más en Neuquén de la coalición derechista Juntos por el Cambio no quedará ni el nombre.
El Frente de Todos, en tanto, no vive nada muy diferente. Están los que se quieren subir al tranvía de Rolando, en una suerte de realismo sin utopías para mantener cargos y espacios. Los que se encierran en un mutismo contrario a cualquier conducción política y los que apuestan a mantener lo que queda de la coalición.
No está del todo claro que rol va a jugar cada uno, pero hasta ahora el Frente Grande abandonó el FdT y se sumó a la aventura figueroísta, otro tanto podría hacer el presidente del PJ capital Marcelo Zúñiga, y no está muy claro que hará el sector de Bertoldi.
Ramón Rioseco, líder del Frente y la Participación Neuquina, mantiene su candidatura y apuesta a sostener el FdT con el apoyo de Oscar Parrilli. Y el titular del PJ neuquino y ex secretario de Energía Darío Martínez, no ha abierto la boca. Dicen que está esperando la fecha de las elecciones.
Se descuenta, empero, que en el seno del PJ, eje principal de la coalición, la decisión sobre las alianzas vendrá del Congreso partidario, un damero en el que los votos están muy fragmentados.
En síntesis, la bomba arrojada por Figueroa este año ha fragmentado las dos grandes coaliciones nacionales.
Aunque no se trata de hechos estrictamente políticos, hay que anotar en un balance de este año la estafa millonaria con planes sociales, el escándalo de corrupción que sacude a la administración Gutiérrez y que se ventila estos días en la justicia. Lo que se revela es un cuadro penoso, que salpica al oficialismo azul y tiene efectos que se derraman sobre la campaña
El segundo hecho es externo, la guerra de Rusia contra Ucrania y la OTAN ha transformado el escenario político y económico mundial, provocando una fuerte alza de los alimentos y la energía y una secuela de inflación aún en los países más desarrollados.
En Neuquén, en cambio, el efecto ha sido el contrario, un aumento de los ingresos por el alza de los precios del petróleo y el gas al que se ha sumado un crecimiento fuerte de la producción producto de la expansión de Vaca Muerta. Quienes administran tanta riqueza nadan en la abundancia, también para la campaña.
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