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27/11/2022

Economía Política (I)

El sistema económico

El sistema económico | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Publicamos hoy la primera de cinco notas de una serie pensada como exposición de los conceptos básicos para entender la economía actual y que incluye además: “La gran crisis”; “El período ‘de oro’ del capitalismo”; “Los años '70 y el neoliberalismo”; y “El capitalismo financiero”.

Humberto Zambon

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El concepto básico de la economía política, la de los economistas clásicos, es el del excedente económico, aunque el concepto fue desarrollado detalladamente recién en la década de los años ’50 del siglo pasado por Paul Baran (economista norteamericano nacido en Rusia, en el libro "La Economía Política del Crecimiento").

Al excedente económico se lo define como diferencia entre el valor de los bienes y servicios producidosdurante un determinado período de tiempo y el valor de la parte de los mismos necesarios para el sostenimiento y reproducción de los productores (incluye a su familia), lo que garantiza la continuidad en el tiempo.

Durante varias decenas de miles de años la especie humana fue recolector de frutos y cazador, nómade en la búsqueda de los recursos necesarios para sobrevivir y reproducirse. Era una economía de subsistencia.

Recién cuando aprendió a domesticar animales y plantas se asentó en lugares con acceso al agua dulce (ríos, lagos) y se volvió sedentario aparece el excedente económico; a partir de entonces toma sentido utilizar el trabajo ajeno para apoderarse del excedente producido (trabajo esclavo). Ocurrió a orillas del Nilo, del Tigris y Éufrates, del Indo y el Ganges, del Amarillo en China, en América Central y la zona del Perú.

Las consecuencias fueron impredecibles: como nadie acepta ser y permanecer como esclavo por propia voluntad, fue necesario crear la fuerza necesaria para mantener el sistema, llámese policía o ejército, y fue el nacimiento del estado como tal. Se requirieron normas para regular la relación entre hombres libres y entre estos y los esclavos (nacimiento del derecho) y de la división de tareas con la posibilidad de especializarse; algunos pueden dedicarse a pensar (origen de la religión formal, de la filosofía y de la ciencia) o a actividades estéticas (arte), dando lugar a las distintas civilizaciones.

Las distintas relaciones sociales de producción (esclavitud, servidumbre, trabajo asalariado) que hacen posible la generación del excedente económico se denominan “modo de producción”. Hasta la llegada del capitalismo todas tuvieron como objetivo el consumo de las clases “libres” que, cuando el excedente creció, incluyó el consumo permanente como la construcción de pirámides en Egipto y en los pueblos mesoamericanos, templos como en la India, la Muralla china o las catedrales en la Europa medieval.

En el capitalismo, que toma la denominación de industrial a partir de la revolución industrial ocurrida en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII (el historiador Toynbee, que popularizo el término, lo fechó en 1760, aunque hay coincidencia en que sus efectos en el producto bruto se sintieron a partir de 1790), es el primer modo de producción en que el principal destino del excedente económico no es el consumo sino la acumulación productiva: se lo destina a incrementar la producción y generar más excedente.

Como muestra Gerardo Mario De Jong en su libro “La transición del capitalismo mercantil al capitalismo industrial (Ediciones doble Z, 2019), la existencia de industrias es antigua (a diferencia de la producción artesanal implica una producción sistemática de bienes destinados a satisfacer una demanda anónima), en particular en China (a partir de la industria de la seda) e India, inclusive con relaciones de producción capitalistas (trabajo asalariado) como en Bizancio (cuyo nombre más adecuado, según De Jong, es “Basilea Romanión”), desde el año 842 hasta el siglo XIII, y también en el norte de Europa.

En estos casos la demanda crecía paulatinamente, por lo que la producción podía crecer por adición de unidades similares a las existentes, sin grandes cambios en los medios de producción (cambio cuantitativo). En cambio, a partir del siglo XVI, el aumento de riqueza en la Europa Occidental (originado en la conquista de América) fue enorme, lo que se trasladó a un incremento proporcional de la demanda global, que dio lugar a la denominada “revolución industrial”, y que originó un cambio cualitativo, con la revolución permanente de los medios de producción.

Desde el siglo XVII en Europa estaba de moda las telas de algodón; se importaban telas desde las Indias orientales y materia prima que se hilaba y tejía en Europa, convirtiéndose Liverpool en un centro comercial de primer nivel; de todas formas, la producción del hilo, a pesar de utilizar en los tornos de hilar el trabajo de mujeres y niños e inclusive de soldados, no alcanzaba a satisfacer una demanda creciente. La necesidad de aumentar la producción fue rápidamente comprendida y la Sociedad Inglesa de Artes en 1760 llegó a establecer un premio a quien desarrollara un método que permitiera hilar hasta 6 hilos por persona.

En 1767 James Hargreaves creó el torno de hilar que permitía hilar 8 hebras simultáneamente; fue perfeccionado por Arkwright, cuyo invento utilizaba la energía hidráulica y comenzó su producción a partir de 1771.

A partir de ese momento sobraba hilo y el cuello de botella estaba por el lado de los tejedores. En 1785 Cartwright inventó el telar mecánico, que estaba accionado por un buey. El adelanto de la industria del algodón se completó con el descubrimiento de la desmotadora en 1792, que abarató considerablemente la materia prima.

Con un modelo simple, que propuso el economista polaco Michal Kalecki, se puede esquematizar al sistema. Si a la producción de bienes y servicios realizados durante un año le restamos los insumos (ya sea materias primas o productos para la re-venta así como los productos elaborados necesarios para la producción, como energía) tenemos el producto neto (Y) o valor agregado (VA) por la economía, la que se compone de salarios (W) y de ganancias en sentido amplio (ganancias propiamente dichas más intereses y rentas), (P). Es decir:

Producción total – Insumos = Y = VA = W + P

A grandes rasgos, los receptores de salarios los destinan a cubrir los gastos en consumo (C) mientras que los que perciben ganancias, una parte lo utilizan al consumo (C) y el resto lo acumula productivamente (construcción de edificios y compra de máquinas, herramientas o incremento del stock de insumos), que denominamos inversión (I). Tenemos así una oferta neta de bienes (Y) y, por otro lado, la demanda agregada (necesidades solventes) que adquiere los bienes para consumo o la inversión: Y = C + I

La diferencia que pudiera existir entre lo producido y lo vendido se manifiesta como variación positiva o negativa del stock de bienes, diferencia que sumamos a la inversión (“inversión en stock”) de forma que se asegura formalmente la igualdad OFERTA AGREGADA = DEMANDA AGREGADA. De todas formas, es obvio que para que el sistema funcione en equilibrio y se reproduzca en el tiempo requiere que en la realidad los valores de ambas variables se aproximen a la igualdad.

El incremento de los montos destinados a la acumulación productiva (inversión) generó un aumento de la productividad del trabajo, aumento de la cantidad de bienes producidas, su abaratamiento y la mejoría de los ingresos tanto de los salarios como de las ganancias (lo que aumentaba a su vez el monto de la inversión).

Marx y Engels son críticos reconocidos del capitalismo industrial. Sin embargo, escribieron objetivamente en 1848 (personificando al sistema en su clase hegemónica, la burguesía): “… ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre (…) ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas. La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. (…) Ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?”.

No podían imaginar, en 1848, todos los cambios tecnológicos que se avecinaban en los 174 años siguientes y de los que hoy, bien o mal, disfrutamos.

29/07/2016

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