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Desde ese verdadero triangulo maléfico de poder real que conforman el sector más inescrupuloso y permeable de la justicia federal, el poder económico concentrado y timbero, los medios que los timberos tienen y su expresión política cambista, expresaron sus deseos de ahogar cualquier triunfó que propicie alegría al pueblo que supieron castigar.
Clarín opinó que Scaloni estaba en su peor momento, el diario La Nación escribió de un Messi vulgar, Macri se dedicó a ponderar a cada rival de Argentina y cuando los triunfos se sucedieron aclaró que “si la selección gana no es por el gobierno”. Debe ser la aclaración más vulgar y demostrativa del peor momento en el que se encuentra Mauricio. Y como si fuera poco la policía de Rodríguez Larreta intento impedir que el populacho intentara llegar al obelisco para festejar que pasamos a la final, y lo hizo como su receta de plato único lo indica: represión.
El festejo apasionado y desenfrenado es deseado y protagonizado mayormente por todas y todos los que la pasamos jodido. Los y las que la pasamos mal por la pandemia, por las políticas de Macri y las de Alberto que no alcanzan. Por eso el festejo futbolero expresa su clímax cuando se vuelve puteada al rival. Sin dudas se expresa también el desahogo del mundo futbolero argento del duelo inconcluso por la muerte del Diego. Quién diga que estos motivos expresados no son políticos… que vayapayá.
No es fácil para el que no sufrió la pandemia en soledad y sin recursos, para el que sufrió el desempleo y la destrucción de la economía, para el que confió en el nuevo gobierno y la mejora no llega y para quien no quiso ni un poquito a Maradona, poder entender el vulgar festejo masivo.
Foto: Ariel “Lea” Nieto
Es cierto que la mayoría de los jugadores son nuevos millonarios y otros tantos que la pasan bien desde el esfuerzo empresario se sumaron a valorar el festejo. Habrá que reconocer en ellos que la gran mayoría viene de hogares de clase media y muchos de familias pobres y conocen esa fibra que toca el festejo futbolero masivo. Es por eso que se preocupan por decir que la alegría es para que la disfruten los que la pasaron mal. Sin dudas el futbol se transforma en el ultimo reaseguro de felicidad para un pueblo que sufre.
Como si faltara alguna muestra de que la alegría popular es política la relación íntima que tiene la liturgia popular futbolera con Malvinas ha sido innegable. Desde las canciones que incluyen a los soldados, hasta el famoso “el que no salta es un inglé” se contraponen con la política timorata y entreguista sobre Malvinas que el macrismo supo implementar.
La relación a prueba de medios de la selección con la gente y la vulgar la felicidad popular es algo que ni Lewis ni sus amiguitos viajeros podrán revertir.
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