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14/03/2021

El ciclo político en Latinoamérica

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En América latina la restauración conservadora-neoliberal, como era de esperar, está terminando en todo el continente como un gran fracaso. Y esta recomenzando el ciclo progresista encabezado en los extremos norte y sur del continente por México y Argentina.

Humberto Zambon

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Hace más de 70 años el economista polaco Michal Kalecki publicó en Inglaterra un artículo que tituló “Los aspectos políticos del pleno empleo”. Según él, cuando existe depresión y altos niveles de desocupación y la opinión pública clama por una solución, el camino es la intervención y el gasto del Estado. Sin embargo, dice Kalecki, los sectores privilegiados, por ejemplo las entidades que nuclean a las grandes empresas y los grandes dueños de la tierra, temen a la intervención del Estado en procura del pleno empleo por diversas razones, entre ellas es el miedo a la interferencia del gobierno y a la pérdida de poder que este significa, el temor al relajamiento de la disciplina laboral y la preocupación por las políticas igualitarias y de redistribución del ingreso que acompañan a la mayor intervención estatal. De acuerdo a su experiencia de los años ’30, decía que el único aumento del gasto estatal que los privilegiados aceptan sin oposición es el armamentismo. Cosa que la historia de nuestros tiempos puede corroborar.

Según las palabras de Kalecki, el ciclo político funciona así: “Durante la depresión, ya sea bajo la presión de las masas o incluso sin ella, se emprenderá una inversión pública… para impedir el desempleo a gran escala. Pero si se intenta aplicar este método a fin de mantener el alto nivel de empleo alcanzado en el subsiguiente auge es posible que se confronte una fuerte oposición de los dirigentes empresariales (…) Más aún, el incremento durante la recuperación presenta desventajas para los pequeños y grandes rentistas y los hace sentirse cansados del auge. En esta situación, posiblemente se forme un poderoso bloque entre las grandes empresas y los intereses de los rentistas”, a los que podemos agregar a los terratenientes, y, continúa Kalecki “posiblemente encontrarán más de un economista que declare que la situación es manifiestamente poco sólida. La presión de todas estas fuerzas, y en particular de las grandes empresas –por lo general con influencia poderosa en los departamentos gubernamentales-, inducirá probablemente al Gobierno a volver a la política ortodoxa de reducción del déficit presupuestario. Vendrá después una depresión en la que la política de gastos volvería otra vez a su sitio”. Y vuelta a empezar.

Sin conocer el artículo previo de Kalecki (al menos sin citarlo) tres investigadores de la Universidad Nacional de Entre Ríos -R. Schunk, E. Riegelbaupt y L. Rodríguez- publicaron un trabajo titulado “Dilemas recurrentes del modelo de crecimiento distributivo en un país periférico” (Revista “Realidad Económica” Nº 282, marzo-abril del 2014) en el que tratan el tema del ciclo político en los países latinoamericanos en general y Argentina en particular. Para nuestro país los autores, “para evitar debates estériles sobre las cifras”, utilizan los datos de la Fundación Mediterránea y muestran 1) Desde el 2003 y fines del 2013 (fecha de cierre del artículo) el consumo popular (salarios, jubilaciones, pensiones y transferencias sociales) creció, en términos reales, un 131%; el aumento del consumo popular impulsó la expansión económica; 2) Hubo una redistribución del ingreso: en el 30% más pobre de la población el crecimiento del ingreso real fue del 43% mientras que para el 10% más rico cayó un 20%; el índice de Gini, que mide la desigualdad, mejoró un 18%. De todas formas, sostienen que “la mayor traba al modelo de crecimiento con equidad… reside en el vínculo no resuelto entre los problemas estructurales irresueltos y la continuidad de un ciclo político de matriz popular”.

Los problemas estructurales principales, propios de todas las economías latinoamericanas, son la restricción externa; la excesiva extranjerización del aparato productivo; los “cuellos de botella” en sectores claves, como la energía; el comportamiento rentístico del sector empresario, que lleva a la reticencia en las inversiones productivas; la puja por la distribución del ingreso, etc. Los autores sostienen que, para atacar a estos problemas, los gobiernos populares se han encontrado con grandes limitaciones. El primero es el de urgencia (“En la Argentina el largo plazo no existe” decía Juan Carlos Pugliese, ministro de economía de Alfonsín), lo que lleva a resolver los problemas a medida que se presentan en la coyuntura, restando esfuerzos a la planificación a largo plazo; otro es la falta de una estructura burocrática eficaz, máxime luego del desmantelamiento estatal del neoliberalismo; en tercer lugar, ningún proyecto político es homogéneo y uniforme sino que representa visiones e intereses distintos, lo que puede llevar a contradicciones y a errores.

Según los autores, “los grandes propietarios de los recursos económicos tienen la capacidad para vetar las políticas transformadoras”. Frente a las dificultades reales, sostienen que el establishment hagenerado una operación perversa: identificar las tensiones económico-sociales con la acción “populista”, demagógica y hasta irracional del gobierno de turno, evitando cuidadosamente ahondar en el cuadro estructural que esos fenómenos expresan. La solución que generalizan es muy sencilla: cambiar el gobierno. Para lograrlo, utilizan cualquier tipo de armas: en el siglo pasado mediante golpes de estado mientras que ahora se busca mediante golpes económicos o presiones sociales y sectoriales de desestabilización política, con las campañas falsas conocidas como “fake news” y con el uso de la justicia (“lawfare”). Ocurrió en Paraguay, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia…

Siguiendo el ciclo político kaleckiano, vino en América latina la restauración conservadora-neoliberal (en Argentina con los 4 años de Macri) que, como era de esperar, está terminando en todo el continente como un gran fracaso. Y esta recomenzando el ciclo progresista encabezado en los extremos norte y sur del continente por México y Argentina, respectivamente, y a los que ya se sumó Bolivia y posiblemente lo hagan Ecuador y el año que viene Brasil...

La nueva etapa implica crecimiento económico, mayor equidad social y la profundización de la integración regional, tanto económica como política. En este sentido, los presidentes de México y Argentina comentaron sobre la necesidad de fortalecer el CELAC, (Comunidad de Estados Latino Americanos y del Caribe), en lo que sería una especie de relanzamiento, ya que es una herramienta muy importante para afianzar el proceso de integración y evitar nuevos retrocesos.

Es que el ciclo de Kalecki, como la tesis de García Linera sobre las oleadas progresistas, que tratáramos en esta columna, está lejos de ser una ley inexorable del desarrollo político-social, sino que es descriptivo de una experiencia que se ha venido repitiendo con cierta regularidad. En otras palabras, es posible evitar las recaídas neoliberales (mezcla de conservadorismo con liberalismo económico) que tanto mal han hecho a nuestros países. Para ello es necesario fortalecer el proceso de integración y mantener viva la memoria colectiva sobre las consecuencias de esas experiencias, en particular, la última de ellas.


 

29/07/2016

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