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La única oportunidad -la oportunidad histórica- de que el peronismo se sacudiera de una buena vez todo el excremento que lleva adherido a su pelambre desde tiempos inmemoriales, se acaba de perder. Cristina era esa oportunidad; y ahora la derecha será gobierno en la Argentina. Y lo será con la complacencia miserable de una CGT en la cual hegemoniza una ideología: el colaboracionismo con las patronales para que éstas hagan su juego en el juego de poder fuerte del país. Daer, Acuña-Barrionuevo, el "centaruro" y el "gitano" son hombres de la vieja "escuela" de Rogelio Coria o Augusto Timoteo Vandor, es decir, son unos traidores irredentos e irredimibles que se aprestan desde ya a rosquear -con el que venga- la plata de las obras sociales a cambio de traicionar a los trabajadores gambeteando, a como dé lugar, las medidas de lucha con que cuentan los trabajadores como única arma contra la explotación y la injusticia patronales. Ni paros, ni ganar la calle, ni planes de lucha; nada de eso, traicionar a cambio de dinero; de eso se trata. Estará muy solo, a partir de ahora, Pablo Moyano, y no dejarlo solo deberia ser consigna, pero es difícil que el peronismo, ahora, quiera lola, hay mucha bosta ahí. Cristina los mantenía no sólo con vida, sino también, con una vida digna. Ahora, para subsistir, tendrán que lamer las babas que les escupan a la cara los Dujovne, los Murphy, los Caputo, los Melconián...
Pero si han sacado a Cristina del medio, miran corto los cráneos de la derecha. Si no es ella, en el largo plazo reverberan, desde ahora y en el borde ectoplasmático de la historia reciente de la Argentina, los Montoneros, Firmenich y Videla. Una recidiva trágica, por cierto. Pero el turno histórico luce más plausible para Firmenich que para Videla, pues cuando de baños de sangre se trata, nunca segundas partes fuerron posibles, así lo enseña la experiencia histórica: Jakarta, la Indonesia de Suharto; y América latina, aquellas dictaduras que se hundieron para siempre en el inodoro de la historia. Cristina -lo dijo en Cannes en 2011- era una partidaria del capitalismo "en serio", no del socialismo soberanista que va por las fortunas de banqueros y oligarcas, por las buenas o por las malas. La derecha, miope, trae en sus alforjas la guerra civil que Cristina mediatizaba.
Ciegos a todo lo que no sea el corto plazo, ya cantan victoria. Parlotean acerca de una "oportunidad histórica", sintagma que, debidamente decodificado, nos enfrenta a su verdadero y único significado en boca de los abanderados de la violencia antiobrera y antipopular: aniquilar al enemigo peronista, ahora o nunca, de eso se trata; abolir al kirchnerismo y a todo lo que huela a riesgo para sus privilegios, aunque ese olor sea sólo, a veces, nada más que una alucinación de ricachones asustados.
Alberto Fernández deberá pagar lo que está debiendo, que es la deuda que acumuló en los últimos dos años. De eso deberán hacerse cargo los peronistas, alguna vez. Que López Rega u Osinde trabajaran para los enemigos del pueblo era menos grave que si hoy lo hacen algunos que parecen propios pero, en realidad, son ajenos. No importa lo que dicen; importa lo que hacen.
El miserable que daba garantías de discreción mediática a la mafia que, frecuentemente, hacía los quehaceres domésticos en la estancia de un rufián extranjero, es palo ideológico del "decisor" al que asesoraba. Botón de muestra, aunque los botones sean varios no uno solo.
La derecha, a través, por lo general, de sus bocas de expendio periodísticas, hace del uruguayo Sanguinetti y del brasileño Cardoso, númenes cuya inexistencia en la Argentina sería de lamentar. Pero -como dice otro crápula de ley y de nacionalidad ecuatoriana-, la derecha argentina lee mal al país y al mundo. A escala global, están ganando las izquierdas y los progresismos y no las derechas, como creen los "dirigentes" que rodean y asesoran a Mauricio Macri. Y en el país, esto no lo dice el ecuatoriano de marras pero se infiere, a Cristina no se la neutraliza ni con la cárcel ni con la proscripción, sino imitando un poco a Fernando Henrique, precisamente, que tomó debida nota de que, con Lula preso, ninguna paz y ningunos negocios son posibles y, por eso, hizo alianza electoral con el líder obrero de quien (Cardoso lo sabe mejor que nadie) no hay que temer maximalismos inconducentes sino esperar un fructífero maridaje entre Estado-mercado y socialdemocracia que, dicho sea de paso, fue la alianza que proyectó a Europa hacia la prosperidad general y la levantó de sus ruinas en la posguerra, algo que ignoran ignorantes aplicados como Milei o Espert.
Día de luto obrero y popular, el de hoy. Los negros y los pobres, los que no tienen nunca quien los defienda y los que sentían que alguien los cuidaba cuando Néstor y Cristina presidían el país, son a estas horas, presa de una tristeza intensa y dolorosa. Desamparo, eso sienten. Cristina abdicó; y sus razones personales, sin duda legítimas, no alcanzan como bálsamo, como cura, como consuelo, para el sufrimiento que se viene. Porque, el año que viene, en octubre, si el candidato va a ser Alberto, o un otro cualquiera, huelgan los pronósticos.
Cristina presa ya dejó de ser una opción para la derecha. Pero con ella en la oposición, ¿de qué se va a disfrazar el gorila que venga? Será resistencia, no ofensiva. Por eso estamos dando un paso atrás. Y Alberto hizo bastante para que éste fuera el resultado.
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