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Cristina no puede deshacerse de su propio destino. Siendo la dirigente política de mayor arraigo medido en caudal de votos, por dos veces tuvo que dar un paso al costado a una candidatura que en las dos ocasiones, anticipaban su éxito. Se resignó a ser la gran electora de Scioli primero y de Fernández después.
Quiero decir, además, que cuando uno presta su caudal electoral no es que lo regale. Vigila con sus propios valores que no caduque, no se desvalorice, no pierda la cotización original. A partir de allí se convierte en un crítico cancerbero y maternalista de cómo lo maneja el prestatario.
Ahora me dicen que fue por Cristina que Scioli perdió, porque quienes lo deberían votar con obediencia decían, para ser oídos, que lo votarían apretándose la nariz. Que esa apreciación venga del propio palo no puede ser auspicioso.
También me señalan que Fernández y su gabinete fue una ecuación poco equilibrada y poco eficiente políticamente, lo que herrumbró la figura de Alberto hasta límites destituyentes.
En los dos casos aparece aún con su silencio, Cristina alentando las debilidades de los candidatos. Es que su figura es demasiado grande e influyente como para que los mismos que fueron elegidos por ella no tiemblen si pierden su soporte.
En lo personal, Cristina debe defenderse con las armas de la política que las obtiene si está en actividad, si puede probar que esas armas están listas para mostrar una vez más su vigencia. Si las armas fallan será condenada, no importa si en base a un juicio justo o a un juicio fraudulento. Para la derecha, que actúa con la solvencia y la impunidad de saberse usurpadora del oficialismo, incluida la Embajada, Cristina es el enemigo a acallar, a capturar en su vigor, a humillar con difamación, por lo tanto, Cristina debe permanecer en actividad ya que con ella ha creado una dependencia vital con el ejercicio del poder político y con poder podrá defenderse, sin él puede ser fácil presa del fascismo desencadenado por una justicia que ha perdido la imparcialidad.
No es tiempo de retirarse de la lucha. Si deja el escenario pierde su capacidad de defensa y quizás le aguarde el olvido.
No creo que vaya a tomar esa conducta, Cristina es lo que se llama un animal político, alguien dotado de una fortaleza moral inhabitual que si tiene que morir, lo hará peleando y con las botas puestas.
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