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Columnistas
06/12/2020

La restricción externa y la “fuga” de capitales

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La “fuga” de capitales debe ser considerado como un atentado contra la Nación y un verdadero delito contra la sociedad.

Humberto Zambon

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La balanza de pagos es el registro de todas las transacciones monetarias producidas entre un país y el resto del mundo en un determinado periodo. Los principales rubros para la balanza de nuestro país son:

Ingresos: Exportaciones de bienes y servicios + ingresos de capitales como deuda externa o como inversión.

Egresos: Importaciones de bienes y servicios + pago de utilidades e intereses de la deuda + pagos de la deuda externa y salida de capitales de riesgo + “fuga” de capitales de residentes.

Los ingresos se registran como positivos y los egresos como negativos; si los primeros son mayores que los negativos hablamos de superávit de la balanza mientras que, en el caso contrario, hablamos de déficit. El primero se manifiesta como aumento del stock de divisas del Banco Central y el segundo como disminución de las mismas. Incluyendo este último movimiento dentro del movimiento de capitales resulta que la balanza de pagos siempre resulta equilibrada. Es decir:

Exportaciones + ingreso de capitales = importaciones + intereses + pago de deuda + “fuga”

El problema de Argentina, como el de todos los países de industrialización tardía, es decir, en aquellos que comenzaron a industrializarse en el siglo XX, cuando ya estaba afianzado mundialmente el capitalismo industrial, el crecimiento del ingreso nacional está íntimamente asociado al crecimiento de las importaciones ya que la posibilidad de desarrollar actividades industriales requiere de maquinarias y otros insumos (materias primas y productos intermedios) que no se fabrican localmente y, por otro lado, el sólo hecho de aumentar el ingreso disponible por la población trae aparejadas nuevas necesidades que, al menos en parte, son satisfechas con productos importados. En Argentina se ha estimado que por cada punto que crece el producto, las importaciones lo hacen entre tres puntos y cuatro puntos.

Esta dependencia del crecimiento económico respecto al comercio exterior es lo que en teoría económica se denomina “restricción externa”, sobre la que se enunció lo que se conoce como “Ley de Thirlwall”: la tasa de crecimiento económico está limitada por la tasa de crecimiento de las exportaciones y el comportamiento de las importaciones frente al crecimiento del producto.

Los países asiáticos, como Corea, Taiwan e, inclusive, la China contemporánea, evitaron la restricción externa mediante la exportación industrial, en base a precios competitivos logrado mediante la intervención de un estado fuerte y costos productivos muy bajos, especialmente los salarios en referencia al estándar internacional; para nuestros países, por distintas razones, ese camino es impensable. 

Para tratar de superar la restricción externa” el neoliberalismo, en nombre del “libre mercado”, recurrió a la financiación externa y, en todos los casos, terminó con una fuerte crisis de deuda (Videla-Martínez de Hoz con la crisis de la deuda en los años “80”, la convertibilidad con la crisis del 2001 y Macri con la del 2019). 

En Argentina, después del desastre de cuatro años de gobierno de Macri, con endeudamiento externo desaforado y “default” de hecho y de un año de pandemia nos encontramos que no existe crédito externo, por lo que en los ingresos no se puede contar con este recurso; por otro lado, en las negociaciones con los acreedores (y con el FMI en curso) el gobierno logró evitar el “default” y logró con los privados una baja sustancial de la tasa de interés, el cambio de los vencimientos y un período de gracia, por lo que en ese lapso no hay que pagar intereses ni cuotas de la deuda. Entonces, la fórmula anterior, para estos años, queda

Exportaciones = importaciones + “fuga”

En esta situación, y con una capacidad productiva utilizada aproximadamente igual a la mitad de la instalada, enfrentamos la posibilidad de un fuerte despegue económico y un nuevo período de crecimiento como el que se diera a partir del 2003.

Para lograrlo hay que tener en cuenta la importancia de las exportaciones para el crecimiento económico; por un lado, es preciso que toda la producción primaria, como tal o industrializada (manufacturas de origen agropecuario, MOA), una vez cubiertas las necesidades internas, se exporte, incluso aprovechando en la actualidad el buen precio internacional de la soja, sin especular en búsqueda de una desmentida devaluación. Por otro lado, como en general la producción industrial no ha logrado competitividad internacional y se destina fundamentalmente al mercado interno, es imprescindible incrementar este mercado mediante la integración económica (Mercosur y, lo ideal, sería América Latina unida). También en este aspecto puede ser muy importante la producción de Vaca Muerta transformada en origen ya que, como dijo en un reportaje publicado en este medio Jorge de Zabaleta, de la Cámara de Industria Química y Petroquímica, se puede "alcanzar escala en proyectos de metanol, amoníaco, urea, polietileno y polipropileno, en los que puede ser altamente competitivo, y responder a la creciente demanda global y regional por el alto impacto de estos productos en la vida cotidiana y productiva.”

Por el lado de las importaciones, resulta claro que hay que eliminar todas las no imprescindibles, especialmente las de consumo, para permitir el crecimiento productivo. Incluso es importantísimo fomentar la sustitución de importaciones por la producción nacional. 

Queda el tercer término, “la fuga de capitales”. En la ecuación se puede ver claramente como cada peso “fugado” es un peso retirado de las importaciones y, por lo tanto, de las posibilidades de crecimiento de la Nación. 

Hay que entender que la “fuga” de capitales debe ser considerado como un atentado contra la Nación y un verdadero delito contra la sociedad. 

29/07/2016

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