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Dickens (Charles) tiene un comienzo de novela que pasó a la historia entre lo mejor de la literatura mundial. Es el libro Historia de dos ciudades.
Voy a simplificar.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas…”
Es una perfecta definición de los Juegos de Río 2016.
Fueron sublimes y fueron deprimentes.
La belleza estuvo en la competencia con que Brasil administró la Olimpíada, a pesar de los vaticinios de la prensa buitre.
Fue parte del periodismo de guerra de las grandes empresas periodísticas describir el Brasil de Lula y de Dilma como una selva, un país primitivo, incapaz de ser sede digna de una copa del mundo (de fútbol) o de los Juegos Olímpicos.
Queda claro, que si el golpe hubiese ocurrido antes, el comportamiento de esos medios hubiese sido muy diferente. Los Juegos de Río se hubieran anticipado como un gran triunfo.
La belleza estuvo también en el desempeño de los atletas. En un país cuya autoestima está ancestralmente tan vinculada al fútbol, la medalla de oro de la banda de Neymar tiene un significado simbólico extraordinario.
El oro en la final del vóley (masculino), en el último día de los juegos, fue un premio majestuoso junto a la gloria futbolística.
La belleza estuvo también en la consagración de atletas de origen humilde, beneficiados por los programas sociales de los gobiernos de Lula y de Dilma. De Rafaela Silva (oro en yudo) a Isaquias Queiroz (plata en canotaje), fue la confirmación de la importancia vital de los programas sociales.
Vuelvo a Dickens, el horror estuvo en un gobierno ilegítimo, cobarde, usurpador, enmascarado, personificado en Michel Temer.
Su comportamiento fue vil, pusilánime y oportunista a lo largo de las dos semanas de Río 2016.
Comenzó en la apertura, cuando Temer montó un esquema –fracasado, por otra parte- para no ser abucheado. Parecía, no un estadista que nunca fue, sino un individuo temeroso, un fugitivo con miedo de su propia sombra.
Esa postura abyecta perduró a lo largo de la competición. En Twitter, temer se dio para sí mismo el crédito por la victoria en el fútbol.
“La selección olímpica de fútbol conquista oro inédito en momento histórico del país”, escribió.
¿Ahora?
¿Momento histórico? Sólo si fuese por el lado de la vergüenza. La plutocracia robó 54 millones de votos y suprimió una democracia joven y frágil.
El periodista Glenn Greenwald retuiteó el disparate de Temer, con la siguiente observación: vale la pena ver las miles y miles de respuestas.
Aquí seleccioné algunas con el contenido original. Pido disculpas por las malas palabras pero las circunstancias son especiales:
1) Sal de aquí ridículo.
2) Calla tu boca golpista.
3) Primero, #foratemer.
4) Fuera Temer oportunista del carajo.
5) Jodete Temer!
6) Momento histórico de la vergüenza! El Brasil destruido por Ustedes, golpistas y enemigos de la Nación.
7) ¿Qué hiciste tu por las olimpíadas, golpista y usurpador?
8) Ahora solo falta que vuelvas para el lugar de donde nunca deberías haber salido: inmundo!
9) Fuera vampiro, golpista de los infiernos, diablo!
Y así tantas más que no se pueden reproducir en esta publicación por respeto a los lectores.
En fin: Río 2016 trajo momentos de luz y trajo momentos de tinieblas.
La oscuridad residió en Temer y en todo aquello que él representa.
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