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22/10/2023

Columnistas

Necesidad de memoria colectiva

Necesidad de memoria colectiva | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En Argentina vivimos momentos difíciles. Con una candidata a presidente que propone un fuerte ajuste y volver a la experiencia neoliberal que ya fracasó. Y otro candidato que se proclama enemigo del estado y reivindica la pasada dictadura.

Humberto Zambon

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Las elecciones de hoy son cruciales ya que está en juego nada menos que el futuro de la Nación.

Estas elecciones se realizan en un momento económico muy difícil, consecuencia de varios factores; en primer lugar, una elevada deuda externa tomada por Macri con particulares y, fundamentalmente con el FMI, que no tuvieron contrapartida en obras que hubieren dado mayor bienestar a los que habitamos esta tierra, sino que su importe terminó en el exterior, como capital especulativo o como depósitos en paraísos fiscales; a ello se agregó una recesión mundial, complicada por la pandemia del COVID y la guerra “caliente” en Ucrania, a la que se sumó, ahora, la situación en Palestina. Para completar el cuadro, la región sufre la peor sequía en muchos años, que afectó seriamente la producción agrícola y las posibilidades de exportación argentinas.

No es de extrañar, entonces, que ante la caída de las exportaciones, el cuello de botella que limita las posibilidades de desarrollo económico estás en la balanza de pagos, en la famosa “restricción externa”, que se manifiesta en una cotización creciente del dólar que, junto la puja distributiva entre sectores económicos por la distribución del ingreso, genera una alta inflación, agravada por grupos dirigentes de la economía, lo que Jorge Alemán denomina “lumpen-burguesía”, de mentalidad rentística y con conducta especulativa “que están minando las bases de la economía capitalista”.

La situación tiene similitudes con lo ocurrido en Europa hace cien años. En los años ’20 del siglo pasado Italia sufrió una profunda crisis económica, con inestabilidad monetaria y alta desocupación, agravada por la desmovilización militar después de la guerra, guerra que había dejado una profunda frustración nacional, ya que, a pesar de integrar la alianza vencedora, había sido dejada de lado por Gran Bretaña y Francia en el reparto de los territorios ocupados por los vencidos. Grandes masas, formadas por una clase media empobrecida, empleados y funcionarios que veían proletarizado su situación y, fundamentalmente, los desocupados, vivían una situación que se consideraba social y económico intolerable y con un régimen político acusado de impotencia y corrupción. En esas condiciones, el movimiento fascista creado por Benito Mussolini al finalizar la guerra, con promesas vagas de bienestar, reivindicación nacional y necesidad de un cambio, con otra dirigencia política, creció electoralmente y en 1922 fue llamado por el Rey para formar gobierno (la famosa “marcha sobre Roma” de ese año fue una teatralización para acompañar a la toma del poder)

En Alemania, en los años ’30 ocurrió algo parecido. La crisis de 1929 afectó gravemente a la economía alemana, que venía muy golpeada por una deuda impagable creada por las indemnizaciones impuestas por los aliados en Versalles. Hubo un profundo descontento social debido a la alta inflación, con una clase media proletarizada y elevada desocupación. En estas condiciones económico-sociales creció electoralmente el fascismo alemán (Partido Socialnacionalista), liderado por Adolfo Hitler, que identificaba como responsables de la situación a judíos y marxistas, y que logró apoyo suficiente como para hacerse del poder en forma legal.

Fue un salto al vacío que pagó muy caro tanto el pueblo de esos países como la humanidad entera.

En Argentina vivimos también momentos difíciles, de crisis y desesperanza. Con una candidata a presidente que propone un fuerte ajuste en los gastos del estado y volver a la experiencia neoliberal, que ya fracasó en tres oportunidades (en 1976 con Videla-Martínez de Hoz, en 1991 con Menem-Cavallo y en el 2015 con Macri) mientras que políticamente pide terminar definitivamente con su rival, sin entender que la democracia es la tolerancia con el que piensa distinto mientras que el terminar o eliminar al “otro”, devenido en enemigo, es propio de los regímenes totalitarios.

Y otro candidato que responsabiliza a la “casta” política de la situación, que se proclama como anarco-capitalista y por ello se declara enemigo del estado, con lo que quedaría sólo el mercado para regular las relaciones sociales (inclusive la donación de órganos y la adopción de menores) y reivindica la pasada dictadura, con sus 30.000 desaparecidos, mientras propone absurdos irrealizables, como el de cerrar al Banco Central o dolarizar la economía (que en el contexto actual, de fuerte endeudamiento externo y escasez de divisas, es imposible) o de consecuencias imprevisibles, como desregularizar la relación laboral y eliminar los subsidios, con lo que la situación social de grandes capas de la población resultaría insostenible, eliminar la coparticipación a las provincias, que acabaría con el sistema federal, o la de privatizar el transporte, educación y salud pública, además de reprivatizar a Y.P.F. y vender a Vaca Muerta.

Por ese panorama pensé en dejar de lado la habitual columna económica y escribir sobre la necesidad de la memoria colectiva; entonces recordé la reciente conferencia sobre dolarización del profesor Rubén Vaudagnotto en la Facultad de Economía de la UNCo, que leyó, como epílogo de la misma, un escrito del economista argentino Pablo Gerchunoff sobre este tema, que me pareció impecable y me permito transcribir:

En "Cien años de soledad", en el mágico pueblo de Macondo, un día acontece una tragedia: una peste se instala en el poblado. Esta peste era más que peculiar. Se trataba de insomnio. Mientras el insomnio avanza, Aureliano Buen Día cae en la cuenta que hay un síntoma más perverso en la peste: Las personas afectadas por el insomnio van perdiendo los recuerdos. Aureliano, como el sabio del pueblo, comienza a tomar medidas. Comienza a poner carteles a las cosas: "Esto es una mesa.“ "Una silla.“ "Una botella”. Aureliano ve que la peste avanza, que la desmemoria puede agravarse. Así, comienza a poner carteles en la vía pública: Esto es una vaca. Por la mañana se la ordeña. Se hierve la leche. Se la mezcla con café y se toma café con leche.

Esto que ocurrió en Macondo puede ocurrir en nuestro pueblo. Podemos ser afectados por la peste del desrecuerdo, de la desmemoria. Debiéramos entonces como Aureliano Buen Día salir a colocar carteles: "Esto es una escuela pública, acá se estudia. Se deben crear muchas escuelas públicas.“ "Esto es una universidad pública, aquí se hacen médicos e ingenieros gratuitamente.“ "Esto es un hospital, aquí se atiende gratuitamente a los enfermos“ "Esto es el Anses, aquí se administran pensiones y jubilaciones y se trata con respeto al jubilado.“ “Éste es el Ministerio de Cultura, éste otro del Trabajo, éste otro de Educación, éste otro de Ciencia y Tecnología. Los Ministerios no deben cerrarse ni ser meras Secretarías; en ellos deben garantizarse los derechos de la gente.

Habrá que salir a poner carteles.

A pegar carteles y, como dice el conductor televisivo Gustavo Silvestre, a reclamar a nuestro pueblo que tenga “memoria activa”.

29/07/2016

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