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La vaca no es un animal. Es un disfraz que le sirve a Laura García Rodríguez para esconder los rostros y los gestos de otros. La vacada es como decir los nadies, los extras de la historia. Tienen sus ritos, sus caprichos, sus melindres. Dudan y traicionan. Pisan el pasto y consumen productos orgánicos. Como dice en la contratapa Diego Rodríguez Reis, “articulan, discursean, se pavonean, rechinan, retruecan y se rechiflan”. Una vuelta de tuerca más y son la gente: se les parecen mucho.
Y parece que Laura García Rodríguez se ríe. Y es así nomás: se ríe con una carcajada que a veces es trágica. Y con una mirada a menudo piadosa.
Las vacas también mugen está compuesta por textos breves, que parecen compuestos para decirse en un escenario, en café, en una plaza. Para un público desprevenido, que esperaría un mundo para niños y niñas por el lenguaje utilizado: es un habla coloquial, con lunfardías, neologismos de última generación. Y no, el texto va al hueso de la cosa, a eso que pocos se animan a poner en acción, en entredicho.
Así es que, de pronto, el lector-espectador (la lectora-espectadora también) cae en la cuenta de que las vacas son su espejo y que sus actitudes cotidianas son las de cualquier sociedad, acaso las de una aldea de montaña. Por ejemplo el relato “Vaca Bayo” permite una mirada del cerro homónimo diferente de la que tienen turistas, funcionarios y emprendedores. Parece que la vaca mira con la ñata contra el vidrio las escenas que ocurren en su propio corral, perdón, ciudad. Y entonces, la ansiedad por el ascenso a la cumbre nevada y después los resbalones en la nieve y la bajada a pie, son el resultado de un papelón anunciado. “Cada cual a lo suyo, te decís”.
De regreso con el lenguaje y sus dificultades (ver página 27): no hay posibilidad de zafar del inclusivo y entonces se plantean todos los artilugios, vericuetos y sinonimias para arreglar un régimen de sustantivos y adjetivos abarcador al mango. No es posible. Claudica y finaliza con la aceptación de la “e” ya no como recurso sino como regla. Y bueno, Laura levanta esta bandera en tiempos difíciles, donde la ignorancia de los gobernantes actuales y su estulticia resultan inmensurables.
Siendo un libro de Neuquén no podría eludirse la Vaca Muerta, donde ocurre una estampida y luego cuando “el polvo se asienta se ven las razones de la huida de la vacada. Allá atrás están meta extractivismo, meta suelo yermo, meta oro negro. Las ubres de la tierra exprimidas hasta la desolación, un plan nacional que decide quién vive y quién muere”.
(Ver más sobre Laura García Rodríguez):
Laura García Rodríguez: Las vacas también mugen, ilustraciones de Mariel Fariña, serie Mundo Disperso, San Martín de los Andes, Neuquén, De la Grieta, 48 páginas.
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