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Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra falacia remite a engaño, fraude, falsedad. También a la mentira. En lógica, la definición más difundida señala que se trata de un argumento que parece válido pero que en realidad no lo es. Cualquiera de estos elementos (engaño, fraude, falsedad, mentira, argumentación inválida), bordados de cifras impactantes y sentencias absolutas, pueden formar parte del discurso de Javier Milei y dan cuerpo al universo narrativo libertario.
Al menos esto es lo que sostiene Guido Agostinelli, economista y docente de la Universidad de Buenos Aires que en octubre de 2023 publicó “Falacias libertarias. Cómo evitar caer en la estafa de moda”, y ahora, con Milei en la Casa Rosada, se dedica a diseccionar el relato “anarcocapitalista” a través de estadísticas, datos verificables y el simple contraste con la realidad.
“Cuando argumentamos es muy común seleccionar la información que utilizamos. Lo importante, cuando hay un error lógico, es enmendarlo o bien no reiterarlo hasta el infinito. La novedad de Javier Milei es precisamente esto último, que sostiene la falacia y jamás se retracta”, explica a el economista, quien disecciona la narrativa anarcocapitalista en las redes sociales a través de la cuenta Economía sin Falacias (@economiasinfalacias).
Aunque abrumador como la realidad, el ejercicio de constatar el discurso oficial con información verificada es hoy tan imprescindible para la salud mental del ciudadano de a pie como para la supervivencia del sistema democrático. Es que cifras, argumentos y “verdades” tan rimbombantes como incomprobables nos acosan todos los días.
La inflación que hubiera alcanzado el 17.000 %, la pobreza que llegaría al 90 % de los argentinos, las 110.000 muertes que pudieron haberse evitado durante la pandemia que desató el COVID o la inexorabilidad del ajuste fiscal y déficit cero para erradicar la inflación y recuperar la economía se repiten una y otra vez, como un mantra, aunque nadie pueda asegurar de un modo demasiado preciso cómo se sostienen semejantes conclusiones.
Mito de origen
Como todo relato que se asume como fundacional, y en cierto sentido el discurso libertario lo es, la narrativa presidencial necesita de un mito fundacional. Por eso Milei remite, una y otra vez, a dos falacias: la Argentina potencia de fines del siglo XIX y la dicotomía capitalismo versus socialismo, dónde él y solo él expresa al primero.
“El pasado glorioso de 1895, que nos coloca como primera potencia mundial, es falso. Milei utiliza la base de datos Maddisson, que coloca a la Argentina en séptimo lugar sobre 36 países según el PBI per cápita, que si bien era relativamente alto, tampoco determina una potencia. La afirmación tampoco se condice con las condiciones de vida. La expectativa de vida, por ejemplo, era de 33 años en aquella época, cuando en Australia llegaba a los 53 años y en los países centrales superaba los 40 años”, precisa el Agostinelli.
La dicotomía entre capitalismo y el socialismo también es falsa para el especialista, ya que “lo que hemos tenido (desde 1895) es un sistema capitalista expresado en distintas políticas económicas, algunas más liberales y otras más intervencionistas, y a través de las cuales países tan variados como Estados Unidos, China o Suecia lograron prosperar. Es una falacia dividir al mundo como lo hace el presidente y también decir que el capitalismo libertario lleva a una mayor prosperidad”.
Con esas falacias como marco histórico y filosófico, el discurso oficial tiñe la coyuntura y aborda los aspectos más sensibles de su gestión. De este modo, inflación, pobreza, ajuste fiscal y hasta las víctimas del COVID son vagones de un tren repleto de números incomprobables, hechos contrariados y verdades consagradas.
“La inflación del 17000 % (proyectando los índices del gobierno anterior) es una mentira”, precisa el economista, quien explica que la cifra surge de “tomar una inflación diaria del 1% y anualizarla en forma acumulativa, llevándola a valores exorbitantes”.
“Es un artilugio metodológico -agrega- porque no se reproduce la inflación diaria durante 365 días. La inflación, con la devaluación que el propio Mieli realizó, aceleró el índice en diciembre de 2023 al 25,5 %, y después descendió, como ocurre en todos los procesos de este tipo. Estamos ante una falacia lógica, porque fuerza una situación diaria para anualizarla”.
Pobreza, déficit y Covid
En cuanto a la pobreza, que el INDEC ubicó para el primer semestre de 2024 en 52,9 %, sucede algo similar. Apenas difundido el relevamiento que la ubica 11,2% más arriba que a fines del año pasado, el ministro de Economía, Luis Caputo, afirmó que, sin la actual política económica, treparía al 80 o 90%.
“La afirmación lo que hace es dejar estáticos los ingresos, que son absorbidos por la inercia inflacionaria. Hemos tenido hiperinflación y no se ha llegado al 90 % de pobreza. Lo cierto es que la pobreza se acelera con las políticas como la que lleva adelante Milei”, destaca Agostinelli, quien es docente de de Macroeconomía y Política Económica en la Universidad de Buenos Aires.
“Durante los últimos dos gobiernos -suma- lo que tenemos es un aumento de la pobreza del orden del 11 %, que coincide, aproximadamente, con lo ocurrido solo en el primer semestre de la nueva administración”.
La utilización de argumentos engañosos también sirve para defender el corazón del programa oficial: el ajuste fiscal y la erradicación del déficit. “La principal falacia con el déficit fiscal es decir que se paga con mayor emisión y, en consecuencia, lleva a una situación peor. El déficit fiscal es la norma en la inmensa mayoría de los países del mundo, que lo usan, en determinado momento, para estimular la economía”, recuerda el experto.
Y destaca que “es un instrumento, no un fin, como lo presenta Milei. Argentina cae más en su actividad económica cuando se quiere forzar el superávit fiscal como hace el gobierno. Otra cosa es tener las cuentas ordenadas. Sí es recomendable recalibrar el gasto público en momentos de auge para que vaya a la baja, dado que la actividad logra tener un movimiento propio, autónomo”.
Zonceras nuevas (y recurrentes)
Cuando en 1968 Arturo Jauretche publicaba el “Manual de las zonceras argentinas”, pretendía llamar la atención sobre el modo en que determinadas ideas, que se expresaban incluso en frases o sentencias del habla cotidiana, se convertían en sentido común para imponer un orden de cosas “neocolonial” y “antinacional”.
Desde los años 80 y 90, con la generalización de las políticas neoliberales, aquellas “zonceras” se actualizaron y el “sentido común” se convirtió en un elemento central de la “batalla cultural” que hoy preconiza la ultraderecha. Aseveraciones incomprobables (muchas veces con altas dosis de paranoia y conspiración), falacias, noticias falsas y verdades (o mentiras) absolutas o parciales, forman parte de un menú tan opaco como heterogéneo.
“Cuando analizamos las falacias libertarias lo que intentamos desmostar es un tipo de discurso que se legitima a partir de un supuesto saber científico. Las creencias generalizadas, o el sentido común, construidos por experiencias e incluso mediante frases, no suelen tener este tipo de pretensión de verdad, de ahí la complejidad del momento actual”, detalla Agostinelli.
“La llamada Escuela Austríaca, en la que Milei basa sus postulados, como corriente de pensamiento económico, se cree científica, pero no lo es. Esto requiere datos y razonamientos adicionales para que se entienda que se trata de una falacia”, abunda el también magíster en Economía Política de FLACSO.
Y subraya: “Los razonamientos sobre los que se basa el pensamiento libertario son totalmente falaces. Obviamente que hay falacias en todas las corrientes de pensamiento, incluso incurrimos en ellas en la vida cotidiana. El problema acá es que esas falacias son recurrentes, constantes y no se modifican siquiera ante la evidencia”.
Algo queda
“Mostrar los hechos, las cifras inexactas, puede tener un impacto, pero lo que termina primando es la realidad efectiva, cómo vive su economía el ciudadano de a pie. La gente la está pasando peor que antes, pero siempre hay algún grado de confianza ante un gobierno nuevo. Hay que ver hasta cuando dura esa paciencia”, concluye Agostinelli.
Mientras tanto, el gobierno festeja el veto presidencial a la mejora en los haberes jubilatorios y a la suba del presupuesto para las universidades públicas. Festejos que, después de todo, también pueden resultar una falacia. Suponen una fortaleza que no es tal y un futuro venturoso que, cada día, parece estar más lejano.
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