Tiene para mí alta significación. Representa una imagen de fortaleza para el Frente de Todos (FdT). Aquello de que, más que el amor, lo que los une es el espanto, puede ser cierto pero llevando el objetivo al terreno práctico, no nos importa la fraternidad que eventualmente pueda unirlos sino la elocuencia política de que juntos llegarán gestionar mejor para llegar al 23 con renovados bríos proselitistas.

El adversario ha trabajado todo el tiempo con la desavenencia entre ambos, y en ese clivaje insertó las más dañinas estocadas. Las vacilaciones de Alberto que se sucedieron muchas veces y la indignación de una mujer valiente y decidida imbuida de ponderable experiencia, fueron una ecuación contradictoria, como hay tantas en política, en base a la cual el FdT perdió terreno y el adversario lo ganó.

Ahora, a partir de este reencuentro la cosa se pone más organizada y las facilidades que hasta ahora había encontrado el macrismo tendrán, sumadas a sus propias luchas por el poder, muchas más dificultades. Igual, no hay que olvidar que siempre cuentan con un bagaje de Fake News inagotable.

Es que el discurso del FdT es sumamente sólido, entraña una tradición política popular que costó mucho tiempo y muchas vidas construir, y es alternativo al discurso de la derecha que se repite como un sonsonete sin poner sobre la mesa cuáles son las ventajas de las decisiones que las sustentan, después de haberlas puesto en práctica y haber fracasado mil veces.

Defender los recursos naturales de este pródigo país ha de ser una propuesta mucho más alentadora que la de achicar el Estado. La propuesta para el crecimiento de estimular el mercado interno ha de ser mucho más ventajosa para el común de la población, que la de la recesión que propone la alianza Cambiemos para combatir la inflación, cuestión, que dicho sea de paso, fracasó siempre. Tener en cuenta las rentabilidades de la explotación de los recursos naturales para engrandecer la Nación y crear infraestructura y trabajo en el país, es sin duda más tentadora que la que propone que esas rentabilidades pasen al exterior a agrandar cuentas privadas.

La envergadura del discurso progresista seguirá siendo bombardeado por los medios hegemónicos vinculados con las corporaciones que ven con ojos ávidos lo que pudieran obtener, de ser ellos lo que explotan esos recursos. Seguramente tendrán una parte del botín que entraña la inversión del capital y el trabajo si es que carecemos del capital para hacerlo, pero eso ha de tener, en cualquier circunstancia, un precio que no es el del saqueo y la miseria subsecuente cuando los mismos tienden a agotarse.

Cristina y Alberto juntos abren las puertas de la ilusión de que el gobierno popular podrá seguir detentando el poder político y si las mayorías parlamentarias lo acompañan, reparar las injusticias que están ahí flagrantes en la conciencia popular, aún sin ser reparadas. No como venganza sino como justicia, tal como se ha hecho en la Argentina contra los crímenes de lesa humanidad. Justicia no venganza.