Por estos días desde el gobierno de Neuquén se ha comenzado agitar nuevamente la posibilidad de construir el ferrocarril trasandino del sur, que uniría el puerto de Bahía Blanca con el de Talcahuano, en Chile, atravesando la provincia de Neuquén.

Y decimos nuevamente porque el proyecto, puesto estos días sobre la mesa a raíz del acuerdo del gobierno nacional con China para renovar el tendido del ferrocarril norpatagónico, no solo no es nuevo sino que hace unos años se intentó llevarlo a cabo, con el resultado de que se endeudó fuertemente a la provincia y todo terminó, como muchos temían entonces, en una gran frustración.

Contra todas las evidencias que señalaban la inconveniencia del proyecto, desde el desinterés de los chilenos a la evidente falta de recursos locales, la construcción del lado argentino se comenzó desde el 2004, en el último gobierno de Jorge Sobisch, pero no se logró tender más que unos pocos kilómetros de vías desde Zapala hasta el arroyo Covunco, y todo quedó allí, en medio de la nada.

Mientras, del lado chileno habían abandonado las estaciones, levantado las vías hasta Lonquimay y convertido el túnel ferroviario en un camino de una sola mano para autos y camiones.

El “ferrocarril a ningún lado” como lo bautizamos por entonces debido a lo absurdo del hecho, dejó a la sociedad neuquina una deuda de casi 49 millones de dólares, unos 7.500 millones de pesos de hoy.

Aquel proyecto fue parte de una serie de costosas y llamativas obras emprendidas por el entonces gobernador en el marco de su fallida campaña presidencial, obras que llevaron a la provincia a un endeudamiento superior a los 200 millones de dólares.

Ahora el gobierno neuquino reflota el antiguo proyecto, aprovechando seguramente el viento a favor que significa la reconstrucción ferroviaria nacional mediante un acuerdo con China, de la cual forma parte el tramo de Bahía Blanca a Zapala y podría incluir un tendido hasta Añelo, de importancia para la logística de la explotación no convencional en Vaca Muerta.

Pero lo curioso respecto de reflotar el trasandino, es que el gobierno lo hace sin tener en cuenta en lo más mínimo los antecedentes: el fracaso, la deuda que en todos los casos pagaron y pagan los neuquinos de a pie, el desinterés de Chile, la falta de recursos de la provincia y del país en medio de la más grave crisis económica del siglo, iniciada por Macri y multiplicada por el Covid 19.

Es notable, pero las autoridades provinciales, que pertenecen al mismo partido que impulsó aquel dislate, parecen no haber registrado la mala experiencia y tampoco se ha escuchado ninguna alusión al traumático episodio entre los muchos dirigentes de la oposición y de las fuerzas vivas que fueron testigos de lo ocurrido.

Si bien el proyecto de unir los dos océanos con un ferrocarril de carga tiene un renovado interés, dado el crecimiento del comercio con China, y el creciente desarrollo de India y otros países del sudeste asiático, hasta ahora nada se ha podido concretar ni siquiera con el ferrocarril que podría unir el puerto de Buenos Aires con Mendoza y Valparaíso, por donde pasa el volumen más importante de comercio del Cono Sur.

Aunque la situación respecto de Neuquén puede haber cambiado desde el 2007, para empezar porque entonces no existía o no se hablaba de Vaca Muerta, sigue pareciendo poco probable que si no se encara el tren Buenos Aires – Mendoza – Chile, se vaya a convertir en una prioridad el proyecto local.

En todo caso, aquella fallida experiencia es un dato demasiado importante como para ser dejado de lado o mantenido en silencio. El olvido y la desmemoria tan frecuentes en esta provincia como en el resto del país son el mejor camino para volver a cometer los mismos errores. También, la condición necesaria para llevar adelante proyectos que frecuentemente solo benefician a unos pocos y perjudican al resto de la sociedad.