Columnistas
02/10/2022

El atentado, la inflación y la injusticia social

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Ya pasó un mes desde el intento de asesinato contra Cristina Kirchner. El proceso inflacionario angustia a la población y desgasta al gobierno. Según las estadísticas crece el empleo e incluso bajó levemente la pobreza, pero hay más personas indigentes: Argentina es una sociedad cada vez más injusta.

Miguel Croceri

“El crecimiento económico no se lo tienen que quedar tres o cuatro vivos”, dijo Cristina Kirchner en un acto en el estadio Diego Maradona de La Plata el 18 de diciembre de 2020. En esa actividad pública también fueron figuras principales el presidente Alberto Fernández, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, Sergio Massa (que en ese tiempo era titular de la Cámara de Diputados de la Nación) y Máximo Kirchner (quien entonces presidía el bloque de diputados nacionales del Frente de Todos). (Puede recuperarse la información en el sitio web de Sindical Federal, nota del 19/12/2020). 

El razonamiento de la vicepresidenta de la Nación ese día, partía de la base de que la economía argentina iba a crecer en 2021, luego de la brutal caída -a nivel nacional y mundial- provocada por la pandemia.

Aquel acto tuvo lugar hace un año y nueve meses, y se realizó sin asistencia de público -solo dirigentes y algunos/as militantes-, con distanciamiento entre las personas debido a los cuidados sanitarios, y cada cual con su barbijo. Gran parte de todo aquello parece hoy muy lejano.

En ese momento todavía no había vacunas contra el Covid prácticamente en ningún lugar del planeta. Recién empezarían a llegar a Argentina unos días más tarde, y en los meses siguientes tendrían lugar los masivos operativos de aplicación de las sucesivas dosis.

En lo político, a pesar de los enormes sufrimientos para la población a causa del virus y del completo descalabro económico, el gobierno del Frente de Todos conservaba una fortaleza y un respaldo popular que se vendrían muy abajo tras las elecciones legislativas de septiembre (primarias) y noviembre (generales) de 2021.

Desde esos tiempos en adelante la inflación se fue agravando, hasta constituir hoy el principal motivo de angustia colectiva, y también el factor más determinante para el desgaste del gobierno nacional y del conjunto de la coalición oficialista.

Estadísticas

El último Índice de Precios al Consumidor (IPC) informado oficialmente es el de agosto, y fue del 7,1% mensual. Considerando la inflación anualizada, o sea la de los últimos doce meses, el nivel llegaba (en agosto) al 78,5%. Estimaciones provisorias anticipan que el promedio de aumentos en septiembre sería mayor al del mes previo, y que en todo 2022 rondaría entre el 90% y el 100%. (Información del diario Ámbito, nota del 24/09/22). 

Meses atrás, un análisis del Banco Mundial (BM) sobre la evolución de la economía argentina posterior a los peores momentos de la pandemia, resumió que “la actividad se ha recuperado más rápido de lo esperado, con un incremento del 10,3% del PIB (Producto Interno Bruto) en 2021, luego de una caída del 9,9% en 2020 en el marco de la crisis desatada por la Covid-19”. (Párrafo tomado de la página oficial del BM, publicación del 13/04/22). 

La crecimiento económico se mantuvo, como tendencia, también en 2022, y dio lugar a una baja en la tasa de desocupación, e incluso a un aumento de la cantidad de trabajadores/as formalizados/as. El desempleo se situaba en 6,9% en el segundo trimestre del año, que es el último dato divulgado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Indec. (Reporte de la agencia de noticias Télam, nota del 212/09/22). 

Aunque de todos modos, “gran parte de la recuperación está siendo traccionada por asalariados informales y cuentapropistas precarios”, que “representan el 44 por ciento de la población”, destaca un análisis del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) basado en la Encuesta Permanente de Hogares. (Artículo de Página 12, nota del 27/09/2022). 

Dentro de ese contexto, recientemente el Indec informó que al finalizar el primer semestre de este año la pobreza llegaba al 36,5% de la población, lo cual significa que unos 16,8 millones de personas no contaron con los recursos económicos necesarios para cubrir una canasta básica de consumo.

Aún siendo una situación gravísima, desde los números puramente estadísticos ese indicador -el de la pobreza- descendió en el primer semestre un 0,6% (del 37,3% al 36,5%), comparado con el semestre previo (el último de 2021).

En cambio, creció la indigencia, es decir la condición que sufre la gente que no cuenta con el dinero necesario siquiera para alimentarse. El indicador pasó del 8,2% en el segundo semestre de 2021, al 8,8% en los primeros seis meses del año en curso. Significa que alrededor de 4,1 millones de personas en nuestra Patria no tienen ni para comer. (Datos resumidos por elDiarioAr, nota del 28/09/22). 

Los sueldos, en tanto, siguen perdiendo contra los precios. También son cifras recién publicadas por el Indec, pero en este caso la medición incluye hasta julio de 2022. Los datos señalan que en los primeros siete meses del año, el índice de salarios cerró con una suba del 41,8%, contra una inflación del 46,2%. (Información de Página 12, nota del 29/09/22). 

Un mes después, dos años después

Ahora ya comenzó octubre de 2022, y pasó un mes desde el intento de asesinato contra Cristina Kirchner el 1ro. de septiembre. Asombrosamente no llegó a perpetrarse un crimen que hubiera cambiado el presente y el futuro de la Nación, pero de todos modos la política de hoy es muy diferente a la de hace poco más de 30 días.

Las cadenas de medios y dirigentes que representan a la derecha y ultraderecha ideológicas, trabajan a tiempo completo para instalar socialmente la creencia de que el fallido magnicidio fue inventado para -según esa canallesca interpretación- beneficiar políticamente a la víctima.

Una de los más explícitas y alevosas piezas de esa estrategia comunicacional-política fue el editorial del diario oligárquico La Nación el pasado miércoles, que llevó por título “¿Atentado? Demasiados interrogantes y sospechas”. (Nota del 27/09/22). 

Durante algunas semanas el atentado produjo una alteración momentánea de la agenda política argentina, y relegó -solo en el plano de los asuntos de trascendencia mediática- la gravedad de la crisis económica y social.

Pero fue la propia vicepresidenta quien, en la semana recién transcurrida, volvió a pronunciarse sobre esa temática, y lo hizo por primera vez luego de la intentona criminal que sufriera.

A través de Twitter, dijo que los datos del Indec sobre descenso de la pobreza con simultáneo aumento de la indigencia (citados en esta columna de opinión), evidencian “el impacto del fuerte aumento en el precio de los alimentos”. Apuntó que “las empresas alimentarias han aumentado muy fuerte sus márgenes de rentabilidad”.

También elogió al ministerio de Economía por haber “trabajado duro en todas las áreas de su competencia”, pero consideró “necesaria una política de intervención más precisa y eficaz en el sector y, al mismo tiempo, diseñar un instrumento que refuerce la seguridad alimentaria en materia de indigencia”. (Tuit del 28/09/22). 

En nuestro país -también en el mundo en general- ya no se habla de “injusticia social” como ocurría en los tiempos fundantes del peronismo a mediados del siglo pasado, o en la primera mitad de la década de los años ‘70, antes de la dictadura genocida.

Sin embargo, aunque los hechos de la vida económica y social no sean nombrados con esas palabras, todos los datos coinciden en describir una misma realidad: Argentina es una sociedad cada vez más injusta, como consecuencia de un capitalismo cada día más cruel y violento.

Por diversas y complejas razones, el gobierno no evitó aquello que la líder del kirchnerismo advertía hace casi dos años -al finalizar el terrible 2020 en el que comenzó la pandemia y no existían las vacunas-, mientras pronosticaba un pronto crecimiento de la economía.

Efectivamente, durante 2021 y 2022 la economía creció, pero los beneficios de la riqueza socialmente producida se los están llevando “tres o cuatro vivos”.

29/07/2016

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