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El Movimiento Popular Neuquino cumplió un decenio más desde que se firmara el acta fundacional en junio de 1961. Con una biografía de 60 años ha superado la mediana edad. Se acerca, cada vez más, al menos en términos de sobrevida, a aquellos partidos políticos argentinos que pueden seguir mostrando más éxitos que fracasos. El MPN en ello sigue emparentado con la enorme familia partidaria de los peronismos de provincia. Su clave es la continuidad en el poder. Ciertamente, desde su aparición en la política neuquina nunca fue desalojado del poder a excepción de las rupturas dictatoriales. Frente a uno de esos gobiernos militares muchos de sus cuadros de administración como Pedro Salvatori, también el político popular Felipe Sapag, lograron tener un lugar. Ambos fueron gobernadores del último tramo de la dictadura que los había despojado del poder en 1966.
El MPN ya no quiere ser el partido neoperonista de los años ‘60, aunque sigue habiendo un remanente de cultura peronista en su interior. Tampoco quiere ser identificado como el partido de “los Sapag”, a pesar de que varios integrantes de su linaje siguen revistando en sus filas, igual que los otros que decidieron el camino del transfuguismo, sin que renunciaran a la entidad que los tuvo como afiliados. Los jefes actuales del MPN aceptan que son el partido que tuvo el privilegio de ofrecer todos los gobernadores provinciales electos por el voto popular en los últimos 60 años. Cuentan para ello con dos Sapag que sumaron seis mandatos en total. Se los puede ver en un corto video editado en estos días para el festejo. Allí se ofrece una imagen de Salvatori y, como corresponde, la del Gutiérrez hoy gobernante. Todos ellos suman nueve administraciones, dejando sin destacar a Jorge Sobisch, tres veces gobernador de la provincia.
En estos días de conmemoración el MPN insiste en representar al “federalismo auténtico”, narrativa que pasa por alto su federalismo de la negociación, cargado de pragmatismo, no muy distinto al que es práctica entre los peronistas federalistas de San Luis, La Pampa, Formosa. Asimismo, como parte del festejo se insiste en que su mundo partidario es del “movimiento” para hablar de su fluidez organizativa, aunque la realidad es que cumple con las reglas de un partido institucionalizado. Lo cierto es que la idea de “movimiento” es un buen recurso para justificar malos momentos y pésimos gobiernos de su propio partido.
Como la vieja y desguazada UCR, igual que la gran familia partidaria peronista, el MPN actual no está conforme con su historia. Tanto aquella que le es lejana, como la más próxima en el tiempo. De allí que no sabe dónde inscribir al peronismo que le dio carta de ciudadanía como tampoco al sobischismo que le otorgo visibilidad nacional no solo con un Sobisch gobernador. Queda claro que cada década festejada por el partido gobernante es un punto de inflexión que pone los elementos de su pasado en el tamiz de las necesidades de su presente político.
El MPN no quiere tematizar los años en que Jorge Sobisch fue gobernador y líder partidario. Da la impresión que quienes conducen actualmente al partido no saben bien que hacer con ese pasado. Posiblemente eso se deba a que toca las trayectorias de cada uno de quienes hoy conducen gobierno y partido. La mayor parte ha hecho carrera en los años en que el sobischismo pretendía imponer su cultura política. No sabemos si aquellos años -1991 al 2007- son pensados por esos jefes partidarios como un tiempo maldito y que nada tiene que ofrecer al tiempo posterior pensado para una administración sin conflicto. En 2007 se impuso el Sapag del buen conservadorismo y lo continuo el actual Gutiérrez de la política como administración.
A sus 60 años de historia, el MPN prefiere borrar nombres y quemar imágenes. Ha decidido reinventar su historia. La operación de reducción o silenciamiento de parte de su pasado va de la mano de su relanzamiento a la arena electoral.
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