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Género
09/06/2020

3J 2015: Acontecimiento sin retorno

3J 2015: Acontecimiento sin retorno | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto: Pepe Mateos.

La autora de esta columna define a la primera movilización Ni Una Menos, de la cual se cumplieron cinco años, como “un momento político, social, colectivo y personal que mostró a cielo abierto los hartazgos, rabias y dolores acumulados” porque “no se soportaba (ni se soporta) más la violencia de los femicidios”.

Ruth Zurbriggen *

Escribir sobre el 3 de junio de 2015 y sus efectos -en constante ebullición- resulta una necesidad. 

Necesidad, porque andamos un movimiento que busca pensar y pensarse. Porque tenemos que desanudar todos y cada uno de los laberintos machistas y explicarnos sobre los pilares que los sostienen. 

Necesidad, porque nos estremece el sin número de violencias contra mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. Porque estamos empeñadas y empeñades en que los caminos elegidos nos lleven a alguna parte; alguna parte donde las crueldades resulten intolerables. 

Necesidad, porque tenemos que encontrar y crear más palabras. Más sensaciones. Más emociones. Más afectos. Más redes que nos cuiden. Más redes como refugios. Más redes como promesas. 

Necesidad, porque la memoria feminista acecha. Porque sabemos que ya nada es igual para los reclamos y las agendas feministas desde aquel miércoles de junio. Necesidad, porque también sabemos que las deudas son enormes, que queremos cobrarlas y que para ello hay que agudizar esbozos programáticos de largos horizontes.  

Quiero evocar el primer 3 de junio, el de hace cinco cortos e intensos años, como un acontecimiento ético. Un momento político, social, colectivo y personal que mostró a cielo abierto los hartazgos, las rabias y los dolores acumulados. Que hizo sentido porque no se soportaba (ni se soporta) más la violencia de los femicidios. 

Un cimbronazo. Un disloque cultural. Una desprivatización de las violencias sexistas que se politizaron en esas enormes clases públicas que se sucedieron en las calles. Miles y miles de mujeres testimoniando ante los micrófonos y cámaras de medios de comunicación los golpes, las invisibilizaciones, los ninguneos, las violaciones, los abusos, las exclusiones, las discriminaciones, los sometimientos, las desposesiones, los sufrimientos junto con el llamado imperioso a quienes escuchaban a no dejarse violentar, a defenderse, a denunciar, a buscar ayudas. La marcha de las pancartas de todo tipo y color, todas y cada una ahí mostrando el abanico de las cimientes heteropatriarcales y racistas del mundo. La marcha que se organizó también con travestis, lesbianas y trans porque las injusticias para con esas existencias están a la orden del día y no valía (ni vale) ejercer borramientos al respecto.    

Aquel día inconmensurable señaló la intolerancia con las injusticias y unió a distintas generaciones y corporalidades en marchas callejeras y acciones en cada punto del país. Ese día que se armó, que se organizó, que se discutió, que se tramó de mil formas. Tanto ímpetu previo estalló a borbotones. Tanto anuncio palpable hizo que no faltaran quienes se acoplaron oportunistamente y por un día al Ni Una Menos.  

Creamos y asistimos a la masividad de una fiesta feminista decidida a aguar la fiesta del sistema de muerte. A la violencia epistémica con que se naturalizan las violencias cotidianas le opusimos energías vitales que tejieron lazos y confirmaron nuestras sospechas sobre la capacidad imparable de este movimiento que se expande en el mundo entero. De ese caldero emergieron las convocatorias a los paros del 8M; se ensanchó el reclamo por el aborto legal con la Marea Verde de 2018 y empezamos a vivenciar numerosísimas expresiones de una oleada que desobedece en todos los lugares posibles: hogares, sindicatos, escuelas, hospitales, universidades, medios de comunicación, partidos políticos, organismos de derechos humanos, organizaciones estudiantiles, fábricas, movimientos de desocupades y de la economía popular y en la vida toda. 

Para que fuera posible el 3J de 2015 hubo un hacer sostenido de largo alcance por décadas y desde diversos postulados y prácticas, sin embargo, el acierto político de convocar a tomar las calles empalmó -en ese tiempo particular- con el deseo de instalar un límite.

Nos mueve el deseo de cambiarlo todo es una de las muchas expresiones del Colectivo Ni Una Menos. Y quizás es esa vocación transformadora la que posibilita que conforme tramamos también produzcamos otras conceptualizaciones sobre las violencias. Unas que entraman a las violencias machistas con múltiples niveles y estructuras de injusticia y que buscan huirle a la propuesta de salidas cortoplacistas centradas en el reclamo permanente de leyes y más leyes y más leyes. 

Señalar las responsabilidades y deudas del estado y sus gobiernos, elaborar propuestas y exigencias de políticas públicas con presupuestos adecuados mostrando que la deuda es con nosotras y nosotres, sigue siendo imperioso, aunque no colma las aspiraciones con las que pretendemos otras narraciones para imaginar y prefigurar el mundo que queremos habitar y experimentar. 

A 5 años del primer Ni Una Menos la pandemia del covid-19 y el aislamiento físico en que nos encontramos, implicó la creación de acciones centradas en la virtualidad. Extrañamos y ansiamos el acuerpamiento en las calles. Mas no dejamos de proyectar desde las potencias que generamos en estos años. El documento colectivo leído en redes sociales el 3 de junio de 2020 “Nos sostienen las redes feministas. Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” se vuelve un programa de acción deseante y afectivo (Facebook Ni una menos).

Seguiremos saboteando las maquinarias de muerte y explotación, organizándonos, creando comunalidad, protegiéndonos con las redes que nos salvan, produciendo otros anhelos y esperanzas para este futuro. Futuro que es puro presente y que pulsa por re-existir a partir de nuestras inconformidades ilimitadas.   



(*) Colectiva Feminista La Revuelta
29/07/2016

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