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Columnistas
22/05/2022

Por siempre, unidad

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El descontento general paradójicamente está en la población que votó al FdT en el 2019, toda vez que la oposición clásica de la derecha es oposición mucho antes que el gobierno popular desplegara su gestión.

Osvaldo Pellin

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Mi impresión es que en la valoración del actual gobierno nacional, solemos desconocer ciertas orientaciones que el mismo gobierno viene señalando, mientras las críticas van quedando como sesgadas de esas realidades. En conclusión las críticas al gobierno podrían ser apresuradas o poco fundadas. En general los críticos se colocan en una posición ideológica que ignora o subestima los avances que en muchos aspectos ha realizado el gobierno. El gobierno mismo se ve perjudicado por esta apariencia poco visible de su gestión que tarde o temprano termina descolocándolo en la consideración de la población. Es cierto que el gobierno acarrea una inflación donde pareciera visualizarse toda su debilidad o por lo menos es el gran enmascaramiento de sus aciertos, que no terminan siendo justicieramente valorados.

Hay en la oposición dentro de la coalición del gobierno una ansiedad que evoca los tiempos de Néstor Kirchner en que lo que hacía no solo era ganancia de derechos sino enfrentamiento a lo que luego se llamó al poder real, como terminar con las AFJP, pagar la deuda al FMI y al Club de París, y solventar las crisis en una demanda económica que se mostraba adelantada con respecto a la inflación.

El gobierno de Alberto Fernández carece de instrumentos para imponerse en el Congreso de los Diputados, ha debido negociar con gigantes como el FMI en condiciones prácticamente de rendición, dada la herencia macrista recibida y afrontar una pandemia muy grave imprimiendo papel moneda para afrontar gastos donde no había fondos tangibles para afrontarla.

Además la coalición del FdT, tuvo un eje en el trabajo previo a nivel dirigencial de Alberto Fernández y en la determinación de Cristina de señalarlo como el candidato para vencer al Pro, y así obturar la ambición de reelección de Macri.

El descontento general paradójicamente está en la población que votó al FdT en el 2019, toda vez que la oposición clásica de la derecha es oposición mucho antes que el gobierno popular desplegara su gestión. Es una oposición escasamente democrática, pues de lo que se propone ni siquiera admite participar en los debates de temas cruciales. Ha sido y es, una oposición estructural. Por el contrario la oposición que se insinúa en el FdT es programática/ideológica, aunque igualmente compite negativamente con la acción del gobierno.

En ese panorama, la gente que sigue a Cristina vislumbra prolegómenos de derrota electoral en el 23 estando ella misma involucrada en esa derrota y además le queda incómoda la posición anti confrontativa de Alberto Fernández, que en su pensamiento, deja pasar claras situaciones donde debería involucrarse políticamente como por ejemplo en el contrabando de cereales por los puertos del Paraná y en la estatización eventual de la megaempresa Vicentin que sigue en manos de cuasi delincuentes que han timado tanto a pequeños productores como al mismo Estado y varias de sus instituciones financieras. Todo ello con connivencia del Poder Judicial, cuya relevancia empieza a competir con el Poder Ejecutivo, erosionando su autoridad.

Esta situación no tendrá solución en la medida que el enemigo que se cierne sobre la continuidad del FdT no esté claramente dimensionado. De seguir soportando la oposición estructural de la derecha y su propia interna, el gobierno no podrá mostrar un consenso que potencie su fuerza electoral y como todos presumen, correría el riesgo de que una vez más, la derecha, disfrazada de democrática, se imponga en una elección general.

29/07/2016

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