Haber sido el primer país de América Latina en firmar, en su momento -el anuncio se hizo a comienzos de noviembre- un acuerdo con Rusia para la provisión de la vacuna Sputnik V, desarrollada por el Instituto Gamaleya de Muscú, constituyó una muestra contundente del carácter soberano que tiene la política de relaciones internacionales que practica el gobierno de Alberto Fernández.

Esta valoración del tema raramente se hace en los discursos públicos, debido a que el poder comunicacional que influye decisivamente en la formación de la opinión pública está en manos de corporaciones privadas contrarias no solo al gobierno sino a la propia idea de soberanía nacional.

Pero justamente por eso, los medios de comunicación más poderosas, todos -con sus variantes y diferencias específicas- sustentados en una matriz ideológica de derecha en cuanto a los aspectos centrales de sus discursos, se han dedicado a denostar a la que llaman despectivamente “la vacuna rusa”, y desde ese posicionamiento lanzaron las más aberrantes, mentirosos y criminales mensajes para que la sociedad rechace a dicha vacuna y en definitiva fracase la política oficial que apunta a una inmunización masiva de la población contra el Covid-19.

Quiere decir que el acierto y el carácter acertado de la decisión del gobierno argentino está reflejado justamente en la guerra de acción psicológica ejecutada violentamente por los enemigos de los intereses populares, la salud pública y la soberanía de la Nación. “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”, sería la metáfora literaria que reflejaría la contradicción entre una decisión gubernamental correcta y la feroz oposición de la derecha.

Cabe admitir que también forman parte de esa violenta campaña los sectores de la oposición político-institucional, fundamentalmente los/las referentes más radicalizados/as hacia la ultraderecha de Juntos por el Cambio (Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Fernando Iglesias, Alfredo Cornejo, Eduardo Amadeo, etc., solo para mencionar algunos ejemplos notorios).

Sin embargo, estos/as dirigentes son actores de reparto en cuanto a su influencia sobre una parte muy importante de la sociedad. Su prédica solo tiene la potencia que tiene porque forman parte de un bloque político-corporativo -el que gobernó durante cuatro años, hasta diciembre de 2019- donde el poder comunicacional lo detentan grandes conglomerados empresariales privados. Sin ellos, los/las políticos/as de derecha tendrían un predicamento social considerablemente menor.

Dicho de otro modo: ninguno/o de los/las dirigentes antes nombrados/as obtendrían la repercusión pública que consiguen con sus discursos devastadores, si su mensaje no fuera sostenido durante las 24 horas de cada día de la vida por los/las principales referentes mediáticos de masas, en particular de medios audiovisuales, que dominan la comunicación desde